Nueva matanza en EEUU

Una pesadilla recurrente

Obama asume que no hay voluntad de cambiar leyes de armas

IDOYA NOAIN
NUEVA YORK

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El martes, en un artículo de The New York Times que analizaba el impacto de la matanza de Columbine en el imaginario colectivo estadounidense sobre los tiroteos en las escuelas, la primera frase que se leía era: «No hace falta ser clarividente ni una personalidad mórbida para saber que, con el tiempo, la pesadilla volverá».  Ayer, en el campus de Umpqua en Roseburg (Oregón), el contador de ese tiempo volvió a ponerse, tristemente, a cero.

EEUU duerme, o al menos no despierta en lo que se refiere al problema de la violencia con armas de fuego, y por eso se hacen recurrentes tanto las pesadillas como los mensajes de indignación y lamento. El republicano Jeb Bush fue ayer uno de los candidatos a la presidencia que lanzó uno y tuiteó: «Rezando por las víctimas y las familias impactadas por esta tragedia sin sentido». Bush citaba a Umpqua, pero otros antes que él se habían quedado sin explicaciones para matanzas como las de Newtown en el 2012, Virginia Tech en el 2007 o Columbine en 1999.

Promesas

Volvían ayer también las promesas de acción. «Planeo trabajar con mis colegas en el Congreso para encontrar formas de prevenir tragedias como esta», aseguraba el representante demócrata de Oregón Peter DeFazio. Pero en eso hay también sensación de dejà vu. Ni siquiera cuando Barack Obama se puso al frente del más serio esfuerzo legislativo hasta la fecha tras la matanza de niños en Newtown se pudo frenar al poder de la Asociación Nacional del Rifle y de ciudadanos que se aferran al derecho a portar armas. «El presidente es bastante realista respecto a que tendrá que haber un cambio fundamental en términos de cómo los ciudadanos comunican esta prioridad al Congreso antes de que veamos un resultado distinto en términos de legislación», dijo Josh Earnest, portavoz de la Casa Blanca.

Las «soluciones de sentido común» deberán esperar. Mientras, los tiroteos son noticia habitual y cobran una sensación de inevitabilidad cuyo horror expresaba a la perfección el tuit de Tabitha Linder: «Sentada en la lavandería viendo esto. Triste que se haya convertido en la norma».