VIOLENCIA EN ORIENTE PRÓXIMO

Ampliar el colchón

El Ejército israelí siembra muerte y destrucción para ensanchar la zona de seguridad alrededor de su frontera con la franja de Gaza

Agujero 8 Un niño entra en su casa atacada.

Agujero 8 Un niño entra en su casa atacada.

TÉMORIS GRECKO
GAZA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El poste partido en dos todavía conservaba el grafiti que hizo un vecino, quien además tenía un coche de color naranja que, aunque aplastado, permanecía en el sitio donde siempre lo había estacionado. Rimez al Azazmhe había pasado cientos de veces por ese lugar y eso le sirvió para reconocer los restos de su casa, un poco más adelante. No pudo llegar allí. ¡Tup, tup, tup! Varios disparos hicieron que la mujer diera media vuelta y se lanzara a correr, correr, correr…

Ese 26 de julio, el Ejército había declarado un cese al fuego de 12 horas para permitir la búsqueda de heridos y cadáveres bajo los edificios destruidos. Miles aprovecharon la pausa para volver a sus hogares para recuperar lo que se pudiera. Unos lograron ponerse a rascar entre los escombros. A otros, como Rimez, los ahuyentaron a tiros.

Para  otros dejó de ser importante hasta dónde los iban a dejar llegar: la destrucción fue tal que ni siquiera podían identificar los puntos de referencia principales: el banco, la escuela, la mezquita...

En el oeste del barrio de Shayahia, hay un edificio de seis pisos desde el que se puede ver el estado de las partes centro y este: lucen como si hubiera pasado el equipo de demolición más grande y torpe del mundo. Algunas manzanas parecen aplanadas, con capas uniformes de cemento y metales. La mayoría, sin embargo, son cerros caóticos de ruinas deformes, altos pilares por aquí, pavorosos cráteres de misil por allá, mantas, colchones destripados y ropa.

No habitadas

El objetivo es que estas zonas no vuelvan a ser habitadas. El Gobierno del primer ministro Binyamin Netanyahu la llama «zona colchón»: son tres kilómetros a partir de la frontera, hacia el interior de Gaza. Asegura que es necesario para impedir que, desde ahí, se construyan túneles que permitan la infiltración hacia Israel.

Gaza es una franja de solo seis kilómetros de ancho. De acuerdo con OCHA (Oficina de Coordinación para Asuntos Humanitarios de la ONU), la «zona colchón» les arrebata a los habitantes de Gaza el 44% de su territorio.

Desde Israel, se asegura que Hamás amenaza a la gente para que no se vaya cuando le ordenan evacuar. Rimez recuerda que su marido se negaba a aceptar las exigencias de la soldado israelí que llamó «a las tres de la mañana» «Nos dio cinco minutos para levantar a los niños y salir. Mi esposo gritó que no, que era todo lo que teníamos y se encerró en el baño. Yo corrí con mis hijos, pero  la fuerza del misil nos derribó en la calle. Él murió dentro».

 

Rimez es maestra y su pareja trabajaba en una estación de gasolina. Aunque los convenios de Ginebra establecen la obligación de respetar a los civiles y sus propiedades, Israel ha declarado objetivo militar toda construcción donde se sospeche que se esconden o se lanzan cohetes contra su territorio. También, los hogares de quienes se cree que pertenecen a Hamás o alguna facción palestina. Aunque se trate sólo de uno de los muchos apartamentos de un edificio donde habitan inocentes.

El jueves, Navi Pillay, comisionada del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, describió como crímenes de guerra tanto los ataques de Israel contra civiles como que Hamás dispare cohetes desde zonas habitadas.

En la zona colchón, no hizo falta esconder armas o ser de Hamás: la falta cometida por la población fue, simplemente, estar allí. Rimez niega que ella o su marido hayan sido militantes. Pero vivían en Shayahia, que con Beit Hanoun, Beit Lahiya y otras poblaciones son sitios condenados a la destrucción.

A sus 27 años, se quedó sin marido ni hogar, y con cuatro pequeños. Llegó a la escuela de Jabaliya el 18 de julio y de inmediato, su hija de dos años se llenó de ronchas en cara, espalda y piernas. No hay médico porque los casos graves no dan respiro a los doctores.