IMPORTANTE FALLO JUDICIAL EN CHINA

Malos tratos al descubierto

Luchadora 8 Kim Lee, rodeada de periodistas, a la salida de una sesión del juicio por divorcio.

Luchadora 8 Kim Lee, rodeada de periodistas, a la salida de una sesión del juicio por divorcio.

ADRIÁN FONCILLAS
PEKÍN

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Parece el clímax de un dramón judicial. Ella llora de felicidad mientras el juez desgrana su triunfo: aprueba el divorcio por malos tratos, le da la custodia de sus tres hijas acompañada de 300.000 yuanes anuales (36.500 euros) hasta que cumplan los 18 años, añade una indemnización por traumas psicológicos de 12 millones de yuanes (casi 1,5 millones de euros) y una orden de alejamiento a su marido (la primera que dicta un tribunal pequinés). «Lo que más quiero decir es: no peguéis a vuestras esposas», acierta a decir ante la prensa que la rodea.

Un tribunal de Chaoyang (Pekín) puso esta semana al más famoso caso de violencia doméstica en China. Durante dos años, los protagonistas han encadenado los capítulos en las redes sociales y estimulado el debate público sobre una cuestión tradicionalmente privada. Li Yang es una celebridad que ha enseñado inglés a 30 millones de chinos con libros, webs y giras en estadios abarrotados. Su estilo evangélico-marcial exige que las masas repitan a gritos sus famosas proclamas. Un tipo con imagen intachable.

Su mujer, Kim Lee, estadounidense, colgó un texto en su cuenta de Weibo (el twitter chino): «Me tiraste, te sentaste en mi espalda, me estrangulaste con tus manos y golpeaste mi cabeza contra el suelo». Añadía unas fotos con su cara amoratada, un chichón en la frente y una oreja sangrante. Li la acusó de sabotear su carrera y argumentó que la violencia conyugal formaba parte de la tradición china. La oleada de críticas le forzaron a articular algo más parecido a una disculpa días después.

Las víctimas chinas de malos tratos no acostumbran a hablarlo ni con los vecinos; Lee decidió contárselo a los 400 millones de usuarios de Weibo cuando sucumbió a la frustración por un cuadro habitual. La hermana de su marido le había aconsejado que dejara de provocarlo. La policía, que se relajara y regresara a casa. Lee asegura que su buzón de correo se saturó en los siguientes días con correos de víctimas que no se atrevían a denunciar los abusos.

La violencia conyugal es un problema generalizado, invisible y asumido. Un estudio de la Federación de Mujeres de China denunciaba que más de un tercio de mujeres lo había sufrido, pero que solo un 5% consideraba su matrimonio infeliz por ello. Las cifras son inexactas porque la gran mayoría de los abusos no son denunciados e incluso se desconoce el concepto. «En algunos pueblos sabemos que pegan a todas las mujeres, pero cuando les preguntamos por la violencia doméstica lo niegan porque no saben qué es», aseguraba a este diario tiempo atrás Wang Xingjuan, octogenaria y pionera en la defensa de las mujeres en China.

El marco desincentiva la denuncia. No hay estamentos encargados de luchar contra la violencia machista. Policías y jueces suelen desentenderse por considerarlo un tema privado. Un viejo dicho asegura que «ni siquiera el juez más sabio puede meterse en asuntos familiares». Y la víctima está obligada a recoger laspruebas de la agresión y demostrar en juicio la culpabilidad ajena.

Salvar el matrimonio

La reciente sentencia de Lee supone una victoria para el imperio de la ley y las mujeres, pero el triunfalismo es desaconsejable. Muchos se preguntan qué habría pasado si Lee hubiera sido china y careciera de recursos en el marco de un país en vías de desarrollo como China, sin coberturas sociales y contados refugios, donde incluso las organizaciones de mujeres recomiendan a la víctima salvar el matrimonio con más insistencia de la que sería razonable en Occidente.

Li Yan sirve de respuesta: una pobre mujer de Sichuán que espera su inminente ejecución por haber asesinado a su marido. El tribunal consideró que los numerosos registros policiales y hospitalarios, las fotos de sus heridas (su marido le cortó la parte de un dedo y apagaba cigarrillos en su piel) y las quejas a la Federación de Mujeres de China no acreditaban suficientemente los malos tratos.

Un centenar de abogados, intelectuales y trabajadores de oenegés han pedido al Tribunal Supremo que revoque la sentencia. La esperanza descansa en la progresiva concienciación, clave en un problema también lejos de solucionarse en Occidente. Hace años que en China se anuncia una ley de violencia machista que aumentará la protección. A los tribunales pequineses en el 2005 llegaron 217 casos, por 657 en el 2011.