Dos películas de culto

Con 'Bilbao' y 'Caniche', segundo y tercer largometrajes de su carrera, Bigas exploró territorios nada transitados por el cine español

Mathilda May, en 'La teta y la luna'.

Mathilda May, en 'La teta y la luna'.

QUIM CASAS / Barcelona

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Aunque Bigas Luna siempre se mantuvo fiel a un tipo de temas y obsesiones, es evidente que hay un antes y después en su filmografía marcado por Jamón, jamón(1992), incluso un poco antes, cuando adaptóLas edades de Lulú (1990), según la obra de Almudena Grandes, y su sentido del erotismo, el voyerismo y la perversión se encauzó por derroteros menos experimentales y sugerentes que los de sus primeras películas.

Tampoco es que esa época resulte fácilmente etiquetable. Incluye, por supuesto, sus dos películas más personales e influyentes,Bilbao(1978) yCaniche(1979), ambos alumbrados con la ayuda de un productor, Pepón Coromina, fallecido en 1987 y tan importante como Bigas en el desarrollo de un cine barcelonés radicalmente distinto.

Pero en este primer segmento de su carrera hay también una sugestiva lectura de las andanzas del detective Pepe Carvalho --Tatuaje(1976), su ópera prima--, una aventura estadounidense muy extrema --Renacer(Reborn)(1981)--, un reciclaje de sus obsesiones sobre la pasión devastadora con formato algo más estandarizado --Lola(1986)-- y un fascinante ejercicio de hipnosis y metalenguaje cinematográfico, Angoixa(1987).

DeBilbaoaAngoixaparece que haya un mundo, pero en el fondo estas dos películas, las mejores de su obra, son apasionantes ejercicios sobre las formas de mirar y de ser contemplado, y ambas entran bastante de lleno en categoría de filmes de culto por su propia concepción y por el riesgo que suponían en el entonces ciertamente anquilosado cine español.

Lo mejor de Bigas es que, con estilo personal tanto en la puesta en escena como en los temas y condiciones de producción, intentó derrumbar los muros más conservadores que dominaban el cine hecho en España, en Madrid, en Catalunya y en Barcelona. Por ello, y junto al primer Almodóvar y el Iván Zulueta deArrebato--película vampírica rodada en 1979, justo entreBilbaoyCaniche--, Bigas puede considerarse uno de los pilares más revulsivos que tuvo el cine español del posfranquismo.

Si enBilbaomostró la obsesión de un tipo psicópata hacia una bailarina de estriptís, con imágenes impagables como la de la botella de leche derramándose sobre los muslos de la protagonista y una reflexión sobre la mirada y el voyerismo que solo superaría el David Lynch deTerciopelo azul, Bigas construyó enCanichela historia devastadora, aunque contada con la distancia hiriente de un entomólogo, entre dos hermanos y su perro caniche, haciendo de paso la radiografía cruel de una burguesía barcelonesa en decadencia.

Duchamp y Dalí

Bigas procedía del diseño y el interiorismo, de ahí su pasión por los objetos. Antes que cualquier cineasta, Marcel Duchamp podía ser una de sus influencias (Bigas participó con el diseño de una mesa en el homenaje que se hizo en 1973 a Duchamp en el Casino de Cadaqués). Estuvo vinculado a la Sala Vinçon de Barcelona. Trabajó en un corto nunca realizado sobre un relato de Bukowski. El nihilismo de este y el superrealismo de Dalí le marcaron más que el propio cine, de ahí que, como en el caso de Lynch, su obra, en su primera y sugestiva etapa, no admita referentes ni otras comparaciones cinematográficas.