Shinzo Abe, un tipo resuelto

El primer ministro japonés ha pedido perdón por la barbarie del Ejército nipón, que convirtió en esclavas sexuales a 200.000 mujeres durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Arrepentimiento o maniobra geopolítica?

Un tipo resuelto_MEDIA_1

Un tipo resuelto_MEDIA_1

ADRIÁN FONCILLAS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Una cincuentena de ancianas dejarán de arruinar el galanteo japonés hacia Corea del Sur. Tokyo y Seúl han acordado enterrar el asunto de las conocidas como mujeres de solaz o 'comfort women' para siempre. Japón ofreció (otra) disculpa y (más) ayuda económica para resarcir a las supervivientes de aquellas 200.000 adolescentes, casi todas coreanas, que su Ejército convirtió en esclavas sexuales durante la invasión asiática.

Sobre el asunto quedaban pocas dudas. «Era aún de día. Un furgón paró a mi lado y dos japoneses me empujaron adentro. Había cinco chicas más, atadas. Tenía 15 años y era la más joven. Nos metieron en un tren. No nos dieron de comer hasta que llegamos a China. (…) En los fines de semana o antes de una batalla no teníamos tiempo ni de comer. ¿Algún soldado bueno? Cualquiera que no me pegara o me acuchillara». Lo contaba hace unos años en Seúl Yo Ok-seon a este corresponsal.

El acuerdo reavivó el debate: ¿Hasta cuándo tiene que disculparse Japón por la barbarie de su imperialismo, que rivaliza con la del nazismo, pero que terminó 70 años atrás? En Shinzo Abe, primer ministro, se resume el conflicto. Durante su reciente discurso por el aniversario de la rendición japonesa en la Segunda Guerra Mundial volvió a expresar el arrepentimiento y las disculpas por los «insoportables sufrimientos causados» pero introdujo un matiz de caducidad temporal: el 80 % de los japoneses, recordó, nacieron después del conflicto, y las futuras generaciones no deberían arrastrar el estigma de los errores de sus antepasados. ¿Razonable? No para China y Corea del Sur, principales víctimas, que no encontraron la sinceridad y contundencia de los discursos de Tomiichi Murayama o Junichiro Koizumi, predecesores de Abe.

AUTOFLAGELACIÓN

Las alegaciones de que Japón no puede autoflagelarse eternamente y que ya ha hecho suficiente palidecen ante el metropatrón de las disculpas debidas que ejemplarmente fijó Alemania con su pasado nazi. Por debajo de ahí, es insuficiente. Y Japón continúa muy por debajo de Alemania. Los revisionistas, relativistas y negacionistas no ocupan los arcenes sociales sino que se oyen cotidianamente desde el Gobierno, las universidades o los medios de comunicación.

El ultranacionalismo de Abe no ayuda a cauterizar las heridas. En 1995 ya se opuso a las disculpas oficiales de Murayama. Después ha desdeñado las condenas de tribunales internacionales a los criminales de guerra japoneses como «la justicia de los ganadores» e insinuado que las comfort women no fueron más que prostitutas voluntarias. También rompió la tradición de los primeros ministros de evitar el Templo Yasukuni, epítome del imperialismo japonés, donde descansan las almas de millones de japoneses muertos en guerras. Entre ellos hay varios criminales de clase A. Equivaldría a que Angela Merkel visitara un cementerio donde estuviera enterrado HitlerGoebbels y compañía. La 'real politik' ha aconsejado a Abe en las últimos años enviar flores y dejar que su esposa y ministros lo visiten solos.

PRESIONES DE WASHINGTON

Así que la hemeroteca arruina la sinceridad de sus discursos oficiales y diplomacia. Detrás del acuerdo sobre las 'comfort women' late la geopolítica: Washington ha presionado a sus dos principales aliados en el frente del Pacífico para superar sus diferencias y alinearse contra los desmanes norcoreanos y el empuje chino.

Meses atrás se vendía como una victoria la primera reunión con su homologo chino después de dos años sin relaciones, pero la fotografía arruinó el entusiasmo: con la mandíbula prieta, el rostro granítico, la mirada huidiza y un mínimo balanceo de brazos ventilaron Abe y Xi Jinping el protocolario trámite de estrecharse las manos sin disimular sus ganas de estar en cualquier lugar lejano.

Abe recuperó el poder en 2012 anunciando que Japón estaba de vuelta después de décadas con la economía gripada y complejos por el auge chino. El país necesitaba a un tipo resuelto que diera estabilidad a un cargo que había sido un sillón eyectable. Y es un tipo resuelto: contra la opinión pública reabre las centrales nucleares después del desastre de Fukushima y jubila la ejemplar Constitución pacifista. La reforma del artículo 9 permitirá a Japón ayudar a aliados fuera de su territorio, lo que en la práctica servirá para que EEUU la arrastre a cualquiera de sus aventuras bélicas. Los japoneses acabaron adoptando y enorgulleciéndose de aquella constitución impuesta por EEUU y hoy asisten con pavor al regreso del militarismo que tanto daño causó en Asia.