CRÓNICA

Petitet y su rumba con pajarita en el Liceu

El palmero consumó su sueño de llevar el género al Gran Teatre en un concierto sinfónico con invitados como Joan Albert Amargós, Kitflus y Lucrecia

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zentauroepp40579537 barcelona 17 10 2017 petitet rumba en el liceu fo171018132536 / ÁLVARO MONGE

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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Una historia con trasfondo emotivo, a partir de la promesa que el palmero Petitet, aquejado de miastenia gravis, hizo a su madre, ya fallecida, de pisar el escenario del Liceu, condujo este martes a una insólita fusión de rumba y orquesta sinfónica, de guitarras con ventilador y atriles llenos de partituras. Un concierto lleno de invitados servido más bien a un relato personal, ese sueño hecho realidad por parte de Joan Ximénez Valentí, Petitet.

No es muy corriente que un artista poco conocido, sin un proyecto discográfico definido, se muestre de repente al público encabezando un concierto en el Liceu, pero se trataba, más que de mostrar una obra, de escenificar un logro personal y, en el camino, de jugar con la idea de la rumba como material cultural de primera división. Petitet, hijo de un palmero de Peret, Ramón El Huesos, y que acompañó asimismo tanto al autor de ‘El mig amic’ como a Gato Pérez, irrumpió con modos triunfales, colocándose al frente de una experimentada tropa de músicos. “No sé tocar ningún instrumento, pero tengo algo que otros no tienen: fuerza, rabia…”, dijo poniéndose la mano en el corazón.

Del Gato a Peret

Dejó que fueran los 27 integrantes de la Simfònica de Rumba del Raval, a los que hacía ademanes de dirigir, los que hablaran por él a través de clásicos como ‘Una lágrima’ y ‘El muerto vivo’, de Peret, y un ‘potpurri’ de Gato Pérez asentado en ‘Gitanitos y morenos’ y ‘Se fuerza la máquina’. Ahí, Yumitus del Pichón, Jack Tarradellas y Cocho se fueron sucediendo con solvencia al micro, envueltos en poderosos arreglos de cuerda y metal con quiebros de swing. Y Thais, en un sentido ‘Pensant en tu’ en la que entró en escena la Orquestra Simfònica del Liceu.

Petitet nos fue hablando de su enfermedad minoritaria, con la que “pierdes fuerza muscular” y que le hace sensible a la luz. Tomando asiento y poniéndose unas gafas de cristales oscuros, dio entrada a Joan Albert Amargós, que dirigió la copla ‘La bien pagá’, en voz de El Granaíno y con fogoso baile de la Tía Pepi, “de la calle de la Cera”, y a Chicuelo, que desplegó virtuosismo en unas largas bulerías. El peso instrumental, con una setentena de músicos sobre las tablas, llevó la rumba a otro plano, más grandioso y épico que callejero. Piezas como ‘El triunfo’, con el sobrio piano de Kitflus, y ‘Orisa’, bien defendida por Lucrecia.

Música popular subida de tono y en diálogo con una narrativa sentimental: Petitet, evocando a su madre, depositando un ramo de flores en una butaca vacía y haciendo subir a escena a la doctora Isabel Illa, jefa de neurología del Hospital de Sant Pau. Escenas que fueron grabadas con destino a una película, ‘Rumba pa’ ti’, de Carles Bosch, y que condujeron a la ‘Gitana hechicera’ más multitudinaria de la historia. Fiesta grande para culminar el sueño de Petitet.