MANIOBRAS ELECTORALES EN EEUU

El asalto de Bush III

Jeb Bush da un paso más para disputar, seguramente a Clinton, la Casa Blanca

La saga Bush. De izquierda a derecha, los dos expresidentes George Bush padre e hijo y Jeb Bush, que tiene intención de presentar su candidatura en las próximas elecciones de la Casa Blanca.

La saga Bush. De izquierda a derecha, los dos expresidentes George Bush padre e hijo y Jeb Bush, que tiene intención de presentar su candidatura en las próximas elecciones de la Casa Blanca.

RICARDO MIR DE FRANCIA / WASHINGTON

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Veinticuatro años después de que Bill Clinton le arrebatara la presidencia a George Bush padre en la campaña de 1992, la posibilidad de que las mismas familias vuelvan a disputarse la Casa Blanca está un poco más cerca. El exgobernador de Florida Jeb Bush anunció ayer que está «explorando activamente» la posibilidad de competir por la presidencia en el 2016, una cita a la que se espera que concurra la exsecretaria de Estado, Hillary Clinton. El anuncio confirma lo que lleva semanas advirtiéndose sobre el terreno. El hermano responsable del otro presidente de la familia busca equipo de campaña, está perdiendo peso y prepara el engranaje para empezar a recaudar dinero en cuanto pasen las Navidades.

Durante algún tiempo se dio por hecho que el país había tenido suficiente con dos Bush en la guisa de comandante en jefe, un apellido que nunca olvidarán los iraquís, invadidos tanto por el padre como por el hijo. Pero durante las sobremesas de las recientes vacaciones de Acción de Gracias, el clan volvió a deliberar sobre un tercer asalto a la Casa Blanca. «Como resultado de estas conversaciones y la reflexiva consideración del tipo de liderazgo fuerte que creo que América necesita, he decidido explorar activamente la posibilidad de presentarme a la presidencia», escribió Jeb en su página de Facebook. Lo hizo poco después de comparecer un acto público en Carolina del Norte, uno de los entrantes históricos de las primarias.

Apoyo hispano

Casado con una mexicana, a la que conoció el año que pasó enseñando inglés en Guanajuato cuando era todavía un adolescente, este Bush habla bien español. Es un político centrista, con reputación de pragmático y muchos aliados entre el establishment republicano. Más parecido políticamente a su padre que a su hermano. A la hora de recaudar dinero no tendrá problemas. Y garantiza además un buen puñado de votos hispanos porque es de los pocos conservadores que respalda sin timidez la reforma inmigratoria.

La única duda que surge en su entorno es si podrá superar el corte de las primarias, en las que votan las bases republicanas y en las que suele competirse por ver quién es más conservador. Hace solo unos días, Jeb fue a ver en Washington al senador John McCain para pedirle consejo sobre cómo prevalecer en un gallinero donde podría competir con puristas del Tea Party como Ted Cruz o libertarios con tirón entre los jóvenes como Rand Paul. «Le dije simplemente: 'Creo que si miras atrás, a pesar de las quejas de la extrema derecha, acaba siendo el centrista el que gana la nominación», le dijo McCain. Así pasó en su caso y en el de Mitt Romney, aunque el mormón adaptó su mensaje a las necesidades del momento, un oportunismo que acabó restándole credibilidad el día de las presidenciales.

En el expediente de Bush hay un poco de todo para contentar a los sectores que compiten por el alma del Partido Republicano. Como gobernador de Florida (1999-2007), bajó los impuestos, una política que entra dentro del canon de la ortodoxia, pero también abrazó los estándares educativos del programa federal Common Core, en contra de las posiciones más conservadoras. El apellido le garantiza una libreta infinita de contactos políticos, y dinero a raudales, aunque es posible que tenga que compartir el amor del establishment con figuras como el gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, o el de Wisconsin, Scott Walker. Nadie ha confirmado aún su candidatura. «No creo que afectará a su voluntad de presentarse, pero sí lo hará a su capacidad para recabar fondos», decía el jefe financiero de la Asociación de Gobernadores Republicanos.

Tras la era Oama, los estadounidenses acudirán con toda seguridad a las elecciones del 2016 reclamando un cambio de rumbo. Pero irónicamente puede que tengan en el menú los mismos platos que esencialmente llevan comiendo desde hace un cuarto de siglo.