Maria del Mar Bonet vuelve a Horta

La cantautora recuperó el cancionero de sus inicios en un emotivo recital en el auditorio de Els Lluïsos con el que abrió las conmemoraciones de '50 Anys d'escenaris'

Maria del Mar Bonet, en Els Lluïsos d'Horta.

Maria del Mar Bonet, en Els Lluïsos d'Horta. / periodico

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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Maria del Mar Bonet retrocedió de tal manera en el tiempo, este miércoles, en el escenario de Els Lluïsos d’Horta, que hasta nos pareció que le salía de nuevo el acento mallorquín de la chica que, en 1966, llegó a Barcelona para estudiar cerámica. Noche de emociones a flor de piel en el pórtico de esos '50 Anys d’escenaris’ que la cantautora conmemorará a lo largo de todo el 2017 con recitales de diversos formatos y temáticas y un nuevo disco cocinado en Cuba, ‘Ultramar’.

Fue un recital que consagró a “les cançons d’Horta”, compuestas en aquellos primeros tiempos de vecina del barrio, con su trasfondo primitivo, lleno de temperamento, como en les ‘Tonades de segar’ que abrieron la noche ‘a cappella’, con sabor a tierra y a ancestros, y luciendo una voz primorosamente salvaje. ‘Tonades d’espolsar ametlles’ y ‘Cançó de llaurar’, Mediterráneo puro, tan cerca de África, del flamenco, músicas que van y vienen a través de la historia. Y el acordeón de Dani Espasa y la guitarra de Borja Penalba dando grosor y calidez a ‘La mort de na Margalida’.

RUMBO A MENORCA

La sala, que este año ha celebrado su propio aniversario, el 150º, lucía igual que cinco décadas atrás, cuando la acogió por primera vez, y ella podía ver entre el público a sus amigos y vecinos de entonces. Jordi Aguadé, el ceramista, que le dio su primer empleo, y Carme Solé Vendrell, la ilustradora, con quien compartía entonces mesa de trabajo. “Estar a Horta és un poc com estar a casa”, aseguró, fascinada por esa regresión hacia “un món entranyable que es lliga molt amb la joventut”. Recuperó aquellas ‘cançons de Menorca’, que en su día pusieron un acento casi exótico en Els Setze Jutges, con un melodioso ‘Joan, d’on véns’, y las acompañó de sus primeros frutos como autora, como ‘Aigo’ y ‘Me n’aniré de casa’. Y la réplica a esta, ‘Mercè’, en la que decía a su madre que no temiera, que siempre volvería a la playa que conocían. “Les ones no em deixen, mu mare, / allunyar-me’n massa”.

Inesperada cita con la alta ‘Cançó de na Ruixa-Mantells’, tocada por el oleaje y la locura, anclada en el contrabajo de Jordi Gaspar y las percusiones de Antonio Sánchez, un ‘Jo em donaria a qui em volgués’ que recordó su breve alianza con Om y una ‘Petita estança’ con vistas a Toni Catany, el fotógrafo que la retrató en la mayoría de sus álbumes. ‘Dóna’m sa mà’, pieza que gustó tanto a Lluís Llach que la grabó en su álbum ‘Torna aviat’, y un recuerdo a Ovidi Montllor, con quien la cantautora actuó en Els Lluïsos en 1973, con ‘Homenatge a Teresa’, en encantado diálogo vocal con Penalba.

Los fantasmas de la dictadura, entre los pliegues de ‘Què volen aquesta gent?’, y unos bises que fueron de la tiniebla a la luz. Del fragmento del ‘Cant de la Sibil·la’, con su texto apocalíptico pero “de alerta, con esperanza”, camino de ‘Jota marinera’ y ‘La balanguera’, hilando e hilando, “com una aranya d’art subtil”, a través de los tiempos. Un círculo se cerraba en Horta a medida que la cantante bajaba al patio de butacas para abrazarse con quienes la habían arropado hace tanto. Pero se abren otros muchos en este ‘any Bonet’ que no ha hecho más que empezar.