Aprovechemos la coyuntura

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España acaba el año con un éxito generalizado en cuanto a la evolución de la mayoría de los indicadores económicos con respecto a años anteriores. Avance del PIB (3%-3,2%), disminución del paro hasta el 18,9% y reducción del déficit público hasta el 4,6 % del PIB. Estos datos se traducen en un optimismo generalizado entre empresarios y consumidores que mejoran las perspectivas de todos los agentes económicos. Pero ¿qué factores han contribuido a esta mejora? La economía española continua mostrando un notable vigor basado en dos elementos clave: el gasto en consumo privado y la demanda externa.

El primer aspecto es determinante para la recuperación en un modelo económico como el actual en el que predomina un exceso de capacidad productiva u oferta latente con respecto a la demanda existente. La gran evolución tecnológica junto con la facilidad de ser transferida entre diferentes empresas y países hacen necesario un gasto en consumo muy superior al de épocas anteriores a fin de dar salida a su gran capacidad productiva. De no ser así, las empresas con productos cada vez menos diferenciados entre sí se ven obligadas a competir disminuyendo los precios de venta de sus artículos (verdadera causa de la deflación actual) para evitar la acumulación de sus existencias e intentan compensar la caída de sus márgenes mediante una reducción del resto de sus costes, entre los que se encuentran los salarios, provocando que el gasto en consumo privado disminuya aún más, entrando en un círculo vicioso de exceso de recursos productivos infrautilizados, no haciendo necesarias nuevas inversiones y por consiguiente la creación de empleo.

El consumo privado ha aumentado en parte debido a un incremento en la confianza del ciudadano, o mejor dicho, a una disminución del temor a perder el empleo, de una porción de la población ya ocupada. Esto, unido a un consumo contenido durante una etapa tan prolongada de crisis, ha generado un incremento puntual de este a niveles superiores a los que se había ajustado anteriormente, incluso, por encima de sus posibilidades salariales. Para ello ha jugado un papel muy determinante la política monetaria expansiva del BCE canalizada mediante el sector bancario facilitando el crédito en unas condiciones como nunca antes se habían visto en la economía en cuanto a bajos tipos de interés y mayor riesgo asumido por la amplitud de activos válidos para financiar. Esta política expansiva ha permitido una relajación de consumidores y empresas en cuanto a la refinanciación de sus deudas creando un efecto de mayor renta disponible ficticia y temporal que han destinado al consumo o a la renovación de activos.

El buen comportamiento de la demanda externa, también llamadas exportaciones (entre las que se incluye el gasto del turismo que viene a España), ha sido determinante para el crecimiento. Ha contribuido la economía de nuestros países clientes (básicamente Europa), la inestabilidad político-social de otros países competidores como destino turístico (Turquía, Egipto o Túnez entre otros) y la devaluación del euro.

Riesgos y puntos débiles

lgunos de los riesgos que pueden condicionar la evolución económica de nuestro país son de carácter externo y, por consiguiente, difícil poder influir en ellos, pero otros son puntos débiles estructurales que tiene la economía española y que deberemos afrontar.

Con respecto a algunos de los riesgos de carácter externo podemos citar:

1. Creciente descontento social respecto del proyecto europeo que se percibe como un generador de desigualdad. El Brexit o el referendo de Italia son dos ejemplos. Este año hay elecciones en Francia y Alemania donde aumentan las voces a favor del proteccionismo nacional. Esta inestabilidad política unida a una disminución en su crecimiento económico puede afectar en la evolución de nuestra demanda externa.

2. El precio del petróleo. Somos un país netamente importador de este combustible. La evolución de 86 euros en el 2012 a una media de 39 euros en el 2016 nos ha permitido liberar más de 23.000 millones de euros anuales que antes se destinaban a pagar factura energética y actualmente quedan liberados aumentando la renta disponible para poderse destinar al consumo privado de otros bienes y servicios generando un aumento de la demanda interna.

3. Tipos de interés. Si bien el BCE, verdadero artífice de la bajada de la prima de riesgo española y de la artificial situación de los actuales bajos tipos de interés, ha anunciado el mantenimiento durante el 2017 de su política expansiva monetaria, no hay que olvidar que su verdadero objetivo es conseguir aumentar la inflación en la zona euro. Conseguido este objetivo se verá obligado a adoptar políticas monetarias diferentes con su consiguiente impacto en la evolución de los tipos de interés que, unido a nuestro descomunal aumento de la deuda pública (actualmente entorno al 99% del PIB), podría suponer un impacto muy negativo en las cuentas públicas nacionales y en la mayor dependencia de los mercados financieros.

4. Volatilidad de los mercados debido a la incertidumbre geopolítica motivada por la aparición de nuevos actores, como el nuevo inquilino de la Casa Blanca entre otros, cuyas decisiones pueden suponer nuevos escenarios para el comercio internacional hasta ahora no contemplados.

Ante este panorama muy dependiente de factores coyunturales que últimamente nos han sido favorables, sería un gran error caer en el fácil triunfalismo de creer que todo ha sido debido a que las cosas se han hecho bien y no aprovechar esta coyuntura para afrontar un cambio de modelo económico más enfocado a la mejora de la competitividad basada en la creación de valor, la innovación, el fomento de la emprendeduría, la retención del talento nacional, la educación de calidad, la potenciación de una economía más participativa y equitativa a través de las nuevas tecnologías, el apoyo a las pymes y autónomos y la igualdad de oportunidades, que nos permita ser menos vulnerables a un entorno internacional cada vez más volátil y una generación de riqueza al servicio de la sociedad en general.