El laico Esebsi se da por ganador en las presidenciales de Túnez

Una pareja de soldados vigila la entrada de un colegio electoral en Sus (noreste), ayer.

Una pareja de soldados vigila la entrada de un colegio electoral en Sus (noreste), ayer.

BEATRIZ MESA / RABAT

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«Han sido unos años muy difíciles, pero me he puesto la mejor ropa que tengo para ir a votar, con mi hija y mi marido. He votado por quien será capaz de garantizar la seguridad y la estabilidad en nuestro país. Es la hora del Túnez inteligente, moderno y vanguardista, referente para el resto de los países árabes», decía ayer orgullosa Anisa Ben Hasín, profesora universitaria. A lo largo del día de hoy, cuando se conozcan los resultados oficiales, Túnez tendrá un presidente surgido de unos comicios libres y transparentes, las primeras elecciones presidenciales democráticas después de más de 23 años de dictadura de Ben Alí. Anoche los partidarios del veteranísimo líder liberal Beyi Caid Esebsi (88 años) ya cantaba victoria en las calles con sondeos a pie de urna que le daban entre el 55,5% y el 56,5% de los votos, pero el conservador Moncef Marzuki (69) no daba todavía su brazo a torcer y fuentes de su campaña pronosticaban un escrutinio reñido.

Aunque el bando de Marzuki se quejaba anoche de «numerosas infracciones electorales», Túnez votó relativamente en paz, con un único incidente grave: un ataque nocturno en la víspera a los policías que vigilaban un colegio electoral en la región de Qairauan (centro). Un asaltante murió y otros tres fueron detenidos.

De cualquier modo, el caso tunecino es único en los diferentes procesos de transición política de la región tras la desintegración de regímenes autócratas, que han mostrado que solo mediante el consenso nacional se puede colocar el andamiaje de un sistema democrático. De hecho, la vía del diálogo entre las diferentes fuerzas políticas desembocó en la nueva Constitución, que significó el primer halo de esperanza para el futuro de Túnez. El país, con la celebración ayer de esta segunda vuelta electoral, ha culminado su transición democrática, con dos candidatos disputándose el sillón presidencial.

CONSAGRACIÓN DEL BIPARTIDISMO / El favorito era Esebsi, quien encabeza el partido liberal Nida Tunis, vencedor de las legislativas de octubre, y que ganó la primera vuelta de estas presidenciales, el  23 de noviembre, con el 39,46% de los votos. Marzuki, presidente saliente, obtuvo entonces casi el 34%.

«La diferencia fue muy pequeña, pero esta vez habrá sido aún más reducida debido a la alta abstención», pronosticaba ayer el cronista político Anis Morai. En cualquier caso, de lo que para Morai no hay atisbo de duda es de la consagración del bipartidismo en el país, dividido entre liberales e islamistas. Esta polarización ideológica ha predominado desde el derrocamiento del dictador Ben Alí, cuando los islamistas iniciaron su integración en el campo político, obteniendo incluso la mayoría de los votos en las elecciones

constituyentes.

NECESIDADES SOCIALES / Sin embargo, el retorno del islamismo al juego político generó situaciones de mucha tensión entre sus sectores liberal y conservador. Ello y la ola de ataques lanzados por los extremistas han lastrado la trayectoria del islam político representado por el partido Nahda, que pese a todo es la segunda fuerza más importante del país, como probaron las pasadas elecciones legislativas. «El poder está muy equilibrado tanto dentro del Parlamento como en las presidenciales, porque aunque Nahda desestimara presentar candidato, su pantalla es Marzuki», sostiene Morai. En efecto, la base popular de Marzuki procede en buena medida de los defensores del islam político, mientras que a Esebsi le apoya una amalgama laica que integra desde antiguos seguidores del partido de Ben Alí hasta militantes de izquierda.

A juicio de Ben Hasín. el nuevo presidente deberá emplearse a fondo por acercar las posiciones ideológicas, pero, sobre todo, por responder a las necesidades económicas y sociales que, desde la desintegración del régimen de Ben Alí, no se ven solventadas. El fantasma del terrorismo tampoco ayuda a este país de 10 millones de habitantes, ansioso por volver a la estabilidad.