ESCENARIOS EXÓTICOS DE LA GUERRA DEL 14 / 4

Lawrence de Arabia y la guerra en el desierto

En Wadi Rum, el cine hizo que se rebautizaran cinco rocas, y no siete, con el título del libro en el que el excéntrico oficial inglés dio su visión literaria de la revuelta de los árabes contra los turcos.

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XAVIER MORET

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Sopla el viento en el valle de Wadi Rum, en Jordania, sopla el viento y levanta nubes de arena que amenazan con borrar el desierto, escoltado por unas rocas altas y puntiagudas. «Son los siete pilares», indica Abdul. «Desde tiempo inmemorial los llamamos así». El beduino lo dice convencido, pero no es cierto. El nombre de las rocas se debe al éxito de la película Lawrence de Arabia. A alguien se le ocurrió que, dado que Lawrence escribió Los siete pilares de la sabiduría, y dado que Lawrence estuvo en Wadi Rum, por fuerza tenía que referirse a esas rocas. No importa que los pilares de su libro fueran imaginarios, y tampoco importa que las rocas sean solo cinco.

T. E. Lawrence, personaje ambiguo y desconcertante, doctorado en Historia por la Universidad de Oxford, se hizo famoso en el mundo entero a raíz de la película que David Lean rodó en 1962. El actor Peter O'Toole encarnó en la pantalla a aquel personaje que en la vida real era dos palmos más bajo. El Ejército lo rechazó al principio por no tener la estatura mínima, pero consiguió enrolarse y ser un héroe, aunque todavía hoy muchos sitúan las hazañas de Lawrence en un tiempo etéreo, al margen de la historia, sin darse cuenta de que se insertaban de lleno en la primera guerra mundial.

En noviembre de 1914, cuando Lawrence fue destinado a la Sección Geográfica de las tropas británicas en El Cairo, su trabajo consistía en ocuparse de los mapas y de temas menores de inteligencia, pero no parecía dotado para la acción. El Foreign Office, sin embargo, ya tenía en mente un plan para aprovechar una posible revuelta árabe contra los turcos, aliados de Alemania que en aquel tiempo dominaban la península Arábiga.

Lawrence conocía bien Oriente Próximo, ya que entre 1909 y 1914 había viajado por Siria y otros países para escribir su tesis sobre los castillos de los cruzados en Tierra Santa. En aquel tiempo aprendió árabe, a tratar con los árabes y a adaptarse a su mentalidad. Fue por todo esto que, en junio de 1916, cuando Hussein, jerife de La Meca, se rebeló contra los turcos, los británicos decidieron enviar a Lawrence a Arabia. Allí se entrevistó con los cuatro hijos de Hussein y concluyó que Faisal era el más adecuado para dirigir una revuelta. A partir de aquí, Faisal, asesorado por su amigo Lawrence, inició una guerra de guerrillas en el desierto que le llevaría a expulsar a los turcos.

Lawrence se comportó en Arabia como un buen estratega. Visto que los turcos se habían hecho fuertes en Medina, desistió de atacarles y optó por cortarles los suministros atentando con dinamita contra los trenes. Eran acciones de guerrilla en las que él montaba a camello y vestía como un árabe. Posteriormente, en la primavera de 1917, decidió que era mejor atacar Aqaba por tierra, en contra del informe británico que proponía hacerlo por mar.

Para conseguir su objetivo, Lawrence cabalgó más de mil kilómetros por el desierto con un grupo de fieles beduinos. «Durante años -resume en Los siete pilares...- vivimos de cualquier manera en el desierto desnudo, bajo el cielo indiferente. Por la noche nos empapaba el rocío y los innumerables silencios de las estrellas nos avergonzaban hasta la insignificancia. Éramos un Ejército egocéntrico, sin desfiles ni gestos, consagrado a la libertad». En aquella larga marcha, Lawrence se enamoró del valle de  Wadi Rum y escribió: «Nuestra pequeña caravana se volvió tímida y se quedó en absoluto silencio, temerosa y avergonzada de hacer ostentación de su pequeñez en presencia de aquellas prodigiosas montañas (...) Los paisajes son así de vastos y silenciosos en los sueños de la infancia».

En julio de 1917 llegaron a Aqaba y sorprendieron a la guarnición turca atacándola por la espalda. Fue una gran victoria que inclinó la guerra en Arabia del lado de los árabes y los británicos, y que enterró los planes expansionistas de Alemania en Oriente Próximo. En Los siete pilares..., Lawrence se pone místico al describir el escenario después de la batalla: «Los muertos parecían maravillosamente hermosos. La noche brillaba sobre ellos dulcemente, dándoles una tonalidad de marfil».

Ciudadela expugnada

Tras la victoria en Aqaba, Lawrence fue ascendido a mayor y se convirtió en un héroe. Aún viviría más aventuras en Oriente Próximo, entre otras la de Deraa, donde fue detenido por espía y violado por soldados turcos. Él mismo, recordando aquella mala experiencia, escribe en Los siete pilares...: «Aquella noche, la ciudadela de mi integridad se había perdido irrevocablemente».

Lawrence se mantuvo siempre fiel a sus amigos árabes, pero cuando el 4 de octubre de 1918 entró en Damasco con las tropas árabes y británicas, ya intuía que aquella historia no acabaría bien. El alto mando francés y británico había pactado en secreto repartirse la región y los árabes habían sido traicionados. Desilusionado, Lawrence regresó a Inglaterra y, una vez allí, rechazó el nombramiento de caballero de la Orden del Imperio Británico. Entre 1919 y 1920 se dedicó a escribir el libro en que ofrece una visión literaria de aquellos años. Lawrence, personaje singular, rechazó las ofertas económicas de las grandes editoriales y solo quiso hacer una edición reducida que se vendió por suscripción.

En agosto de 1922, con un nombre falso, sirvió durante un tiempo a la RAF en Inglaterra. Trabajó después en la India en labores de mantenimiento, hasta que en 1927 regresó a su país. Arabia le quedaba ya muy lejos. En 1935, cuando falleció en accidente de moto a los 47 años, ya era toda una leyenda.