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El hijo pródigo del hip-hop congoleño

El rapero africano Baloji, en una imagen promocional.

El rapero africano Baloji, en una imagen promocional.

NANDO CRUZ
BARCELONA

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Nacido en la República Democrática de Congo, pero crecido en Bélgica, Baloji fue el típico adolescente fascinado por el hip-hop que odiaba la música de sus padres; en su caso, congoleña. Durante una década formó parte del grupo de hip-hop Starflam y al ver cómo el rapero de Chicago Kanye West sampleaba discos de Otis Redding se introdujo en el soul y el jazz. Desde allí llegó, por el camino más largo, hasta Franco, Tabu Ley y otras leyendas de su país influidas por la música americana de los 70.

Tras Hotel Impala (2007), un debut prometedora transición, Baloji se ha redescubierto a sí mismo. En su segundo disco, Kinshasa succursale (2011) hay soul, rumba zaireña, soca, guitarras eléctricas, funk, percusiones tribales, hip-hop... Es un diálogo fértil, constante e intenso entre pasado y presente. Un diálogo literal, puesto que Baloji viajó hasta la capital congoleña y durante seis semanas convocó a jóvenes cantantes locales como Royce Mbumba e históricas formaciones del género soukous como Zaïko Langa-Langa.

'SOULMAN' Y 'SHOWMAN' / Uno de sus encuentros más osados y fructíferos es Karibu ya bintou, canción en colaboración con Konono Nº1 (banda estandarte del revolucionario sonido congotronics) donde sus rimas suenan reforzadas por los estridentes y electrificados likembes (rudimentario instrumento de mano hecho de madera y láminas de metal). Otra, Le jour d'après, es una revisión crítica del himno Indépendance cha-cha (algo así como el equivalente congoleño a nuestro Libertad sin ira) que en 1960 sirvió para celebrar la independencia respecto a Bélgica con un festivo nos damos la mano y aquí no ha pasado nada.

A sus 31 años, Baloji sigue rimando principalmente en francés, pero ya es mucho más que un rapero. Es un soulman y showman integral con una visión abierta de la música desde la que invita a sus compatriotas a no reproducir patrones coloniales y a recordar que la democracia de su país es muy joven y frágil y, por lo tanto, hay que cuidarla bien.

En el último año Baloji ha actuado por medio mundo y ha dado conferencias en las que explica cómo se reconcilió con sus raíces. Ya no puede predicar mucho más con el ejemplo: en su banda, la Orchestre de la Katuba, toca Dizzy Mandjeko, veterano guitarrista de Franco y de Tabu Ley.