Un presidente que sabe mucho latín

Rosa Massagué

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Un tertuliano preguntaba hace pocos días en un programa de la RAI si Sergio Mattarella habla inglés. En realidad, el presidente electo de la República apenas habla italiano. Como buen siciliano es muy parco en palabras. La muestra, las dos frases hiladas a media voz ante las cámaras al recibir el anuncio de su elección: "Mi pensamiento va, sobre todo y por encima de todo, a las dificultades y esperanzas de nuestros compatriotas. Basta solo esto". Y solo esto, en un país donde el uso de la palabra hablada es abundante, rico y hasta excesivo, es toda una declaración.

Así pues, hombre de pocas palabras y, por si no bastase, uno capaz de hacer algo tan raro en política, sobre todo en los países meridionales, como es dimitir. Lo hizo siendo ministro en un Gobierno de Giulio Andreotti. Lo hizo por su disconformidad en términos políticos y éticos con un decreto que convertía en legal todo el entramado televisivo ilegal de un tal Silvio Berlusconi y le abría el camino para coronarse rey indiscutido de la televisión privada.

La Italia republicana ha sabido casi siempre encontrar al hombre cabal, al que personifica todo lo mejor de los italianos, para ser el garante de un orden constitucional tantas veces asediado por aventureros de la política. Pienso en los presidentes Pertini, Scalfaro, Ciampi y en particular, en Napolitano. Todos ellos supieron ser un faro de dignidad en momentos de gran dificultad, ya fuera moral, política o económica.

Mattarella pertenece a esta estirpe. Su elección ha sido una carambola bien diseñada por Matteo Renzi. Sin ser su candidato (lo era de la minoría contestataria de su partido, el PD), apostó por él, compactó a todo el partido, arrastró a su socio de Gobierno (el exberlusconiano Angelino Alfano) y dejó con pocos argumentos y muchos traidores ocultos bajo el voto secreto a Berlusconi, acelerando su agonía política, y al M5S de Beppe Grillo de quien resulta manifiesta su incapacidad para hacer política. Al margen de estas dos víctimas, habrá que ver si el siempre rijoso PD mantiene su recién ganada unidad.

Que fuera el candidato propuesto por Renzi no indica que entre la presidencia de la República y la del Gobierno tenga que haber una sintonía total. Y seguramente habrá encontronazos entre un presidente poco amigo de hablar y un primer ministro adicto a tuitear, lo cual también es una garantía de la autonomía de la máxima institución del Estado.

Volviendo a la pregunta inicial, más allá de si el presidente electo habla o no inglés, lo que sí sabe es mucho latín y no solo por su formación y creencia católica.

@RosaMassague