Un Bergman porteño

La presencia de Ricardo Darín en el Tívoli produjo, la noche del jueves, una verdadera conmoción. El actor argentino volvía al mismo teatro en el que triunfó hace 9 años con Arte, para representar junto a Érica Rivas (Relatos salvajes) Escenas de la vida conyugal de Ingmar Bergman.

Las colas eran la imagen de la expectación despertada para ver la versión, en clave de comedia dramática con acento porteño, de la obra que el sueco adaptó para el teatro tras el éxito de la miniserie y la película Secretos de un matrimonio. La dirección de la legendaria Norma Aleandro, 20 años atrás protagonista de la pieza, era otro de los alicientes.

Contar con Darín y Rivas era una garantía. Otra cosa es que su lectura de la obra coincidiera con las coordenadas más profundas del filme. La versión de Fernando Masllorens y González del Pino pone el acento en lo cómico y sarcástico de la tragedia que viven Juan y Mariana, un matrimonio sometido a los vaivenes del desgaste de su relación.

Reacciones del público

El resultado de la ágil función se vio en las reacciones de un público entregado a la comedia hasta el punto de reír incluso cuando no tocaba en las escenas de mayor dramatismo y tensión. Pero hay que reconocer, pese a esta contradicción, que el espectáculo funciona y que no traiciona del todo el mensaje que dibuja el diseccionador bisturí de Bergman.

Desde una sinceridad brutal, el montaje denuncia la hipocresía y autoengaño que habitualmente preside la vida matrimonial. Aparecen dudas, recelos, contradicciones, rutinas que liquidan la vida sexual y el resultado de las erróneas decisiones. La pareja se rrencontrará tras su divorcio para insistir en sus dilemas.

Darín sirve a su personaje a la deriva componiendo con buena dicción y gestos precisos la neurosis del porteño. Rivas retrata a la mujer atada a sus atavismos familiares y al amor por Juan. El de ambos es un buen ejercicio teatral al servicio de la idea de dar profundidad a la comedia.