Conde del asalto

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Cartel en la calle Aragó de la nueva película del planeta de los simios con la Sagrada Família de fondo.

Cartel en la calle Aragó de la nueva película del planeta de los simios con la Sagrada Família de fondo.

Miqui Otero

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En más de una situación, ante la cuenta de tres euros por un cortado o en ese bus atestado donde jamás te puedes sentar, el barcelonés seguramente exclamará: “¡Yo os maldigo a todos, os maldigo!”.

Lo sepa o no, estará citando involuntariamente el final de la película 'El planeta de los simios', cuando el astronauta Taylor cabalga por el arenal con Nova hasta que descubren una mole semienterrada: es la Estatua de la Libertad, que les muestra que no solo no han dejado a los macacos dominadores atrás, sino que estos se han hecho también con el planeta Tierra.

Recordemos, ya de paso, que la Estatua de la Libertad está casada con la estatua barcelonesa de Cristóbal Colón (se unieron en Las Vegas, como todos esos amantes del rock and roll o simplemente como esos que prefieren una ceremonia sin convite familiar) desde el 15 de febrero de 1992, un enlace auspiciado por el artista Antoni Miralda.

Así que hoy, cuando he visto ese cartel gigantesco en la calle Aragó no me ha extrañado del todo. En la imagen, una humana y un simio a caballo se dirigen, con la mirada fija y el ceño fruncido, a la Sagrada Família. En el cartel, que anuncia la película 'El reino del planeta de los simios' (10 de mayo en cines), la amenaza: “Barcelona, ¿estás preparada?”.

La respuesta, más que si estamos preparados sería si estamos acostumbrados. Al fin y al cabo, el personaje más célebre de nuestra ciudad fue un gorila blanco que globalizó Barcelona y que protagonizó heroicidades como defecar en la poltrona de un alcalde franquista (Gracias, Copito, siempre uno de los nuestros). Pero es que, además, desde hace años nuestra ciudad ha servido de escenario para películas distópicas y apocalípticas como 'Los últimos días', de los hermanos Pastor, o, más recientemente, Bird Box Barcelona, en las que de repente ciervos y renos solitarios paseaban por un Arc de triomf en llamas o por una Torre Agbar semiderruida, y donde los humanos tenían que merodear con los ojos vendados para no sentir la tentación de suicidarse.

La Barcelona apocalíptica

No sé si esta tendencia de Barcelona como meca apocalíptica tiene que ver con el ánimo reciente de la ciudad. Sí sé lo que me sugiere este último cartel que nos pregunta si estamos preparados. Quizá sea una sátira de la invasión turística en la ciudad (una sátira, hay que añadir, muy faltona, ya que identificaría las hordas de turistas con un ataque de simios). O de los lobbies empresariales que la manejan: no en vano, cuando falleció Copito, el alcalde tuvo un lapsus genial y acabó declarando que el Ayuntamiento tenía a ocho gorilas trabajando en el relevo. También me remite el cartel a la llegada de dos reyes magos a ofrecer mirra en el templo de Gaudí. Por otro lado, la Sagrada Família tiene muchos detractores (especialmente sus últimas fases de construcción) así que más de uno estaría de acuerdo con que desapareciera.

Lo que sí veo es ese otro símbolo polémico, la (en mi opinión, carismática) estatua de Colón, por el pasado esclavista de la ciudad que representa, pero también por cómo convoca a turistas alrededor de las Ramblas y las Golondrinas, semienterrada en alguna de las playas de la Barceloneta. Para que la descubra un guiri o un local y ante una cuenta excesiva por una jarrita de sangría pueda decir, en el mejor contexto: “¡Yo os maldigo a todos, os maldigo!”. 

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