EL PILOTO CAYÓ EN LOS ENTRENAMIENTOS DEL GP DE INDIANÁPOLIS

El día en que Fonsi Nieto volvió a nacer

El glamuroso sobrino del '12+1' estuvo 40 segundos muerto en el Methodist Hospital de Indianápolis

La familia Nieto, en Brno.

La familia Nieto, en Brno. / EMILIO PÉREZ DE ROZAS

EMILIO PÉREZ DE ROZAS

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La doctora July se acercó a Fonsi Nieto, el glamuroso piloto de Moto2, uno de los grandes protagonistas de la vida rosa y un profesional que trata de vivir, con fortuna caprichosa, una segunda juventud en el Mundial de motociclismo tras pasar varios años en el campeonato de Superbikes. Es domingo. Estamos en la habitación 4064 del Methodist Hospital de Indianápolis.

- ¿Qué dìa cumples años, Fonsi?

- El 2 de diciembre, doctora. Y voy para los 32.

- Pues, que lo sepas, ya tienes dos cumpleaños. El 2 de diciembre y este 29 de agosto. Has vuelto a nacer. Deberías de celebrarlo cada año.

La historia del segundo nacimiento de Fonsi González Nieto, sobrino del mítico Ángel Nieto, arranca en los entrenamientos del Gran Premio de Indianápolis de Moto2. Fonsi, que va camino de conseguir la pole de la parrilla, va como un cañón. Las pantallas de cronometraje indican, con los cascos rojos, que va en tiempo récord, en vuelta rápida. Pero la moto, de pronto, le escupe por las orejas, con tan mala suerte que cae de pie sobre el asfalto, y su pierna izquierda se destroza en menos de una décima de segundo. Su astrágalo y calcáneo quedan, simplemente, hechos añicos. “Es lo que llamamos una fractura por estallido, los huesos quedan fragmentados en un lugar horrible, pues es la conexión con el tobillo, otro sitio delicadísimo”, explica el doctor Ángel Villamor, de la clínica Otra Medicina Avanzada, de Madrid, que, desde ese mismo instante, no cesa de estar conectado, vía telefónica, con Pablete Nieto, hijo del 12+1, primo de Fonsi y el hombre que no se separaría de nuestro protagonista ni un minuto.

Dos graves errores

Fonsi es trasladado al Methodist Hospital donde, incomprensiblemente, tardan un montón de horas en operarle. Los expertos consultados por EL PERIÓDICO consideran que ese es el primer error del centro médico que acoge al piloto madrileño. Esas fracturas han de operarse al instante, explican, porque son puntos de enorme riego sanguíneo, muy delicados de consolidarse y cuyas cicatrices atormentan a doctores y pacientes si no se hacen rápido y bien.

Cuando operan a Fonsi, el domingo, comprueban, en efecto, que están ante un caso muy especial. Tanto que una intervención, que normalmente dura dos horas, se extiende más allá de las seis horas. Segundo error, gravísimo, no dejan la herida de la pierna abierta, con un drenaje, para que respire, sino que la semisellan con una venda, que oprime mucho el pie del piloto. Han reconstruído los huesos con meticulosidad, sí, tal vez, pero el martirio, el dolor, la desesperación, el caos, el fantasma de la muerte está por aparecer.

Fonsi es instalado en una de las dos camas de la habitación 4064. Pablete está junto a él. También su tío Ángel, que ha descartado regresar, de momento, a España y ha lanzado a la papelera su billete Chicago-Madrid. Fonsi está sedado, dormido, atormentado. El enfermero coloca en la mano derecha de Pablete un interruptor, una pera, y le explica que, si Fonsi siente dolor, puede apretar esa pera cada diez minutos y notará cierto alivio “porque ese botón activa un chute de calmante”.

Cuchillos en el tobillo

Acaba de entrar en la habitación David Martínez, Pato para todo el Mundial de motociclismo, responsable de prensa del equipo Repsol-Honda, que antes de acudir, esa misma noche, a la fiesta de cumpleaños de Jorge Martínez Aspar, ha querido visitar a su amigo. Cuando David ve que Fonsi se va despertando de la anestesia, juguetones ellos, modernos ellos, se conectan a Internet, al Facebook, al Twitter. Bromean, intercambian frases, le animan. Pero la palabrería dura muy poco en aquella habitación.

De pronto, Fonsi empieza a gritar, a chillar, “como un auténtico cerdo al que están matando”, explican los presentes. Le duele horrores. Y, cuando dice horrores, es horrores. La pera no sirve para nada. Ya no hay calmante que frene el dolor. Son cuchillos que se clavan en su tobillo, en su pierna y llegan hasta la ingle. Pablete llama al enfermero. “No puedo hacer más. El plan es este. Le daré estas dos pastillas de refuerzo, pero no le harán efecto hasta dentro de dos horas”.

Ni pera, ni calmantes, ni pastillas. Fonsi arde por dentro. Se saca el pijama, se destapa, se rasca por todo el cuerpo y sigue gritando de desesperación. Pablete y David van en busca de la doctora July, que entra rauda en la habitación. Se percata del tormento que está sufriendo Fonsi y le inyecta un calmante intravenoso. David, que ve que Fonsi reacciona sereno, satisfecho, a esa aguja, besa la mano de la encantadora doctora y le agradece el gesto. Puede ser Valium en sobredósis, pero a casi todos los presentes les da igual. Fonsi se siente muy aliviado. Estaban hartos de verlo sufrir. E impotentes.

