Violencia en Oriente Próximo

Hija de una mártir de Gaza

La pequeña, sin nombre, en la incubadora.

La pequeña, sin nombre, en la incubadora.

ANA ALBA / Gaza (enviada especial)

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En una sala amplia de paredes verdes hay una incubadora aislada. Una enfermera le ha colgado un pequeño cartel que dice: «Hija de la mártir Shahima Gannan». Dentro hay una niña que ha llegado a este mundo hace nueve horas. Tiene el pelo oscuro, la naricilla chata. Respira y se alimenta con la asistencia de una máquina.

Ella no lo sabe, pero ha nacido en guerra. En su tierra, Gaza, Palestina, las bombas de las fuerzas israelís han matado ya a 835 personas y han herido a 5.200. Cuando vio la luz, los misiles de los cazas israelís caían cerca del hospital. Uno de los proyectiles había matado, poco después de las 3.30 de la madrugada, a su madre, Shahima Gannan. Pero el corazón diminuto de la pequeña seguía latiendo en el vientre materno.

«A las 3.45 de la madrugada las ambulancias han traído a una mujer embarazada que acababa de morir. La hemos examinado muy rápidamente varios especialistas. Le hemos puesto respiración artificial y le hemos hecho una ecografía. Estaba embarazada de entre 34 y 36 semanas. Nos hemos sorprendido al ver que el corazón del bebé seguía latiendo», explica aún emocionado el doctor Ahmad al Falit, uno de los ginecólogos del hospital Mártires de Al-Aqsa de la ciudad de Deir el Balah, a unos 14 kilómetros al sur de la ciudad de Gaza.

UNOS DÍA DE ESPERA / «Inmediatamente le hemos practicado una cesárea y hemos sacado a la niña. Estaba viva, sí... Esperamos que sobreviva, ahora solo depende de la voluntad de Dios», dice el médico. «Hay que esperar unos días, a ver como evoluciona. El problema es que estuvo un rato sin oxígeno, no sabemos cuánto», indica el doctor Fadi al Jurati, nutricionista. Él se encarga de alimentar a la pequeña sin nombre. «Le estamos suministrando sueros con lo que necesita para sobrevivir», señala sonriendo.

La llegada de la niña ha sido una alegría para el hospital en medio de la tragedia. Respira rápido y su barriguita se mueve cada pocos segundos, pero parece sumida en un sueño plácido, ajena al horror que la rodea. En la puerta de la sala donde se encuentra, un gatito pelirrojo la custodia.

SIN NOMBRE / «La bebé no tiene nombre porque su padre está herido y ni siquiera ha podido verla, todavía se encuentra en estado de shock», dice Jurati. El doctor Falit comenta que los padres de la pequeña se casaron hace un año y es su primera hija.

El bombardeo que mató a la madre hirió al padre y a cinco personas más que no están graves y ya han salido del hospital. En el centro han nacido «casi 20 niños al día» desde que empezó la ofensiva israelí.

En Deir el Balah viven unas 56.000 personas, pero el hospital atiende a las más de 400.000 almas que habitan en la gobernación. «Muchas mujeres han dado a luz antes de tiempo por el estrés y el sufrimiento», apunta el doctor Jurati.

GRITOS Y CARRERAS / De pronto, se oyen gritos y carreras. La puerta de la oficina del médico se abre de golpe y aparece un padre desencajado con un niño en brazos que llora. No sangra y no se le ven heridas, simplemente está horrorizado. El impacto de una bomba muy cerca de su casa, junto a una mezquita, lo ha tirado al suelo.

En la entrada, los médicos se apresuran para examinar a un chico que se desangra por el abdomen. Otro tiene metralla en la cara y el estómago, pero no está grave. Le hacen una radiografía y aparece en su cara una especie de pequeño dardo de metal. Es una de las flechas que encierran las bombas flechette, un arma generalmente disparada desde un tanque, según la oenegé israelí B'Tselem. El proyectil explota en el aire y suelta miles de pequeños dardos de metal que se dispersan.

Los bombardeos no cesan en algunas zonas de la franja. La localidad de Azzahara, en el centro de Gaza, estaba tranquila hasta que el jueves bombardearon un edificio. Esta tarde, los ataques «se han intensificado, han disparado a las partes altas de tres bloques. Hemos bajado a la primera planta. Queremos escapar, pero no sabemos cómo, ya está oscureciendo. Somos civiles, tenemos hijos, no sé dónde llevarlos», dice por teléfono, muy angustiado, Abu Karim, un ingeniero de Beit Janún refugiado con su familia en Azzahara.

Las fuerzas israelís siguen su ofensiva implacable, a pesar de que ya han perdido a 35 soldados y oficiales, según confirmó ayer el Ejército israelí. Un soldado murió al ser «atacado con misiles anti-tanque y fuego de mortero desde una estructura próxima a una escuela de la UNRW», aseguró el Ejército, que dio por muerto al soldado que hasta ahora consideraba desaparecido. Hamás dice haberlo secuestrado.