Revuelta en el mundo árabe

Gadafi contrataca

Muamar Gadafi conduce su minicoche personal en Trípoli, ayer

Muamar Gadafi conduce su minicoche personal en Trípoli, ayer

MARC MARGINEDAS

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El sol ya había comenzado a declinar en la localidad libia de Brega y los revolucionarios cantaban victoria, tras haber obligado durante la jornada a los milicianos enviados por Muamar Gadafi a retirarse a 30 kilómetros de aquí. En medio del caos, el sonido de las bocinas y los gritos de Ala u Akbar (Dios es el más grande), algunos de los hombres armados que habían luchado durante la jornada comenzaban a emprender el camino de vuelta a casa haciendo el signo de la victoria en sus coches y camionetas, mientras otros celebraban el triunfo militar destrozando con rabia y disparando tiros contra un gran póster con la imagen del odiado líder libio situado junto a la universidad local, escenario de los combates más encarnizados. Mientras este enviado especial intentaba entrevistar a los enardecidos y eufóricos revolucionarios, el sonido del vuelo rasante de un caza progubernamental empezó a oírse sin que nadie pudiera siquiera divisarlo.

Que no se trataba de una simple maniobra intimidatoria quedó claro en cuestión de segundos: pudo oírse un fuerte estruendo, y una columna de humo negro se elevó a un centenar de metros de nosotros, muchos de los cuales, en medio de gritos, empujones y huidas en carrera ya nos habíamos tumbado al suelo para protegernos del inminente ataque aéreo. La aviación de Gadafi respondía a la derrota que le habían infligido los sublevados, bombardeándoles justo en el momento en que celebraban su triunfo.

DELIRANTE FINAL / Aunque este misil no causó muertos, fue un delirante final para una jornada en la que Gadafi quiso demostrar a los insurrectos libios y al resto del mundo que, antes que abandonar el poder, está dispuesto a desatar una guerra en Libia -país que ocupa el puesto numero 17 en el ránking de productores de petróleo- de consecuencias incalculables para la estabilidad política y económica mundial.

En las primeras horas del día, un grupo indeterminado de milicianos -algunas fuentes hablan de unos 700, aunque nadie ha podido confirmar este extremo- irrumpieron en Brega, una localidad de reciente construcción y casas de materiales prefabricados, donde la mayoría de sus habitantes se dedica a actividades relacionadas con el sector de los hidrocarburos. Al principio se dijo que eran mercenarios enviados desde Níger, aunque hacia el final del día los revolucionarios admitieron abiertamente que se trataba de ciudadanos libios.

La voz de alarma se extendió por toda la región, y miles de hombres de las poblaciones adyacentes, armados con kalashnikovs, artillería antiaérea y hasta fusiles de caza se dirigieron a Brega para frenar la incursión enemiga. En la población de Ajdabiya, a unos 80 kilometros de Brega, en el último puesto de control de los insurrectos, cientos de hombres armados intentaban construir una posición defensiva con rifles y hasta tanques confiscados al Ejército para protegerse de una posible incursión. «Tenemos que proteger Ajdabiya, porque quien controla Ajdabiya controla el este del país; desde aquí hay una carretera que va hasta Tobruk y otra a Bengasi», explica Abdeladem Alzwei, uno de los improvisados milicianos.

Los heridos iban llegando a al hospital local en medio de un caos indescriptible, con la muchedumbre invocando a Dios en cuanto el personal médico los sacaba de las ambulancias y los depositaban en camillas.

En cuanto las primeras noticias del ataque llegaron a los oídos de Mohamed Naser, de 47 años y residente en Ajdabiya tomó su kalashnikov, abordó su vehículo de fabricación surcoreana y enfiló carretera en dirección sur. «A las 12 ya estaba en Brega», contó Mohamed, satisfecho de estar colaborando en el cerco a los hombres enviados por Gadafi en la sede de la universidad. «Nadie quiere a Gadafi, hace cosas contrarias al islam, ha asesinado a gente», explica. «¿Por que no se va? Si amara a Libia, se marcharía», afirma.

Pero Gadafi, a tenor de su discurso pronunciado ayer, está dispuesto a seguir ofreciendo una resistencia numantina y a sumir a su país en el caos y la destrucción. «Miles de libios morirán en el caso de que EEUU y la OTAN intervengan», amenazó sin ambages, ante un grupo de partidarios suyos. «No vamos a permitir a los americanos y a Occidente que intervengan en Libia; si lo hacen, deben saber que se meterán en un infierno y un mar de sangre peor que Afganistán e Irak; distribuiremos armas por millones», advirtió, antes de recordar que la producción petrolera del país está en su nivel más bajo y amagar con revocar concesiones petroleras a compañías occidentales y entregarlas a indias y chinas.

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