CUADERNO DE GASTRONOMÍA Y VINOS

Las uñas del océano

Los percebes gallegos son piezas codiciadas, toda una exquisitez en el mundo del marisco. Los expertos aconsejan hervirlos con agua de mar y servirlos tibios.

Un grupo de percebeiros, en plena faena en la costa gallega.

Un grupo de percebeiros, en plena faena en la costa gallega.

MIQUEL SEN

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Mientras los marineros pescan con redes, los percebeiros arrancan de las rocas más batidas por el océano los codiciados percebes. Solo necesitan una lanza de hierro con mango de madera y una valentía absoluta. Aprovechando el corto tiempo de marea baja, unas dos horas, se juegan la vida arrancando los racimos de percebes, el oído atento al rumor de la ola que llega y que puede aplastarlos contra las peñas.

La norma no escrita es que los hombres se acerquen a los acantilados en una lancha, desde la que saltan a las rocas inaccesibles desde tierra, y que las percebeiras desciendan hasta las piedras donde se encuentran esos dedos del mar que son sinónimo del capitán de los mariscos. Los embarcados deben tener fe ciega en que los recoja el patrón de la lancha en el caso muy probable de que un golpe de mar se los lleve.

Pocas veces, cuando disfrutamos de un plato, tenemos en cuenta el inmenso esfuerzo que conlleva encontrar la materia prima. De este producto solo se sabe lo que vale realmente cuando se observa a las mariscadoras en pleno trabajo.

En el mes julio se inicia una campaña que tiene su máximo exponente en la fiesta del percebe de O Roncudo. Si la Costa da Morte tiene fama de buena materia prima, los percebes conseguidos en el entorno del faro del Roncudo de Corme son la calidad suprema, lo mejor de un producto que da para ganarse, muy sencillamente, la vida. Cada persona, cada licencia, da derecho a recoger cinco kilos de percebes por día de trabajo. Son fechas contadas en las que se paga el kilo en un abanico que oscila, según la subasta, entre 29 y 50 euros el kilo. Luego llega la acción de los intermediarios, que los encarecen hasta convertirlos en trufas de roca marina.

Entre los hilos de la distribución se esconden los percebes logrados por los furtivos, una actividad con dos lecturas. Una, la necesidad de conseguir unos euros para sobrevivir. Otra, el negocio descarado de los que venden bajo mano a restaurantes. Son los reyes del marisco barato. Entre tanto, Mari Carmen Lista, la voz del mar percebeiro, señala que en la última subasta solo había 12 kilos. Eso sí, eran gordos, jugosos y rojos como lo son los del Roncudo.