Joe Rígoli

Con ellos llegó la risa

El cómico de las muecas imposibles, fallecido esta semana, formó parte de una generación de artistas y presentadores latinoamericanos que triunfó en la tele en España en los años 60 y 70

En las imágenes superiores, Bigote Arrocet en el 'Un, dos, tres' (izquierda) y Chicho Gordillo (derecha). Abajo, Chicho Ibáñez Serrador y Kiko Ledgard.

En las imágenes superiores, Bigote Arrocet en el 'Un, dos, tres' (izquierda) y Chicho Gordillo (derecha). Abajo, Chicho Ibáñez Serrador y Kiko Ledgard.

JUAN FERNÁNDEZ

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Avanzada la década de los 70 prosperó la expresión «hacer las Américas» para describir la estrategia comercial de la pléyade de artistas españoles que eclosionaron en aquella edad dorada de la canción ligera. Tocado el techo nacional, al otro lado del charco les esperaba la promesa de una mina de aplausos y ventas. Lo curioso es que ese mismo viaje, con menos ruido pero mayor impacto popular, se hizo en sentido contrario algunos años antes.

A mediados de los 60 comenzó a emigrar a España un rosario de humoristas, cantantes y presentadores latinoamericanos que en los años siguientes tuvieron un destacado protagonismo en la tele y, de rebote y sin buscarlo, iban a participar en la educación sentimental de un país que se disponía a mandar al desván el canon estético y moral del franquismo e hilvanaba el patrón de un tiempo nuevo.

La memoria oficial de la transición está llena de nombres de políticos y fechas históricas. La íntima, sin embargo, la ocupan figuras como Luis Aguilé, Kiko Ledgard, Chicho Gordillo, Joe Rígoli y Mayra Gómez Kemp, todos llegados de Latinoamérica en esos años, y los grandes hitos se llaman Todo es posible en domingo, Hoy también es fiesta, Llegada internacional y Un, dos, tres, nombres de algunos de los programas donde triunfaron gracias al humor, las canciones y el talento para el entretenimiento.

La muerte de Joe Rígoli -ocurrida el martes a los 78 años en Mar del Plata (Argentina), donde malvivía casi en la indigencia- se ha llevado a la mueca por antonomasia de la época. Su boca abierta como una almeja y su sonrisa exagerada evocan a programas como ¡Señoras y señores! (1975), Un, dos, tres (él debutó en 1977) y Fantástico (1979), donde solía protagonizar sketches de humor blanco. Su techo de popularidad lo había alcanzado antes, en 1972, con el personaje Tancredo Tardón en el magazine familiar dominical Tarde para todos. Suyo fue el famoso latiguillo «¡yo sigo!» que coreó el país entero.

Chicho, el rey Midas

Antes que él llegaron otros, como el peruano Chicho Gordillo, cuyas recordadas imitaciones ya cosechaban ovaciones en Escala en Tenerife (1964), Noche de sábado (1965) y Tarde para todos. Y el uruguayo Chicho Ibáñez Serrador, que se había mudado a España junto a sus padres en 1947 y tardó poco en erigirse en el rey Midas de la tele gracias a Historias para no dormir (1965), Historia de la frivolidad (1968) y, sobre todo, el mítico Un, dos, tres, que comenzó a emitirse en 1972 y cuyo primer presentador fue el peruano Kiko Ledgard, otro showman que se trajo del otro lado del Atlántico la chispa y el olfato necesarios para empatizar con el público.

El concurso de la calabaza Ruperta fue el trampolín también para el argentino Bigote Arrocet, que debutó en 1977 haciendo su popular personaje mexicano, y, sobre todo, para la cubana Mayra Gómez Kemp, que tomó el relevo de Ledgard en la segunda etapa del programa. No eran americanos, sino españoles, los Payasos de la tele, pero irrumpieron en TVE tras convertirse en estrellas del circo en países como México, Argentina, Venezuela y Puerto Rico.

Aquella era una tele naíf, sin más aspiraciones que entretener a la audiencia, que por otra parte estaba asegurada y aceptaba con la misma entrega los gestos imposibles de Rígoli que las corbatas criminales de Luis Aguilé. Llegaron de América cantando y riendo, y de su mano el país pasó del blanco y negro al color.