Pablo Iglesias / Tania Sánchez

Se les rompió el amor (de poco usarlo)

Los asuntos del corazón requieren su tiempo. Y el líder de Podemos no lo tiene. De Bruselas vuela a la guarida central de Podemos y de ahí, a los platós. Esa ha sido la causa, según los próximos a la pareja, de su definitiva ruptura.

LA SOLEDAD DEL LÍDER. Pablo Iglesias afronta la triatlón hacia la Moncloa sin la novia que tantos minutos de gloria ha dado a los tertulianos alérgicos a Podemos. Arriba, a la derecha, Tania Sánchez, en febrero, antes de su salida de IU.

LA SOLEDAD DEL LÍDER. Pablo Iglesias afronta la triatlón hacia la Moncloa sin la novia que tantos minutos de gloria ha dado a los tertulianos alérgicos a Podemos. Arriba, a la derecha, Tania Sánchez, en febrero, antes de su salida de IU.

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La noticia de la ruptura saltó en las respectivas cuentas de Facebook durante el recuento de votos de las elecciones andaluzas, para deleite de los analistas políticos dados a hacer cábalas. Alguno hay que apuesta a que es un golpe de efecto «de cara al año electoral», una especie de anuncio amplificado sobre su capacidad de sacrificar la relación para salvar las ideas.

En realidad, puede que el motivo del desamor sea tan elemental como la falta de uso. Sánchez, de hecho, se había quejado en privado de que apenas tenían tiempo para verse. Y no iba errada. Su chico, propulsado por una especie de síndrome pre-Moncloa que le ha desconectado de la realidad, está sometido a una agenda diabólica.

Los lunes por la tarde vuela a Bruselas, donde lleva una vida medianamente ordenada («come en la cafetería del Parlamento, acude al gimnasio a mediodía, y va y vuelve andando al  piso compartido», según los suyos). Pero al regresar los jueves por la tarde a Madrid empieza el torbellino. Del aeropuerto a grabar Fort Apache, la tertulia-púlpito de HispanTV. Los viernes a mediodía, reunión de la secretaría política en la sede recién estrenada de la madrileña calle de Princesa. Y los sábados tocan bolos en las teles. «Esta agenda ha afectado a la relación», reconocen en Podemos. «Más aún desde que ella salió de IU y dispone de más tiempo libre».

Justamente, la salida de Sánchez de la formación comunista y la idea de captarla en Podemos para lanzarla como candidata a la Comunidad de Madrid le erizó el vello a buena parte del núcleo fundacional del partido. Por el peso de las siglas

-IU- y por el sobrepeso de la relación con el jefe. «Era un asunto muy complejo por las implicaciones personales», admiten los más cautos. «Las declaraciones de Pablo tendiéndole la mano a Tania en público en varias ocasiones sentaron mal», aseguran por lo bajinis los más indiscretos. La hipertensión bajó cuando ella tiró la toalla.

Tampoco ayudó, cuentan, la personalidad de la de Rivas («yo tengo un carácter fuerte», admite). Su necesidad constante de subrayar su propia carrera política para ponerla en valor cuando era comparada con la de su novio acabó resultando tan rayante como una uña en una pizarra. En muchas ocasiones, además, la madrileña cayó en alguna contradicción. Podía enseñar los colmillos a un periodista por preguntarle por su pareja y, acto seguido, explicar con detalle que se había pelado de frío durante el posado primaveral que le acababan de hacer los de la revista Yo Dona, que tituló con la frase «No soy el pelele de mi novio».

Cierto es que nunca vivieron juntos, y que lo dejaron una vez y se dieron otra oportunidad. Pero parece que ya no hay pegamento que recomponga una relación que cuajó en el plató de La Tuerka y que llevaron con discreción mayúscula hasta que el de Vallecas recogió el acta de eurodiputado tras las elecciones de mayo del 2014. «Viene a dejar claro que él ya tiene dueña», consensuaron los cotillas de la prensa política en aquella ocasión.

Ahora cada uno va por su lado. Sánchez se ofrece a ser tertuliana non stop, y él continuará con su galope hacia la Moncloa. Y ya hay quien especula sobre sus abrevaderos emocionales. Que si encuentra un hombro en la eurodiputada portuguesa Marisa Matías (Coimbra, 1976). Que si halla consuelo en su exalumna y asistente en el Europarlamento, Dina Bousselham (Tánger, 1990), aficionada a ese dúo imbatible que es al fútbol y la política. Y hasta aparece con insistencia el nombre de Irene Montero (Madrid, 1988), activista de la PAH y bella militante del partido a la que él promociona en cualquier foro. Los caminos del corazón y la presidencia son (aún) inescrutables. H