Eduardo de Filippo, el ilusionista

La actriz Carolina Rosi, nuera del autor director y actor, participa en un homenaje al gran icono del teatro italiano tras la representación de 'Sik Sik y otros' en el Teatre Akadèmia

Javier López, Annabel Totusaus, Sergi Belbel, Mercè Managuerra, Guido Torlonia, Carolina Rosi, Llúis Pasqual, Pep Molina, Xavier Capdet y Marta Olivella.

Javier López, Annabel Totusaus, Sergi Belbel, Mercè Managuerra, Guido Torlonia, Carolina Rosi, Llúis Pasqual, Pep Molina, Xavier Capdet y Marta Olivella. / periodico

ELENA HEVIA / BARCELONA

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Hubo una época en la que en Nápoles las frases de Eduardo de Filippo, las ocurrencias de sus obras teatrales, corrían de boca en boca, integradas en la vida cotidiana. Hoy, lo constata su nuera, la actriz Carolina Rosi, viuda del hijo, Luca de Filippo, "cuando los jóvenes oyen Eduardo creen que se está hablando de fútbol". Y sin embargo, durante varias décadas del siglo XX el dios popular de la escena italiana -con el permiso de Totò- no necesitó apellido. Toda una venganza poética porque su padre, Eduardo Skarpetta, otro titán del teatro popular, jamás se lo dio.

Este miércoles en el pequeño Teatre Akadèmia de Barcelona, aprovechando las representaciones de 'Sik Sik y otros', se rindió un homenaje a Eduardo, el autor, el actor, el director, con la presencia no solo de Rosi, sino también de dos de los hijos de Luca, también actor, quien falleció inesperadamente el año pasado, tras una vida marcada por el amor al padre. Luca, tercera generación de cómicos, solía felicitarse de que no hubiera una cuarta, porque sus hijos no continuaron la saga.

Sobre el escenario del Akadèmia, acabada la función, tres obras breves en busca de esa difícil alquimia entre sencillez y complejidad que tan bien dominaba De Filippo, se reunieron los actores, destacando un Pep Molina que se diría una reencarnación, facciones demacradas, cara de cuchillo, del mismísimo Eduardo. Junto a ellos Mercè Managuerra, directora artística de la sala; la regidora Marta Olivella; el director, el italiano Guido Torlonia, amén de dos de los directores que más aman a De Filippo y que mejor lo han comprendido, Lluís Pasqual ('A teatro con Eduardo') y Sergi Belbel ('Dissabte, diumenge i dilluns'). Y naturalmente, Carolina Rosi, belleza a lo Sophia Loren, que no solo lleva sobre sus espaldas el legado de su suegro y su marido, sino también el de su padre, el director italiano del cine político por excelencia de los años 70, Francesco Rosi.

FLACO, FLACO

FLACO, FLACOAntes del debate, silencio absoluto. Emoción. Una grabación devuelve la voz de Eduardo explicando que el mago protagonista de 'Sik Sik' es su personaje más amado. También es el que mejor le retrata: "Yo era flaco, flaco y así se dice en napolitano". Cuatrocientas cincuenta representaciones hizo de la obra, algunas con su hijo. Rosi evoca cómo Luca no quiso volver a representarla porque quería mantener pura la imagen de su padre, 80 años sobre las tablas, prácticamente ciego pero riéndose continuamente, sin importarle la enfermedad: "Eduardo decía que del cilindro de ese ilusionista salieron todos sus personajes". Como evocó Torlonia, el director: "Eduardo tenía 28 cuando creó al 'artífice', iba en un vagón de tren de tercera clase y emborronó el papel con el que envolvía un bocadillo con el esbozo de la obra".

Pasqual, que le vio solo una vez -como Próspero en 'La tempestad', nada menos-, quiso despejar la x de su teatro. "Los napolitanos de a pie suelen sobreactuar en su vida cotidiana y esto es algo que Eduardo no hizo jamás. La suya es una naturalidad de verdad que te conmueve, algo parecido al hiperrealismo, que hoy solo los actores argentinos son capaces de alcanzar". Belbel alabó "la grandeza de lo pequeño". Todos se  acercaron al misterio sin resolverlo. La risa no necesita porqué. 

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