Aromas de leyenda. Peius, visto por Juan Miñana

La figura del imaginativo embaucador Pompeu Gener, 'Peius', reclamaba una novela y Juan Miñana la ha escrito, felizmente

Juan Miñana.

Juan Miñana. / periodico

DOMINGO RÓDENAS DE MOYA

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A finales del siglo XIX la mezcla de cientifismo positivista, darwinismo y etnicismo, espiritualismo, prácticas ocultistas y vida bohemia (no lejos de la miseria social)  produjo una abundante cosecha de tipos singularísimos y extravagantes entre los que brillaba Pompeu Gener, 'Peius', con luz propia. Imaginativo, ingenioso, imprevisible, el afrancesado Peius fue un embaucador hiperactivo que hizo de sí mismo un personaje de leyenda, un puente festivo entre la ciencia, la filosofía y la literatura, entre la postura y la impostura. En 1919, un año antes de su muerte, se anunciaban sus memorias, 'Mis antepasados y yo' (que no se publicarían hasta 2007), donde —decía la publicidad— se unía "a los encantos de un selecto idearium artístico, literario y filosófico, el interés de una vida muy intensa, que en ocasiones revista caracteres novelescos". En efecto, había sido una vida y una personalidad que reclamaba una novela y Juan Miñana al fin la ha 

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escrito, y de la manera más afortunada, en 'El cielo de los mentirosos'.

 El Peius que retrata Juan Miñana es el de sus últimos años, el que había ofrecido esas memorias a Rubén Darío en 1912, cuando dirigía en París 'Mundial Magazine', el que ya vivía, con su aspecto de mosquetero jubilado, de las rentas de una personalidad largamente cultivada. Este Pompeu Gener crepuscular se apoya en dos figuras auxiliares, el poeta Xavier Viura, que existió de veras y cuyo misticismo le había llevado a hacer voto de no beber más que agua, y la joven maniquí Chelo, un ángel tutelar vivaracho y sensible. Es impecable la reconstrucción de la atmósfera de la Barcelona de comienzos del siglo XX con su pululación de aves nocturnas (poetas, artistas, músicos), pero más impecable es, si cabe, la amenidad narrativa, la frescura estilística —y hasta la ironía cultural— con que Miñana ha urdido esta magnífica evocación novelesca. Quien desee conocer las peripecias de aquel que se presentaba como 'savant catalan' de la Societé d'Anthropologie de París debe darse el placer de leerla, aunque el auténtico placer descubrirá que reside en la escritura de Juan Miñana, que eleva el socorrido género de la novela biográfica a una categoría superior.