ANIVERSARIO YIHADISTA

Califato intercontinental

Reclutas 8Militantes del Estado Islámico en Mosul.

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JAVIER TRIANA / ISTAMBUL

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Un año ha, el establecimiento del 'califato' por parte del Estado Islámico (EI) en Siria e Irak se anunció como parte de una declaración de guerra. En el primer día del ramadán, Abubakr Al Baghdadi (alias el 'califa Ibrahim') se erigía como el nuevo líder de la yihad mundial. Aunque ahora esté supuestamente malherido, las raíces de la creación de Al Baghdadi son más profundas, su base de apoyo es más amplia, y más difícil se antoja la posibilidad de eliminarlo que hace un año.

Las políticas sectarias del Gobierno iraquí, los intereses particulares de cada uno de los actores de la guerra en Siria y las históricas rencillas tribales entre los pueblos de la región son, entre otros muchos, factores que dificultan un avance ante un grupo armado que opera como un verdadero estado: con administración, con ejército, con fuentes de financiación y con un sistema educativo y judicial.

«Aunque EEUU y sus socios puedan potencialmente derrotar al EI, no serán capaces de destruirlo, al menos a corto plazo», afirma Michael Eisenstadt, director del programa Militar y de Seguridad del laboratorio de ideas Washington Institute. Según el experto, si no se erradican los aspectos que contribuyen al «atractivo» del grupo, «lo máximo que puede esperar EEUU es destruir sus formaciones militares, desmantelar su maquinaria administrativa y volverlo clandestino». Y aunque le haya expulsado de algunas ciudades, «la coalición no ha degradado las capacidades generales de la organización». Eisenstadt apuesta además por una estrategia combinada desde Siria e Irak, en vez de priorizar el segundo.

Según la ONU, más de 25.000 extranjeros de todo el mundo se han unido a sus filas en este primer año, tras el que el EI puede presumir de contar con "provincias" en Libia, Nigeria y Egipto, y con atentados cometidos en su nombre en Francia, Yemen, Arabia Saudí y Túnez.

Las consecuencias humanitarias de esta guerra abierta en multitud de frentes han sido devastadoras: según la ONU, el aumento de refugiados en el mundo entre 2013 y 2014 fue de 8,3 millones, un máximo histórico, y la gran mayoría se concentra en el área aledaña a Irak y Siria.

Tampoco son alentadoras las informaciones que llegan desde las zonas en las que ondea la bandera negra del EI: en la ciudad iraquí de Mosul, por ejemplo, los taxistas suelen tener sintonizada la radio del califato, ya que escuchar música puede acarrear diez latigazos; las tiendas deben cerrar durante las horas de oración; los robos se penalizan con la amputación de una mano; el adulterio conlleva la lapidación (a las mujeres) o ser arrojado desde lo alto de un edificio (para los hombres). «La pena mínima son latigazos», cuenta Zaid, un residente.

Veto al tabaco y los tacones

«Es muy difícil influir en un grupo que está orgulloso de sus violaciones de derechos humanos», lamenta Christoph Wilcke, investigador sobre Irak de la organización Human Rights Watch (HRW). Para Wilcke, la superviviencia en el califato viene dada por las filiaciones del individuo: «Si no eres suní, lo más probable es que te ejecuten. Si eres suní, pero miembro de las fuerzas de seguridad, tienes un alto riesgo de muerte. Si eres suní y trabajas para el gobierno, pero en la compañía eléctrica o en un hospital, la situación parece que es más favorable».

Las pronibiciones son muchas. Está vetado fumar (lo que ha propiciado el aumento del uso de colonia para ocultar el olor del tabaco), las mujeres han de ir cubiertas de negro de la cabeza a la punta de los pies y calzar zapato plano. Para evitar huidas, los yihadistas han puesto en marcha un sistema por el cual una familia designa a otra como su garante, y en caso de que una escape, se ejecutará a la que permanezca.