Por cuenta propia

La apertura económica ha hecho proliferar en la isla los negocios privados y cada vez más cubanos dejan de trabajar para el Estado

KIM AMOR / LA HABANA (Enviado especial)

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A Aquiles Rodríguez poco le importa que la carrocería de su almendrón reciba fuertes sacudidas cada vez que cae en uno de los socavones que pueblan las calles y avenidas de La Habana. Lo único que le interesa mientras conduce es captar el máximo de personas que, apostadas en las cunetas, esperan un medio de transporte para desplazarse a algún lugar de la capital. Almendrón se conoce popularmente en Cuba a los taxis colectivos, todos viejos vehículos americanos de los años 50. El de Rodríguez es un Dodge de 1954 y como la mayoría de estos modelos tiene forma de almendra, de ahí el nombre.

Rodríguez, de 43 años, es un cuentapropista -trabajador por cuenta propia- figura que se ha extendido en la Cuba comunista como consecuencia del proceso de liberalización económica puesto en marcha por Raúl Castro tras llegar a la presidencia en el 2008. Es el Gobierno el que determina qué  tipo de actividades pueden desarrollar los ciudadanos y los impuestos que deben pagar. Según datos oficiales, en tres años, los cuentapropistas han pasado de 157.000 a 442.000, y la cifra sigue creciendo.

«Hace apenas dos años trabajaba para el Estado como enfermero pero decidí cambiar de profesión por una cuestión económica»dice el taxista mientras circula por la Quinta Avenida , una de las principales arterias de La Habana y conocida por ser la sede del llamado punto cero, la residencia de Fidel Castro. «Como enfermero ganaba al mes unos 40 pesos convertibles (CUC), más o menos 40 dólares (34 euros), ahora una vez deducidos impuestos ingreso como mínimo hasta tres veces más». El personal sanitario es el mejor pagado por el Estado. El salario de un médico es de unos 60 dólares. El resto de funcionarios reciben como sueldo 25 dólares.

La popular Habana Vieja, foco de atención turística, es una de las zonas de la capital donde proliferan los negocios privados. En el barrio del Santo Ángel, en el casco histórico, hay un pequeño callejón de 100 metros de largo que alberga un restaurante, una coctelería, un bar de tapas que está a punto de abrir, una pequeña tienda de ropa, dos barberías y una escuela de peluquería. Este espacio se conoce en el barrio como la calle de los peluqueros.

Gilberto Valladar es uno de los principales promotores de este oasis de lo privado. Es el propietario de Artecorte, una de las barberías a la que se accede por unas empinadas escaleras de mármol. El local, una vieja vivienda de corte colonial transformada en un salón de belleza, está dividió en tres estancias. En las paredes cuelgan decenas de cuadros de artistas del barrio y sobre el suelo de baldosas de principios del siglo pasado descansan muebles de anticuario, entre ellos un sillón de barbero del siglo XIX. «Esto en como un museo»afirma con orgullo el fígaro.

El trabajo en Artecorte no falta. Al día y como media pasan por la peluquería entre 12 y 16 personas, la mayoría mujeres. Valladares, conocido en el barrio como Papito, tiene dos empleados. «La liberalización económica en Cuba no tiene marcha atrás»afirma. «El trabajo a cuenta propia genera dinero, además de proporcionar empleo El peluquero es el único de su familia que vive en Cuba, el resto reside en Miami. «Nunca quise marcharme de mi país. Siempre he sido un soñador y me sueño se está cumpliendo, aunque me ha costado mucho esfuerzo y constancia».

Los 'paladares'

A dos pasos de Artecorte está El café de los artistas, un restaurante -en Cuba se les llama paladares propiedad de Luis Ángel Benvenuto, con capacidad para 50 personas, máximo permitido por el Gobierno. Hace apenas dos meses y medio que el paladar ha abierto sus puertas, aunque el proyecto empezó bastante antes. Gracias a la aportación económica de un socio que vive en el extranjero, Benvenuto pudo restaurar el local, los bajos de un edificio de dos plantas que se caía a trozos. «Este tipo de negocios permiten estas contrapartidas», señala Benvenuto. «El sector privado aporta dinero para recuperar estas joyas arquitectónicas».

A pesar del camino recorrido, impensable hace cinco años, los cuentapropistas siguen haciendo frente a la farragosa y tediosa burocracia, que esperan se agilice. Otro de los problemas que comparten trabajadores a cuenta propia como Rodríguez, Valladar y Benvenuto es la falta de suministros. Los tres confían que las conversaciones entre Washington y La Habana llanen el camino para que EEUU levante el embargo de más de medio siglo.