Análisis

Una vergüenza que nos debe hacer reaccionar

Si Europa no responde con contundencia y de forma coordinada acabará siendo cómplice de convertir el Mediterráneo en una gran fosa común

JAVI LÓPEZ

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Europa no puede permitirse la vergüenza repugnante de sentarse y no hacer nada mientras miles de inmigrantes mueren en el Mediterráneo en busca de una vida mejor. Ya han sido más de 1.000 en los últimos días. Lo que vive hoy el norte de África es la crisis de refugiados más importante desde la Segunda Guerra Mundial. Y si las instituciones europeas no responden con contundencia y de forma coordinada acabarán siendo cómplices de convertir el Mediterráneo en una gran fosa común.

La Comisión Europea y el Consejo de Asuntos Exteriores han reaccionado con la adopción de un plan insuficiente y poco concreto y la celebración de un Consejo Europeo extraordinario para tratar este tema. Pero ya ha pasado el tiempo de la retórica y es un imperativo moral pasar a la acción.

La operación Tritón,el control de fronteras desplegado en el Mediterráneo, gestionada por Frontex, no está capacitada para salvar vidas. Su predecesora italiana Mare Nostrum contaba con nueve millones al mes y podía actuar en aguas internacionales, la operación Tritón trabaja con un tercio y solo a 48 kilómetros de la costa italiana. Hay países que se negaban a un operativo de rescate naval porque era un incentivo a que la gente se tirase al mar. Cuando se sabía a ciencia cierta que con la llegada del buen tiempo pasaría lo que está pasando. Escandaloso.

Incrementar el presupuesto, actuar en aguas internacionales y coordinar e implicar a todos los estados bajo el principio de solidaridad es lo mínimo que deberíamos exigir. Pero no solo eso. Estamos ante una crisis de refugiados. No inmigrantes. Esta es una parte fundamental del problema. Gente que huye de países en guerras y conflictos. Los estados tenían bloqueados 450.000 casos de asilo en septiembre del 2014 y cada uno tiene legislación muy divergente que dificulta la coordinación. Parece que en lo único que nos hemos puesto de acuerdo es en que no les queremos. Las últimas tragedias han sido protagonizadas por embarcaciones salidas de Libia. De allí sale el 91% de las personas que se lanzan al mar. Un Estado fallido sobre el que la comunidad internacional, tras la intervención militar para derrocar a Gadafi, tiene mucha responsabilidad. Sin embargo, no hay que olvidar que la mayoría de inmigrantes provienen de países terceros. De los más de 170.000 que cruzaron el Mediterráneo central en el 2014, 39.651 eran originarios de Siria; 33. 559, de Eritrea y 26.340, de África subsahariana. En esos lugares radican los problemas de fondo.

En estas circunstancias, los esfuerzos de la UE no deben limitarse a la necesaria estabilización de Libia, sino que también deben implicarse a fondo en la mejora de la situación humanitaria y socioeconómica de los países de origen. Por último es obsceno cómo nos horrorizamos ante la muerte de 200 europeos en un avión en los Alpes pero no prestamos la misma atención a las muertes en el Mediterráneo. ¿Por qué? Una cuestión de empatía. Sentimos que hubiéramos podido estar en ese avión y no en esa barcaza. Pero, de haber nacido en la otra orilla, también nosotros podríamos estar hoy intentando cruzar con un bote el Mediterráneo.