El drama de la emigración
Las promesas de apertura en Cuba no frenan a los balseros
Las madres lloran en la barriada habanera de Luyanó. Los 11 jóvenes que el mes pasado se fueron en una balsa nunca llamaron desde Miami. Tampoco están entre los 188 cubanos capturados en octubre por el servicio de guardacostas de Estados Unidos. Desaparecieron en el mar. A pesar de que el Gobierno de la isla está a punto de aplicar la nueva ley migratoria que permitirá los viajes, algunos no pueden aguantar más y se lanzan al agua con esa frase miles de veces repetida que muchos han hecho realidad: «Prefiero morir en el mar que seguir viviendo en Cuba».
La guardia costera estadounidense aún busca a otros cuatro balseros, tres hombres y una mujer. Otros tres que iban con ellos sí consiguieron llegar a Miami Beach. Tuvieron que improvisar dos balsas cuando se hundió la barca insegura en la que zarparon de la playa de Cojímar. Se separaron para siempre.
Después de años de menor afluencia, la cifra de balseros interceptados en alta mar o que llegaron a tierra se ha duplicado en los últimos 12 meses: 1.700 frente a los 831 del 2010. Más de 60 han sido rescatados en otras costas caribeñas, singularmente en Honduras y México, tras andar varios días a la deriva. La lista de desaparecidos que tiene Cubanos sin fronteras anda por la treintena. Las balsas, que se utilizan desde hace ya 40 años en el éxodo ilegal, «son buenas para evitar la detección pero son muy peligrosas», dice el gran estudioso del éxodo cubano, Juan Clark. «Se estima que solo uno de cada tres que intenta escapar lo logra».
Algunos han cruzado esas 90 millas, casi 150 kilómetros, entre la isla y Florida en una cámara de neumático. «Lo ideal son tres neumáticos bien amarrados entre sí», dice un exmarino que ha ayudado a muchos a partir desde las playas del este de La Habana. Eso es una balsa: unas cámaras atadas y una sábana por vela.
Aunque el ingenio y la maña de los cubanos han producido embarcaciones memorables, sobre todo aquel viejo camión Chevrolet montado sobre bidones vacíos que hace ocho años provocó la sorpresa de los guardacostas estadounidenses.
Doce cubanos iban en el camión transformado en barca, con el volante como timón y una hélice adaptada al motor, que navegaba a ocho nudos (13 kilómetros) por hora. La guardia costera estadounidense los detuvo a poco más de medio camino y los devolvió a la isla.
También hundió el vehículo para que no se convirtiera en un monumento a la inventiva cara a la huida. Los doce volvieron a intentarlo después, primero en un Buick reconvertido y finalmente en un Mercury con cartel de taxi al que incluso le añadieron una proa.
EN LANCHAS AL YUCATÁN / Últimamente son más los balseros de lujo. Con la «ayuda de la familia de Miami» han pagado unos 7.000 euros, zarpan de Cuba en lanchas y arriban a alguna de las largas playas de la península mexicana de Yucatán. La mafia y la corrupción ayudan a que unos 200, que suelen viajar en grupos de 15 o 20 personas, lleguen cada mes a EEUU tras un viaje a través de México no menos perlado de aventuras imprevistas.
Esta es la llamada ruta del Golfo. Una mafia cubana que se tutea con los cárteles de la droga los esconde y traslada por México hasta la frontera. Allí pisarán unos centímetros de territorio estadounidense para presentarse como cubanos.
Y podrán llamar a sus madres, si es que no han partido con ellos.
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