La crisis griega

La corrupción, el cáncer que corroe a Grecia

ANDRÉS MOURENZA / Atenas (Enviado especial)

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«La burocracia de este país es impresionante, y también la corrupción. No se pueden hacer negocios. Allá adonde vas tienes que pagar por debajo de la mesa a los funcionarios», se queja un autónomo retirado que prefiere no revelar su nombre: «No me extraña que los extranjeros no quieran invertir aquí».

Elfakelakio sobrecito, con el que los griegos se refieren a los sobornos, es un término recurrente en los negocios de este país. Tanto que, según un estudio del Banco Mundial, las empresas guardan el 0,2% de su presupuesto para este tipo de pagos; el 0,8% en caso de que tengan que concurrir a concursos públicos. «La cultura de la corrupción ayuda a las empresas que están dispuestas a sobornar a las autoridades para conseguir concesiones.

El resto quedan forzadas a aceptar su desventaja competitiva, o bien eludir pagar impuestos o explotar a inmigrantes ilegales para mantener su competitividad. Estas empresas, eventualmente, se ven forzadas a sobornar para evitar inspecciones», explica un informe del Center for the Study of Democracy (CDS) del 2010.

«AGILIZAR TRÁMITES» / En Grecia la corrupción no solo afecta a las élites político-empresariales, sino que es transversal. Según un informe del 2011 de Transparency International (TI), uno de cada 10 encuestados admitía haber pagado a funcionarios o empresas privadas para «agilizar trámites» y se calcula que el pasado año se pagaron unos 554 millones de euros en sobornos. Algunos incluso llegan a enriquecerse con los sobrecitos. Por ejemplo, el empleado de un tribunal ateniense amasó una fortuna de 8 millones de euros y otro del servicio forestal acumuló un millón de euros.

Un caso aparte son los hospitales, donde más número de sobornos se registran. Según el informe de TI, los sobornos en el sector de la Salud van desde los 100 a los 30.000 euros para lograr ser operado inmediatamente o para que a uno le hagan un análisis. Incluso hay quienes se quejan de haber tenido que pagar sobornos a las enfermeras para que les cambiasen las sábanas de una cama de hospital. Yorgos Patulis, presidente de la Asociación de Doctores de Atenas, se defiende alegando que solo afecta a unos «pocos médicos» y que la culpa es del Estado, «porque durante muchos años no ha llevado a cabo los controles adecuados».

RECETAS FALSAS/ Pero el propio Ministerio de Sanidad acusa a su vez a los doctores de estar recibiendo sobornos de las compañías farmaceúticas para recetar sus productos o incluso de hacer recetas falsas para que el Estado pague por las medicinas y luego estas sean revendidas de forma ilegal, un mercado que mueve entre 50 y 200 millones de euros anuales en Grecia.

De ahí que los colegios médicos griegos montasen en cólera este año cuando se introdujo la obligatoriedad de recetar medicamentos genéricos y un sistema de seguimiento electrónico de las recetas.

Si en los hospitales griegos la corrupción posee dimensiones patológicas, en los pasillos de Hacienda se refieren a ella con un símil futbolístico: 4-4-2. Este es el sistema con el que se reparte la carga impositiva a los contribuyentes, especialmente empresas, dispuestos a pagar sobornos: reciben un descuento del 40%, otro 40% se lo queda el inspector y el restante 20% va a las arcas del Estado, según reveló hace poco un exsecretario del Ministerio de Finanzas.

La corrupción tiene un alto coste para el Estado griego. Según TI, en la última década Grecia ha perdido 120.000 millones de euros en esta evasión de impuestos engrasada con sobornos. «Grecia está sufriendo una crisis de valores. Posee las leyes necesarias, pero hace poco por que se respeten. Las leyes son violadas, lo ilegal se legaliza y los compromisos internacionales para luchar contra la corrupción son ignorados», denuncia el presidente de TI en Grecia, Kostas Bakuris.

AUMENTAN LAS DENUNCIAS/ Con todo, hay ciertas razones para la esperanza. Con la crisis, el número y el volumen de los sobornos se ha reducido considerablemente respecto a años anteriores y, además, hay una creciente concienciación sobre la corrupción: ahora los ciudadanos griegos consideran que la no expedición de recibos de compra es parte de esa corrupción, en un país donde antes casi nadie los daba.

Y las denuncias han aumentado. No pasa una semana sin que algún funcionario, empresario o político sea investigado por presuntos casos de corrupción.