Libros

El coleccionista del diario de Ana Frank: más de 60 ejemplares en 11 idiomas

Roberto Oliveira-Ogando, de Vigo, empezó a reunir las obras hace unos 20 años: “Me encantaría tener uno en gallego, estoy buscándolo”

Roberto Oliveira-Ogando, con varios ejemplares del diario.

Roberto Oliveira-Ogando, con varios ejemplares del diario. / RICARDO GROBAS

Borja Melchor

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Roberto Oliveira-Ogando residió cinco años en La Haya, en los Países Bajos, donde estudió la licenciatura de Percusión (2000-2005). Cuando recibía a amigos, un destino obligatorio era la casa de Ana Frank, en Ámsterdam, una niña alemana judía víctima del Holocausto nazi. En una de las visitas, se compró un ejemplar del diario en el que la menor reflejó por escrito los horrores del genocidio, que evitó durante dos años –estuvo escondida en el ático de un edificio desde julio de 1942 hasta agosto de 1944, cuando fue descubierta; murió meses más tarde, en 1945, en un campo de concentración de Bergen-Belsen (Alemania) a causa del tifus–. Fue el primer ejemplar de los más de 60 que atesora en su vivienda de Salceda de Caselas.

“Tengo ediciones en neerlandés, castellano, catalán, italiano, francés, alemán, portugués, portugués de Brasil, chino, japonés, finlandés y sueco”, reconoce el percusionista e investigador del músico olívico Enrique X. Macías Alonso. Durante un tiempo, leyó El diario de Ana Frank una vez al año y, mientras, compraba más ejemplares. “Me fui haciendo con una colección casi sin darme cuenta”, indica antes de destacar la “conexión” que guarda con la obra por lo que significa a nivel histórico. “Tengo sobre 50 ejemplares que van desde 2021 hasta 1951, la primera edición: acabo de comprar un ejemplar de ese año publicado por una editorial de Montevideo. También de 1958 y de los años 60, 70 y 80”, apostilla.

Su pasión, la música, lo ha llevado a diferentes partes del mundo todos los años, ya sea como percusionista o investigador: Irlanda, Estados Unidos, Suecia, Suiza, China, Francia, México, Argentina, Brasil, Francia, Italia, Países Bajos, Alemania, Portugal o Finlandia. Una treintena de países en total. Es durante estos viajes cuando intenta ampliar su colección. “Me encanta la lectura, pero también las antigüedades. Cuando me encuentro con una librería o un anticuario, siempre pregunto si tienen El diario de Ana Frank. Hago fotos a todos los que consigo para comprobar si lo tengo antes de comprarlo”, explica. También llega a más ejemplares en páginas web –mediante venta directa o pujas– y le echan un cable sus amigos cuando traspasan nuestras fronteras. “Ellos conocen mi afición y me los regalan”, apunta.

Se ha leído la obra en castellano “y un poco en portugués”. Les da a todos los ejemplares “el mismo valor”, pero destaca uno con especial cariño: el que le regaló una amiga con una dedicatoria “muy bonita” tras comprarlo en Suiza. Su objetivo ahora es hacerse con un diario en hebreo y otro en ruso: “He encontrado una puja, a ver si se pone de cara y los consigo”. Otra cuenta pendiente es tener en sus manos una edición en gallego. “Está agotada, pero continúo en busca y captura de uno; me encantaría. Y ya he localizado una en euskera”, comenta.

Considera que “todo el mundo debería leer una vez en la vida al menos” El diario de Ana Frank para “no volver a caer en los errores que se cometieron” en aquella época. “No tiene ningún tipo de sentido infravalorar o sobrevalorar un territorio, una raza, una religión o un personaje. Las guerras pasadas y actuales son el negocio más rentable para las grandes esferas tanto en la época de preguerra, en guerra y en posguerra, con todos los trabajos de reconstrucción necesarios. Es dinero, pero se pone la excusa de la religión, la raza o el territorio”, reflexiona, a la vez que recomienda su lectura, principalmente, en la adolescencia, etapa en la que la protagonista falleció.

La edición definitiva no llegó hasta 1986

El diario escrito por Ana Frank es considerado uno de los documentos testimoniales más importantes del Holocausto judío durante la Segunda Guerra Mundial. Fue publicado por primera vez en junio de 1947, aunque su edición definitiva, realizada por el Instituto Holandés para la Documentación de la Guerra, con la certificación científica de su autenticidad, no llegó hasta 1986, más de 40 años después de la muerte de Ana Frank. Fue su padre, Otto Frank, el responsable de la edición publicada en 1947.

Una investigación reciente desveló que Otto reclamó desesperadamente visados para huir y proteger a los suyos de los nazis, pero las solicitudes fueron rechazadas en varios países de Latinoamérica y Estados Unidos. Toda la familia, salvo el padre, murió en los campos de concentración: también su madre, Edith –a causa de la inanición–, y su hermana, Margot –debido al tifo–. 

Suscríbete para seguir leyendo