"A hostia limpia" con Fonsi

Fonsi dobla, de pronto, la cabeza sobre la almohada y se queda con la boca y los ojos semiabiertos. Pablete y David interpretan que se ha dormido. La doctora, no. La doctora sospecha. “Hubo una reacción adversa a los calmantes, a los sedantes”, intuye Villamor desde Madrid. La doctora lo presiente. A los cinco segundos, decide golpearle, cariñosamente, el esternón. “¿Fonsi? ¿Fonsi? ¿Fooooonsi?”. No responde. Pablete y David no se percatan, aún, del peligro, de lo que está por llegar. La doctora July, sí, y coloca, delicadamente, su dedo índice derecho sobre la yugular de Fonsi. No hay respuesta alguna. “Fonsi se pone gris. Y, entonces sí, Pablete y yo empezamos a desesperarnos. Y mucho”, explica David Martínez.

July vuelva, casi de un salto, sobre la cama de al lado. Abre, de golpe, el armarito que había sobre el cabezal del piloto. Caen, como mascarillas del avión, una máscara de oxígeno, que la doctora aplica a la boca de Fonsi, mientras masajea su corazón y, con la mano izquierda, aprieta el botón rojo de alarma máxima. Pablete y David abofetean, “a hostia límpia”, cuenta Pato, el rostro de Fonsi. Pero ni por esas. La doctora July grita “¡help, help, heeeeeelp!

July recibe refuerzos al segundo. Es evidente: Fonsi sufre una parada cardíaca, que duraría 40 segundos. “Estuvo muerto, Emilio, estuvo muerto. ¡Muerto! 40 segundos”, explica, de nuevo con lágrimas en los ojos, Ángel Nieto. La sirena está sonando en el pasillo del cuarto piso del Methodist Hospital. Ha entrado un ejército de salvación en la habitación. Pablete y David se han ido al pasillo. Los han sacado. Y ellos han salido corriendo, esquivando dos carritos, que empujan auténticos enfermeros-atletas, con los equipos de reanimación.

"Estabas muerto, chaval"

Pasan ocho minutos. Tal vez nueve. Diez, sí, sin duda, han pasado 10 minutos. Ni Pablete ni David se han atrevido a vivir esos 600 segundos junto a la puerta de la 4064. De haberlo hecho, hubieran intuido que Fonsi Nieto, el glamoroso Fonsi Nieto, el simpatiquísimo Fonsi Nieto, aquel chico que, en sus mejores años de motociclismo, paseó por los boxes del brazo de la preciosa Elsa Pataki, estaba volviendo a nacer, vivía su segundo parto. Allí dentro, alguien estaba pariendo otro campeón, otro ganador.

Estamos en el minuto 11 de la nueva vida de Fonsi. Pablete lleva una hora llorando. David, el mismo tiempo. Ven salir a los primeros enfermeros de la habitación. Caras largas. Auténticos palos. Silencio más que absoluto. Se temen lo peor. Intuyen lo peor. Se abrazan. `Pato¿ por poco asfixia a Pablete. Pero, de pronto, la cuarta persona que sale de la 4064 emerge con una sonrisa de oreja a oreja. Y ellos vuelan hacia el pórtico. Entran como si entrasen en el portal de Belén. Y, sí, ven a Fonsi vivo, recuperado, entero. Buen aspecto y totalmente empapado en sudor. “Era como si acabase de salir de la piscina”.

Se abrazan los tres. Lloran los tres. Berrean los tres. “Estabas muerto, chaval, que lo sepas”, le dice David. Pablete, ni hablan. Solo llora. “Ese rostro, esa cara, gris, pálida, sin respiración, se me aparece en sueños, la tengo grabada en mi mente. No la olvidaré tan fácilmente”, relata David.

No acaba todo ahí. Fonsi está vivo, pero su pierna sigue ahí, hinchada, hinchadísima. No hay drenaje, recuerden. Villamor le sugiere a Pablete que les diga a los médicos que hay que operar, de nuevo, abrir y drenar. Villamor habla con los médicos norteamericanos. Bueno, en realidad no ha dejado de hacerlo en todo el domingo. Lo vuelven a operar el lunes. El martes sigue el dolor. La pera lo calma de vez en cuando. Sube un doctor. Y se sorprende de lo enorme que está el tobillo. Villamor se come los codos. Deberían de haberlo traído a España, pero era imposible.

Dos cumpleaños que celebrar

El médico norteamericano le pregunta a Fonsi si ha comido algo. Fonsi dice que sí. El galeno le dice: “Lo siento, entonces no puedo bajarte al quirófano”. Y, allí mismo, en vivo, le abre en canal el pie, el tobillo, con un bisturí y la sangre sale libre, todo se descompresiona. Fonsi se queda relajado, pero gritando de dolor. Siente alivio, pero por poco se desmaya. Más calmante. Menos peligro, pero idéntico dolor.

Fonsi acaba de visitar hoy el quirófano por tercera vez. Pablete explica que ha sido para “drenarle, de nuevo, la herida, limpiarla detenidamente, comprobar que han desaparecido los coágulos y volver a cerrar”. Fonsi vuelve a la 4064. Ya está todo controlado. Es más, se pone a redactar una carta de agradecimientos múltiples en el Facebook. Se titula: “La luz al final del túnel”.

Pablete lo tiene todo a punto. Vuelven a España ¡ya!. Villamor lo tiene todo listo en Madrid. David está cuidando de Dani Pedrosa en Misano. Ángel Nieto vive colgado de su móvil en ese circuito. Valentino Rossi ha ido a verlo y le ha enviado un mensaje grabado a Fonsi. “Te dolerá. No dejaras de llorar durante unos días. Pero sé fuerte. Te esperamos”, le dicta el Doctor, que no tiene ni idea de medicina. Como muchos. La familia González Nieto ya tiene dos cumpleaños que celebrar.