PROCESO JUDICIAL EN FRANCIA

Strauss Kahn, el rey de la fiesta

El exdirector del FMI se sienta en el banquillo acusado de proxenetismo y se arriesga a 10 años de cárcel

Dominique Strauss-Kahn, ayer.

Dominique Strauss-Kahn, ayer.

EVA CANTÓN / PARÍS

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Fue el primero en llegar. Lo hizo en un coche con los cristales tintados que se dirigió directamente al párking subterráneo del Palacio de Justicia de Lille, donde hacía guardia un escuadrón de cámaras. Las manos en los bolsillos, traje oscuro y corbata, evitó a los periodistas accediendo a la sala de audiencias por una zona reservada cuando faltaban pocos minutos para las 13.30 horas.

Dominique Strauss-Kahn, de 65 años, exdirector gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), brillante ministro de Economía y estrella rutilante del socialismo francés que a punto estuvo de convertirse en el 2011 en candidato a la presidencia de la República, se sentó ayer en el banquillo de los acusados por su presunta implicación en un turbio asunto de proxenetismo con aires de folletín.

No estaba solo. Otras 13 personas están implicadas en el llamado affaire Carlton, un decadente palacete situado en el centro de la norteña ciudad francesa en el que se tejió una red que organizaba orgías para clientes de lujo en París, Washington, Viena y Madrid. Contaban con prostitutas pagadas por David Roquet, director de una filial del grupo Eiffage, y Fabrice Pazskowski, directivo de una empresa de material médico. Era clave la ayuda del comisario Fabrice Pazskoski y el saber hacer de otro personaje, el belga Dominique Alderweireld, apodado Dodo la Saumure, al cargo de un puñado de burdeles.

ENCUENTROS SEXUALES

La enjundia del proceso será determinar si DSK, el acrónimo con el que en Francia se conoce al antiguo patrón del FMI, estaba al tanto de que las mujeres con las que daba rienda suelta a sus más desaforados apetitos sexuales cobraban por los servicios prestados. En definitiva, si se le juzga por proxenetismo o simple libertinaje. Si es posible que ignorara que las veladas libertinas se organizaban en función de su agenda. Su imputación en el caso indica que los jueces están persuadidos de que Strauss-Kahn ocupaba un lugar central en el sistema de encuentros sexuales que se habían diseñado prácticamente a su medida.

De hecho, una de las cuatro prostitutas que testificarán en el juicio como acusación particular no dudó en definirle como «el rey de la fiesta», a pesar de que el acusado siempre ha insistido en que no sabía que cobraban. Luego está también la tesis del complot y el «encarnizamiento» que denuncian los abogados del antiguo ministro socialista. Una tesis que habla de las escuchas telefónicas encargadas por las más altas instancias del Estado (léase Nicolas Sarkozy, en aquel momento en el Elíseo) previas a las investigación judicial en la que apareció el nombre de Strauss-Kahn. El asunto del Hotel Carlton habría dejado fuera de juego a un peligroso competidor político, según los argumentos de quienes sostienen la versión del complot.

En cualquier caso, lo que no era ningún secreto era que el apetito sexual del antiguo ministro de Economía podría acarrearle algún disgusto, como así fue con el escándalo del Hotel Sofitel de Nueva York, en mayo del 2011, cuando fue acusado de violación por una limpiadora, un asunto que se zanjó con un acuerdo económico.

El juicio que arrancó ayer en Lille, en cambio, puede costarle 10 años de cárcel y 1,5 millones de multa. Está previsto que las vistas se prolonguen durante tres semanas y la declaración de DSK no será antes del 11 de febrero.