El combate contra la rojez facial

Cada vez hay más tratamientos para la rosácea, aunque ninguno de ellos es definitivo

MEJORA. El dermatólogo José López practica un tratamiento con láser a una paciente con rosácea, en la Teknon.

MEJORA. El dermatólogo José López practica un tratamiento con láser a una paciente con rosácea, en la Teknon.

María
GARCÍA SAN NARCISO

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Es frecuente ver a muchas personas con el rostro continuamente colorado. Esto se debe, en muchas ocasiones, a una enfermedad denominada rosácea, cuyo origen todavía se desconoce, pero que está relacionada con una hiperreactividad de los vasos sanguíneos de la cara y, en algunas ocasiones, con una hiperinfestación por un ácaro que forma parte del ecosistema microscópico de la piel.

La rosácea es uno de los trastornos cutáneos más frecuentes. Afecta a cerca del 10% de la población y constituye entre el 0,5% y el 3% de las consultas de dermatología. Debido a que se asienta en la zona facial, puede afectar a la autoestima. Normalmente aparece a partir de los 30 años y se da más en mujeres que en hombres. «El prototipo clínico es el de episodios repetidos de enrojecimiento facial, que acaban en un enrojecimiento permanente de las mejillas y otras áreas, así como el desarrollo de lesiones inflamatorias que recuerdan a las del acné», explica Vicent Alonso Usero, dermatólogo en el Hospital Nisa 9 de Octubre de Valencia y miembro de la Academia Española de Dermatología y Venereología. Pero no existe solo un tipo de rosácea. «Algunas son más severas, en las que se puede provocar incluso abultamientos de la nariz», señala el doctor.

También son frecuentes los episodios de flushing: una rojez en el rostro que se asocia a la sensación de sofoco. A día de hoy no existe un tratamiento curativo, pero es recomendable acudir al dermatólogo si aparecen estos signos. «Por lo general, el diagnóstico suele ser clínico, ya que sus signos son habitualmente claros», afirma Dídac Barco, dermatólogo del centro médico Teknon de Barcelona.

BUSCAR SOLUCIONES / Diagnosticarlo ayuda a encontrar un tratamiento propicio, que no cura la enfermedad, pero sí ayuda a disminuir las rojeces y espaciar los brotes. «Sabemos que hay un componente inflamatorio [los granos] en el cual radica una reacción inmunitaria contra un parásito normal de nuestra piel, el Demodex folliculorum. Contra él empleamos fármacos tópicos u orales para que disminuya la inflamación», dice Barco. «Para el componente vascular de la enfermedad, que justifica la rojez y la aparición de capilares, tenemos menos armas terapéuticas», reconoce el dermatólogo.

Hasta el momento, el tratamiento más eficaz es el láser, que consigue eliminar el exceso de vasos sanguíneos. Se utilizan sobre todo el de luz pulsada y el Nd-YAG, «un tratamiento que se realiza en varias sesiones que se separan unas semanas», destaca Barco. «El perfil de seguridad y eficacia de los láseres para esta indicación e muy elevado», agrega.

Uno de los problemas que tienen estos tratamientos es que no siempre están cubiertos por la sanidad pública. En Catalunya, por ejemplo, lo están los fármacos de naturaleza antibiótica, pero no los antiparasitarios, los cosméticos ni los láseres.

CUIDADO DE LA PIEL / Existen otras acciones que pueden ayudar a controlar la rosácea. «Los consejos básicos no terapéuticos que se dan son limpiar el rostro con un solución micelar suave que retire los restos de sebo y maquillaje; emplear por la mañana un protector solar no irritante de FPS-50 y, por la noche, una crema hidratante específica de alta tolerancia», explica Barco. «Pero el problema que tienen las cremas para la rosácea es que los pacientes las toleran muy mal. La mayoría necesitan probar muchas antes de dar con una que toleren bien», apunta Alonso.

También se debe intentar huir de las comidas picantes, las bebidas muy calientes o muy frías y del alcohol, aunque son estímulos que dependen de cada persona, por lo que hay que ver qué afecta y qué no. El calor, el esfuerzo físico y el estrés también afectan, así como la exposición solar, por lo que se recomienda usar siempre crema protectora.