CITA con 'INSTINT' EN LA SALA BARTS

«Estamos cerrando un ciclo de 300 años»

Lluís Llach confesó a Albert Om que le gustaría estar más en Catalunya

Lluís Llach y Albert Om, en un momento del diálogo que mantuvieron en la sala Barts de Barcelona, anoche.

Lluís Llach y Albert Om, en un momento del diálogo que mantuvieron en la sala Barts de Barcelona, anoche.

JORDI BIANCIOTTO
BARCELONA

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Lluís Llach acudió ayer a la sala Barts para hablar del aprendizaje a lo largo de nuestras vidas, pero en su diálogo con Albert Om dejó caer alguna confesión inesperada. Como cuando, viendo el entusiasmo de Llach con el momento político que vive Catalunya, el periodista le preguntó si, de haberlo imaginado, habría postergado su decisión de vivir medio año en Senegal. «¡No habría dejado de cantar!», le replicó el cantautor con contundencia.

Pero, que nadie se frote las manos. No hay nada que hacer: Llach abandonó la profesión porque le apetecía «vivir de otra manera» y, como los escenarios son «una droga dura», lo mejor era frenar en seco. El título de la conversación del Barts, dentro del ciclo Instint, era Aprendre. De Verges a Palmarin, Llach, que matizó su condición de ampurdanés («en realidad, nací en un hospital de Girona y en Verges solo viví nueve años»), aseguró que había encontrado en Palmarin, Senegal, una fuente de estímulos. «Es como volver a la escuela. He aprendido de su sentido de la convivencia y su manera de resolver problemas», apuntó Llach, que calificó su voluntad de aprender como una «obsesión personal» más allá de la juventud. «Lo bonito es prolongarla cuando empiezas a ser mayor. Es un verbo complementario con todos los importantes de la vida, como amar», precisó. El cantautor vivió con deleite, reveló, que, en sus tres primeros años en Senegal, los lugareños ignoraban que fuera un popular cantautor. «Me llamaban Lis, ¡era fantástico!», celebró.

DE PALMARIN A ÍTACA / Hablando de destinos distantes, Om le preguntó por Ítaca y aprovechó para recriminarle que se cargara el acento gramatical del topónimo en su álbum Viatge a Itaca (1975). «Ya, es que el acento musical sí que estaba allí», se defendió aludiendo a la segunda sílaba de la palabra. «Pero pedí perdón a todo el mundo, ¿eh? A Espinàs, a todos».

Se le intuía inquieto por los movimientos de la sociedad catalana. «Me gustaría estar más tiempo aquí por todo lo que está pasando en el país», confesó. «Estamos cerrando un ciclo de 300 años». A Carme Forcadell (ANC) y Muriel Casals (Òmnium) las llamó afectuosamente «les nenes» y defendió «la fórmula de casar el nacionalismo con un proyecto social».

Sorpresa: Llach, elogiando a Jordi Pujol y su originaria vocación socialdemócrata. «Yo, que nunca le voté, reconozco que él hablaba del Olof Palme cuando en España nadie sabía quién era». El Estado español, «más que la sociedad española», es «complicado», pero su ambición quedó clara. «Podemos construir un país con otra sensibilidad». Y lo ilustró en otro campo. «Yo era un monolingüista feroz, pero ahora pienso que cada cual cante como quiera»

Habló de sexualidad, la suya, «muy reprimida» y que no descubrió, confesó, hasta los 21 años. Antes tuvo una novia que le recitaba de memoria textos de Mao. «No sé si mis desviaciones o derivaciones comenzaron allí», bromeó. Y antes de cerrar la sesión, propuso una modificación del himno de Catalunya: Els segadors, tristón y severo, debería incluir una estrofa de El Cant de la senyera, más exuberante. «Es uno los pocos himnos en tono menor, que transmite decaimiento. !Los himnos siempre tienen testosterona!», reclamó. Que «les nenes» tomen nota.