El 11-S del imperio romano

Santiago Castellanos compara presente y pasado en 'Barbarus', donde presenta el primer saqueo de Roma

El historiador y novelista Santiago Castellanos, en el Coliseo de Roma.

El historiador y novelista Santiago Castellanos, en el Coliseo de Roma.

ERNEST ALÓS / ROMA

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Paseando por las estancias vaticanas, el profesor Santiago Castellanos observa en el techo un fresco de Tommaso Laureti en el que no se había fijado nunca. Una estatua pagana en el suelo, hecha pedazos. Su lugar en el pedestal lo ocupa una cruz. Alrededor, la arquitectura romana se mantiene en pie. Utilizará con sus estudiantes de Historia Antigua de la Universidad de León, nos comenta, esta imagen que explica tan eficazmente el triunfo del cristianismo en los últimos siglos del imperio romano. Igual que los ha narrado él con su primera novela histórica, Martyrium. El ocaso de Roma (Ediciones B), a la que ahora sigue Barbarus. La conquista de Roma, que hoy llega a las librerías. Una segunda entrega que acaba con la conquista y saqueo de Roma por Alarico, un hecho «que supuso un shock psicológico tan enorme que es posible hacer un paralelismo con el 11-S en EEUU, cuando la gran potencia se vio atacada en su propio corazón», opina el autor.

DEL DANUBIO A ROMA / Castellanos (Logroño, 1971) es tan pedagógico en sus lecciones como novelesco a la hora de ficcionar. En Barbarus, un niño y una niña godos, Eldes y Dago, comparten el itinerario de su pueblo entre los años 376 y 410 d. C.: muertos de hambre y perseguidos por los hunos, cruzan a miles el Danubio. «Son cristianos que vienen para asentarse como granjeros, que quieren venir a vivir a un mundo mejor», explica Castellanos. Allí los godos son encerrados y sometidos a un hambre atroz -«el episodio de los padres que venden a un hijo como esclavo a cambio de carne de perro está extraído de un testimonio directo de los hechos, el del historiador y soldado Amiano Marcelino»- hasta que hartos de humillaciones se alzan en armas y masacran en Adrianópolis al emperador Valente y sus legiones. Llega la paz, Eldes y Dago se instalan como campesinos en Tracia y buscan un futuro mejor como orfebres en Roma, pero esta no aprende la lección, vuelve a burlar a los líderes visigodos y la historia acaba con Alarico saqueando Roma por vez primera (que no última; el imperio de occidente seguiría existiendo otros 66 años) en ocho siglos.

Los dos clímax bélicos del libro, Adrianópolis y el saqueo de Roma, tienen, por cierto, un papel muy moderado en el conjunto del libro, frente a la peripecia de Eldes y Dago, de su hijo Waldo, el prototipo del inmigrante de segunda generación que transforma la marginación en violencia contra la sociedad de acogida, la prostituta Fulvia y el pícaro Rufio, que explica chistes romanos reales, conservados en un repertorio del siglo IV, el Philogelos, «que por cierto demuestra que los romanos tenían un sentido del humor soez y basiquito»... La opción de Castellanos vendría a ser algo muy parecido al método Follett: «Contar  a partir de personajes de la vida cotidiana procesos complejos, y al mismo tiempo movernos en el mundo de las emociones».

«La pregunta del millón -se plantea el escritor e historiador- es: ¿esto se va a hundir como se hundió Roma? Hay paralelismos que son inevitables pero no son crisis idénticas. Esstaría vendiendo humo, como un oportunista, si dijera que la crisis de Roma es como lo que estamos viviendo, que esto se hunde».

Pero este serio historiador no puede evitar dejarse llevar una y otra vez por los paralelismos, paseando por las ruinas del foro, «porque la crisis de Roma es la crisis de Roma, pero como elemento de reflexión podemos compararla; era crucial que el lector tuviera en la retina la corrupción, la crisis fiscal por la presión recaudatoria sobre las clases medias y la evasión fiscal de los ricos, la inoperancia militar, la inmigración,  el choque religioso... Es increíble el paralelismo entre la ley que prohibe entrar en la ciudad vistiendo las bracchae, los pantalones de los bárbaros, y los intentos de prohibir el uso del burka. O entre los godos apiñados al otro lado del Danubio y quienes están esperando a saltar la valla». Hay otro peligroso fantasma que sobrevuela este discurso. Pero Castellanos apunta a la falta de generosidad y aún más de inteligencia a la hora de encontrar acomodo en el imperio a los recién llegados. «Necesitaban mano de obra, y mano de obra militar. Y Roma fracasó, no les supo integrar. Nosotros necesitamos políticas de integración inteligentes, aunque me temo que en algún país llega tarde».

LOS BÁRBAROS / El tópico «del bárbaro como un tipo de largos cabellos, ojos azules, que viste con pieles, huele muy mal y es muy leal con sus jefes» viene de Tácito y lo conservó el romanticismo. Pero Castellanos quería mostrar que «los bárbaros no eran tan bárbaros como pensábamos, sus jefes portaban signos de poder a la romana, fueron invasores pero también altos oficiales porque ni las legiones eran las de las películas, ni tampoco los bárbaros». De la visión romántica de la caída de Roma con columnas abatidas, llamas por doquier y vírgenes violadas a los pies de guerreros salvajes, muchos quisieron pasar a otra  relativamente incruenta, como si Alarico hubiese pedido educadamente las llaves del Capitolio en recepción. ¿Con cuál se queda? «Hubo tres días de saqueo, no fue un paseo veraniego pero tampoco supuso la quiebra de la ciudad. Existe un más que probable pacto con el obispo de Roma para que no se toquen las iglesias cristianas».

EL COLISEO / Una de las paradas que Castellanos ha elegido para presentar su novela en Roma es el Coliseo. En la novela, un aguafiestas monje cristiano, al más puro estilo Jimmy Jump, intenta boicotear la degollina. Le abuchean, claro. «La gladiatoria forma parte del ADN de Roma, pero este es un reflejo del inicio de su fin, de un cambio de valores progresivo. La gladiatoria pierde al apoyo de los nuevos poderes,  los obispos y la aristocracia cristianizada, pero también va dejando de ser rentable», explica el autor. ¿Que se acabase con una sociedad que coreaba, como seguidores de Bruce Springsteen en el Camp Nou, el espectáculo de la muerte de seres humanos no es una muestra de que el ascenso del cristianismo trajo unas cuantas cosas positivas? «La apuesta por el cristianismo fue política. Esa ética de la persona -responde Castellanos- debe ser vista de forma positiva, pero también tenemos la alianza con el poder, el mantenimiento de la esclavitud... Al final, en los títulos de crédito de esta película, lo que quedan son los obispos».