La amenaza islamista

Marcadas y sin ayuda

Rachel Daniel sostiene la foto de su hija Rose, de 17 años, secuestrada por Boko Haram.

Rachel Daniel sostiene la foto de su hija Rose, de 17 años, secuestrada por Boko Haram.

A. B. / BARCELONA

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Han logrado escapar del cautiverio. Sin embargo, esa terrible experiencia les persigue. Según explica Human Rights Watch en su informe, muchas de las chicas que han pasado por los campamentos de Boko Haram «viven aterrorizadas ante el miedo de ser secuestradas de nuevo, sufren insomnio y sienten una gran frustración por el apoyo insuficiente del Gobierno nigeriano».

La oenegé denuncia que solo las chicas secuestradas en Chibok que han logrado escapar han recibido algo de ayuda gubernamental. Las que fueron secuestradas en otras circunstancias han sido abandonadas totalmente. «Ninguna de las otras víctimas de secuestros, todas ellas pertenecientes a familias desesperadamente pobres, han recibido algún tipo de apoyo o asistencia psicológico o sanitaria por parte del Gobierno», asegura HRW.

Acallar los recuerdos

La oenegé añade que «no está claro qué pasos han de seguir las víctimas para tener acceso al apoyo» que en teoría prestan las entidades de ayuda puestas en marcha por el Gobierno nigeriano para las víctimas del secuestro de Chibok. «Ninguna de las víctimas de violaciones entrevistadas por HRW tenía información de cómo y dónde acceder a esa asistencia para mujeres violadas», dice la oenegé. Incluso los casos de reconocimiento público a las víctimas las han dejado de lado. Así, una joven que escapó del secuestro recuerda: «Estábamos en una gran sala. Primero habló un pastor cristiano. Pero no recuerdo lo que dijo. Luego entregó el micrófono a un hombre vestido como un predicador musulmán. Otra gente habló. Nadie nos preguntó nada. No creo que ninguna de mis compañeras de colegio se diera cuenta de que estábamos siendo consoladas».

Otra chica de 19 años explica: «Son los recuerdos. No puedo hacerlos callar. Ni cuando duermo. Entonces es como si estuviera allí otra vez y todo estuviera pasando». Otra joven de la escuela de Chibok que logró escapar deja claro el tipo de ayuda que necesita: «Yo solo quiero a alguien que me escuche y que me ayude a parar el miedo que se apodera de mi mente cuando pienso en mis compañeras que aún están con Boko Haram».

En muchos casos, no solo no reciben ayuda si no que sobre ellas pesa el estigma social. En el extremadamente conservador norte de Nigeria, ser víctima de una violación es un lastre demasiado pesado. Así fue el caso de una joven que vio como su marido se negaba a tocarla tras saber que había sido violada. Por eso, muchos padres envían a las jóvenes a otros pueblos u optan por marcharse.

Para todas ellas, la escuela sigue siendo un lugar que las aterroriza pues ahí fueron secuestradas. «No he sido capaz de volver a la escuela. Tengo miedo de viajar. Pueden secuestrarme en la carretera. Es muy peligroso», dice una joven.