El horror de Boko Haram

Una joven secuestrada en la escuela de Chibok que logró escapar identifica ante una pantalla a sus compañeras.

Una joven secuestrada en la escuela de Chibok que logró escapar identifica ante una pantalla a sus compañeras.

ANTONIO BAQUERO / BARCELONA

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Están cautivas en el corazón de las tinieblas. Ahí, en campamentos ocultos en la frondosidad de la selva de Sambisa hay entre 450 y 500 mujeres que, diariamente, sufren violacionesmaltratos y que son forzadas a convertirse al Islam. A las más bellas se las que se obliga a casarse con los combatientes y a las menos agraciadas se las usa como mulas de carga para llevar la munición a la primera línea de combate, como cebo para tender trampas a los militares o para transportar el botín fruto de los saqueos. Ellas son las rehenes de Boko Haram, la organización yihadista que desde el 2009 ha sumido al norte de Nigeria en un conflicto que ha causado la muerte a cerca de 7.000 personas. Desde el 2013, las milicias se han entregado a una campaña masiva de secuestros de chicas crisitianas en los estados de Borno, Adawama y Yobe.

Esa estrategia saltó a las portadas de la prensa mundial cuando, en abril, Boko Haram secuestró a 276 chicas de una escuela en la localidad de Chibok. Pese a que hace dos semanas el Gobierno nigeriano hizo pública una tregua con Boko Haram y anunció que la liberación de las jóvenes era inminente, esta no llega. Lo que sí sigue habiendo son secuestros. El último fue el pasado fin de semana, cuando los yihadistas asaltaron la aldea de Mafa, en el estado de Borno y secuestraron a 30 niñas y adolescentes.

Treintena de testigos

Tras entrevistar a 30 jóvenes que han estado secuestradas, la oenegé estadounidense Human Rights Watch ha elaborado un informe titulado Aquellas terribles semanas en su campamento en que detalla el infierno que sufren estas chicas, algunas de las cuales no tienen más de 12 años. Según esta oenegé, con esa estrategia, Boko Haram pretende «vengarse del Gobierno por la detención de familiares, castigar a las estudiantes que acuden a escuelas occidentalizadas, y forzar a mujeres cristianas a convertirse al Islam». La oenegé acusa al Gobierno nigeriano «de no proteger» a esas mujeres y denuncia que «la facilidad» con que Boko Haram cometió el secuestro de Chibok les ha animado a realizar más raptos.

Una joven de 20 años explicó a la oenegé como fue secuestrada. Según su relato, los yihadistas cortaron una carretera y bloquearon a cerca de 40 coches. «Separaron a los cristianos de los musulmanes. A varios hombres les degollaron ahí mismo, diciendo que no iban a gastar una bala con ellos. A las mujeres cristianas que llevaban medias les dispararon en las piernas y les dejaron que se desangraran hasta morir. A nosotras se nos llevaron a su campamento de Sambisa», cuenta.

Forzadas a convertirse

Una vez llegan a los campamentos, esas jóvenes, cristianas en su mayoría, son forzadas a convertirse al Islam. Las que se niegan son torturadas o asesinadas. «Me colocaron una soga alrededor de la garganta y comenzó a apretar hasta que acepté convertirme», relata una joven.

Muchas son obligadas a casarse  con los miembros de ese grupo terrorista. La edad no es un impedimento. Así, una joven de 15 años que hizo saber a uno de los jefes de Boko Haram que era demasiado joven para casarse recibió esta respuesta: «Esta es mi hija. Tiene cinco años. ¿Si a ella la casé el año pasado y si estamos esperando a la pubertad para que consume, como vas a ser tú demasiado joven para casarte?».

En muchos casos, esos matrimonios sirven solo para dar cobertura para satisfacer los apetitos sexuales de los yihadistas. Una joven, de solo 15 años, fue obligada a casarse con un combatiente que le doblaba la edad. «Me violaba cada noche. Era un hombre enorme y yo nunca había tenido antes relaciones sexuales. Era muy doloroso. Siempre acababa sangrando». Otra joven, de 19 años, recuerda como, una noche, dos yihadistas la despertaron a ella y a otra joven diciéndoles que el jefe del campamento quería verlas. «Tan pronto como nos adentramos en el bosque uno de ellos me apartó. Supe lo que pretendía y empecé a llorar. Le supliqué que no lo hiciera, que era una mujer casada. Pero me tiró al suelo y me violó», explica.

Los terroristas no dudan en emplear a esas chicas en sus ataques. Así, una de ellas recuerda como le «hacían llevar las municiones y estar tirada en el suelo mientras ellos combatían. Venían a mí a aprovisionarse». Otra recuerda como la utilizaron de anzuelo para tender una emboscada a cinco militares. «Les dije que necesitaba su ayuda. Cuando me comenzaron a seguir, los insurgentes les rodearon. Degollaron a cuatro de ellos. Entonces me dieron un cuchillo para que matara yo al último. Estaba aterrorizada. No podía. Entonces la mujer del jefe del campamento me quitó el cuchillo y ella misma le cortó el cuello».