LA POLÍTICA EXTERIOR DE WASHINGTON

El peligro de improvisar

Obama enfría la posibilidad de atacar a los yihadistas en Siria y apuesta por la contención en Irak El presidente de EEUU admite que no tiene aún un plan para expandir los ataques al EI

Dubitativo 8 Obama abandona la sala de prensa de la Casa Blanca tras un encuentro con los informadores, el jueves.

Dubitativo 8 Obama abandona la sala de prensa de la Casa Blanca tras un encuentro con los informadores, el jueves.

RICARDO MIR DE FRANCIA
WASHINGTON

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Hay ciertas cosas que en política simplemente no se deben decir porque amenazan con perseguir de por vida al dirigente de turno, ya sea porque refuerzan percepciones indeseadas o porque son la prueba irrefutable de que mentía. Para ser un maestro de la retórica, el presidente de EEUU, Barack Obama, ha dicho ya unas cuantas. «Si te gusta tu seguro médico, puedes quedártelo» fue el preludio de una mentira, mientras la famosa «línea roja» de las armas químicas en Siria dinamitó su credibilidad. El último desliz ha surgido a propósito de la posible expansión regional de las operaciones contra los yihadistas del Estado Islámico (EI): «Todavía no tenemos una estrategia», dijo Obama el jueves.

La frase causó perplejidad y la Casa Blanca tuvo que reaccionar inmediatamente para contener el conato de crisis. El portavoz Josh Earnest aseguró que sí hay una estrategia definida en Irak y que el presidente se estaba refiriendo exclusivamente a la posibilidad de bombardear también a los yihadistas en Siria. De hecho, contestaba a una pregunta sobre si iba a necesitar la autorización del Congreso para extender la guerra a Siria. «No quiero vender la leche antes de ordeñar la vaca. Todavía no tenemos una estrategia», dijo Obama antes de señalar que la prensa se había precipitado al especular sobre la inminencia de un ataque.

Ganar tiempo

El presidente trató esencialmente de ganar tiempo mientras acaba de ensamblar una coalición con aliados occidentales que contribuyan al esfuerzo militar y aliados árabes que trabajen para que los sunís de Siria e Irak den la espalda al «cáncer» que manda en sus territorios. «Tenemos que asegurarnos de que contamos con planes claros», advirtió Obama respecto a la aventura siria. En cualquier caso, sus palabras han aportado una valiosa munición a todos aquellos que le acusan de falta de liderazgo y de continua improvisación en su política exterior.

Porque el terror del EI y la amenaza que representa no es precisamente nueva. «El hecho de que el presidente admita que no tiene una estrategia debería alarmar a todos los estadounidenses», dijo el portavoz de John Boehner, el líder de los republicanos en el Congreso.

Obama dejó claro que por el momento su estrategia no busca derrotar a los bárbaros del califato, sino simplemente contenerlos. «Las opciones que he pedido a la jefatura del Estado Mayor se centran principalmente en asegurarnos de que el EI no se apodera de Irak». 

Pero en su Administración las opiniones divergen, la división es profunda, y muchos piensan que el presidente llega nuevamente tarde. La opinión de los militares no admite dudas. «Esta es una organización con una visión estratégica apocalíptica, del fin de los días, y eventualmente va a tener que ser derrotada», decía la semana pasada el general Dempsey, jefe del Estado Mayor. También añadía que para acabar con ella habría que atacarlos también en Siria.

De hecho, durante toda la semana la Casa Blanca ha estado discutiendo planes para extender los bombardeos a Siria,  según el Daily Beast. Los más ambiciosos abogaban por atacar las posiciones yihadistas en las inmediaciones de Alepo y los más prudentes por centrarse en la frontera entre Irak y Siria. Pero Obama les ha parado los pies. «Uno se pregunta qué clase de señales envía esta Administración al usar una retórica agresiva y contravenir después a la cúpula de seguridad», decía una fuente del Pentágono citada por el Daily Beast.

Frases como «todavía no tenemos una estrategia» crean confusión entre unos aliados cuya cooperación se busca con urgencia y envían a los yihadistas una señal de que tienen carta blanca para seguir actuando con impunidad porque no hay nadie al otro lado dispuesto a pararles los pies. Pero su excesiva candidez y sus reticencias a precipitarse no deberían sorprender a nadie.

«Nuestros errores más costosos desde la segunda guerra mundial no vinieron por restringirnos, sino por nuestra tendencia a precipitarnos en aventuras militares sin pensar en las consecuencias», dijo Obama en su discurso en la academia militar de West Point. El problema es que hacer demasiado poco y resistirse a aceptar la realidad tiene también costes onerosos.