CRÓNICA

Gregory Porter, la voz gigante

El cantante conquistó el Liceu con su claridad y delicadeza irresistibles

Gregory Porter, en el centro, durante su actuación del lunes por la noche en el Liceu.

Gregory Porter, en el centro, durante su actuación del lunes por la noche en el Liceu.

ROGER ROCA
BARCELONA

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Gregory Porter cruzó el imponente escenario del Liceu y se acercó al micro con calma mientras su banda atacaba la primera canción de la noche. El gorro calado, el porte elegante, la mirada franca. Hizo un ligero gesto con los dedos, como si buscara las notas en un saxofón imaginario, empezó a cantar y su voz de barítono lo llenó todo. El escenario, que hasta entonces se antojaba gigantesco, se encogió. De repente el coliseo parecía un pequeño club de jazz como los que hasta hace poco eran su hábitat natural.

Tal es la fuerza, la cercanía de una voz que en los últimos tiempos ha vuelto a unir el jazz con el soul y lo está acercando a un público cada vez más amplio. La vez anterior que vino a Barcelona, hace un año y medio, lo hizo en el humilde Jamboree y el lunes cruzaba las Rambles de la mano del Festival Suite para estrenarse en un auditorio premier. Pero lejos de contagiarse de la solemnidad del lugar, Porter lo llenó de naturalidad.

Arropado por su cuarteto, el cantante de California conquistó al público del Liceu igual que conquista al que le descubre a través de cualquiera de sus tres discos. Canta con una claridad, una delicadeza y una franqueza irresistibles. Aunque sus voces son muy distintas, es heredero de la escuela que inauguró Nat King Cole, a quien recordó en el bis con una simpática interpretación de Quizás, quizás, quizás. Fue casi la única versión de la noche, porque Porter debe ser de los pocos vocalistas de jazz vivos con un repertorio propio de primera. El vocalista de figura imponente no sólo canta que enamora, también compone canciones sencillas y memorables, piezas empapadas de soul que interpreta con recursos de vocalista de jazz pero sin adornarse nunca más de la cuenta.

Con un dominio envidiable del ritmo del espectáculo, moduló su portentosa garganta para alternar piezas sobre amantes no correspondidos, sobre presos cumpliendo condena o sobre la lucha por los derechos civiles. Y en cada papel sonó igual de convincente. Porque además de una voz privilegiada y un cancionero que ya querrían muchas estrellas del soul, Porter tiene un don: cuando canta siempre parece que dice la verdad. No se ha oído a un cantante como él en mucho tiempo.