La vigilia del conflicto

Un lugar al sol para Alemania

El delirante emperador alemán, Guillermo II.

El delirante emperador alemán, Guillermo II.

XAVIER CASALS
Historiador

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¿Por qué el atentado de Sarajevo implicó a Berlín en el conflicto surgido entre Viena y Belgrado? La respuesta radica en que Alemania era el gran aliado de Austria. El emperador germano Guillermo II brindó su apoyo a esta última si decidía librar una guerra contra Serbia y Rusia, su protectora, como represalia por el crimen de Sarajevo. El káiser, pues, tuvo un papel decisivo en el inicio de la Gran Guerra, inseparable de su afán de convertir Alemania en una gran potencia mundial.

AMBICIONES MUNDIALES / En 1888, con apenas 30 años, Guillermo II accedió al trono y en 1890 se desembarazó del poderoso canciller de hierro, Otto von Bismarck, con graves consecuencias. Bismarck había sido el artífice de la unificación de Alemania en 1871 y su prioridad fue consolidar el país evitando que lo destruyera una coalición de países hostiles. Así, renunció a sumarse a la carrera colonial, firmó un tratado con Rusia en 1881 que garantizó neutralidad recíproca y articuló una Triple Alianza con Austria-Hungría e Italia en 1882. Ello impidió un pacto franco-ruso que atenazara al país.

Guillermo II, tan ambicioso como inexperto e inseguro, llevó a Alemania por un rumbo opuesto con una Weltpolitik (política mundial). En 1897 su secretario de Estado de Exteriores, Bernhard von Bülow, decretó el fin de la era en que su país «dejaba la tierra a uno de sus vecinos, el mar a otro y se reservaba para ella el cielo, donde reina la filosofía pura» y reivindicó un «lugar al sol».

De este modo, el káiser ambicionó un imperio colonial y generó graves fricciones con Francia por Marruecos. Apostó por crear una flota que rivalizara con la inglesa y alarmó a Gran Bretaña. Se inmiscuyó en los Balcanes e inquietó a Rusia, sobre todo al no renovar el tratado de 1881.

Los mensajes públicos de Guillermo II acrecentaron la desconfianza hacia el Reich: proclamó su determinación de «aplastar» a quien se interpusiera en el camino de su país y exhortó a sus tropas enviadas en 1900 a China contra los bóxer a actuar como «hunos» para que en mil años ningún chino osara «mirar de frente a ningún alemán».

El trasfondo de estas realidades era que Alemania constituía un coloso emergente. Con 70 millones de habitantes, el valor de su producción creció más de seis veces entre 1855 y 1913. Empezó a aventajar a EEUU en la industria química y eléctrica y en 1910 tenía el 15.9% de la capacidad manufacturera mundial. Ello la impulsó a buscar mercados y territorios con un imperialismo y militarismo agresivo.

Como era previsible, sus ambiciones generaron una constelación enemiga de fuerzas y en 1907 se constituyó la Triple Entente, que unió a Gran Bretaña, Francia y Rusia. Los temores de Bismarck se hicieron realidad, como advirtió en 1909 el jefe del Estado mayor germano, Alfred von Schlieffen: «El anillo de hierro forjado en torno a Alemania y Austria solo permanece abierto ahora en dirección a los Balcanes». Con la crisis de Sarajevo, Guillermo II vio la oportunidad de romper este anillo: si estallaba la guerra creía poder derrotar rápidamente a Francia para emplear luego todas sus fuerzas contra Rusia. Su cálculo se reveló fatalmente erróneo y facilitó que Europa se precipitara al abismo.

Y MAÑANA: 3. El avispero balcánico