Desaparición de un icono de la 'chanson'

Un rosal en el Grec

El autor llegó a ver el arbusto con su nombre gracias a las fotos que le envió Marina Rossell

ANNA ABELLA
BARCELONA

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En los jardines del Teatre Grec de Barcelona crece desde hace un par de semanas un rosal con nombre propio, el de George Moustaki. Sus flores, una nueva variedad nacida en homenaje al cantautor francés, son de color rosa, de perfume ligero y afrutado y de abundante hoja verde oscuro. Un humilde símbolo que el músico ha podido ver en sus últimos días gracias a las fotos que le envió Marina Rossell.«Se puso muy contento»,aseguraba ayer su gran amiga y colega catalana, que, emocionada, recordaba«la alegría»que desplegaba y«cómo le brillaban sus ojos azules»ante pequeñas cosas como esas rosas, ante un buen aceite de oliva, unas anchoas de L'Escala o los turrones que tanto le gustaban y que Rossell le llevaba cuando iba a visitarle a Francia.

«Para mí es como si se quemase de nuevo un libro de la biblioteca de Alejandría, como si se quemase un incunable. Es un hombre al que he adorado, al que adoro», decía ayer Rossell con la voz rota al hablar de Moustaki, nacido en la antigua ciudad egipcia y al que conoció hace 35 años, en Suiza, en 1978, donde ambos iban a cantar junto a otros músicos. Se reencontraron en 1984, en Marruecos, y fue allí donde el cantautor le pidió que le llamase Jo, que es como le llamaban sus amigos (por su nombre, Joseph; Georges era un homenaje a su admirado Brassens).

Vivir la vida

«Fue un librepensador que cantó la libertad del Mayo francés y que conectó con el espíritu de su tiempo, de nuestro tiempo. Un cantante que tuvo la fortuna de llegar con sus canciones a todos los continentes y de emocionar a gentes de todo el mundo. Nos deja su amor a la libertad hasta las últimas consecuencias»,comentaba Rossell sobre el legado de una figura,«la última leyenda de la chanson»,de quien confesó haber aprendido«una gran lección de humanidad: vivir lavida con todos sus matices, la alegría, la pena, la soledad, la alegría, la compañía...»

Ambos, además de compartir canciones, escenarios, viajes y hasta memorables paseos en moto bajo los puentes de París, supieron cumplir recíprocas promesas: Moustaki cantó en francés un tema de Rossell sobre un profundo amor,Màrmara, elegido quizá porque evocaba el mar de su querido Estambul; y ella le rindió un tributo musical, grabar un disco, en el que incluyó ese regalo de su amigo, con las canciones más conocidas de él adaptadas al catalán. Lo lanzó a finales del 2011, en colaboración con Paco Ibáñez, Josep Tero, Pelai Ribas, Lluís Llach y Víctor Obiols.

«Se comunicaba por iPad y iPhone, era su puerta al mundo y le dolía ver cómo iba todo, ver que aquella Francia de la libertad ha ido restringido libertades -añadía Rossell-.Él siempre tenía una sonrisa para todas las causas nobles y un reproche para la mezquindad de los gobernantes y toda esta carcundia».

«Siempre vivió marcado por el signo de la vitalidad, a pesar de su delicado estado de salud durante los últimos años. A las seis de la madrugada, en su propia casa de Niza, ha muerto dulcemente y en paz»,confirmó. Como dice la letra deMàrmara, que Moustaki hizo suya: ...et la lune s'est cachée dans la mer de Marmara(...y la luna se escondió en el mar de Mármara).