Un gran Rachmaninov con Nikolai Lugansky
El pianista ruso levanta pasiones en Torroella con Schubert y un repertorio ruso
César López Rosell
Periodista
El debut en el Festival de Torroella de Nikolai Lungansky (Moscú, 1972) despertó gran expectación. El público se las prometía felices con un programa en el que, además de Franck y Schubert, estaban presentes Chaikovski y Rachmaninov, dos de sus especialidades. Y se puede decir, a la vista de las aclamaciones finales, que la visita del versátil pianista colmó las exigencias del público que prácticamente llenaba el Espai Ter, aunque fue con el último de los compositores rusos con el que levantó pasiones.
De menos a más. Así transcurrió la velada que se inició con una notable frialdad comunicativa con 'Preludio, fuga y variaciones para órgano', transcrita para piano, de Franck. La figura siempre erguida de un artista poco amigo de la gesticulación poco espontánea de otros colegas a la hora de ponerse frente al teclado mostró un cierto mecanicismo. Impecable técnica, pero escasa química comunicativa.
BUEN CONTROL DE LAS DINÁMICAS
Con los 'Cuatro impromptus' de Schubert emergió la rica musicalidad de estas piezas románticas del estilo informal propio de las improvisaciones. Lectura correcta con matices para el debate de los distintos pasajes y especial brillo en el tercero de poderosa inspiración lírica y largas melodías. Vistoso el cruce de manos sobre el teclado en la primera pieza, haciendo siempre un buen uso del pedal de resonancia para proyectar una mejor sonoridad y, en general, buen control de las dinámicas.
De 'Las estaciones' de Chaikovski, viaje musical por los meses del año en el hemisferio norte, colección que Lang Lang recrea completa en su gira, Lugansky seleccionó las seis últimas piezas empezando por la arrebatadora ‘Barcarola’ correspondiente a junio. La interpretación respondió al libro de estilo, pero se echó de menos una mayor capacidad de transmisión del espíritu del compositor. Destacaron la expresividad mostrada en ‘La caza’ (setiembre), el ‘Andante doloroso e molto cantabile’ desarrollado en el ‘Canto de otoño’ (octubre) y el tiempo del alegre vals de Navidad.
AUDITORIO ENTREGADO
Pero donde el músico destapó el tarro de las esencias fue con los ‘Momentos musicales, opus 16’ de Rachmaninov, de los que seleccionó cuatro de las seis obras. Virtuosismo, ágil transcripción de las notas y atmosférico y cromático viaje por la variedad de temas que se exponen en esta serie. Por si fuera poco, y después de una magistral versión de la ‘Canzone serenata’ de su compatriota Messmer, dejó anonadado al personal con el bellísimo ‘Preludio, número 5, opus 23’ que puso en pie a los entregados espectadores del auditorio. Rachmaninov en vena.
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