EDITH CASANY. DEPENDIENTA. 30 AÑOS

«Lo único que quiero es un trabajo justo»

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«Lo único que quiero es un trabajo justo»_MEDIA_1 / JOAN CASTRO / ICONNA

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INMA SANTOS HERRERA

Septiembre huele a despedida del verano, fin de vacaciones, vuelta a la rutina laboral... para los afortunados. Para otros muchos, como Edith Casany, es el inicio de la cuesta arriba, de la lucha por ir tirando económicamente el resto del año, porque septiembre equivale a quedarse en paro... otra vez. Desde hace tres años, Edith se ha convertido en dependienta estacional gracias a un contrato de cinco meses a media jornada en una tienda de suvenires de Santa Susanna (Maresme) que le permite ingresar entre 550 y 600 euros al mes.

Y está agradecida («lo que gano en estos meses nos da algo de oxígeno hasta diciembre»), pero también indignada porque a sus 30 años, su única perspectiva en estas fechas consiste en saber qué ayuda familiar le tocará («el año pasado eran 200 euros mensuales») para planificarse y tratar de llegar a fin de mes («de enero a abril es muy duro»). Porque tiene una niña de 6 años, y una hipoteca, y una pareja que trabaja de camarero y de cuyo sueldo («que no es para tirar cohetes») viven los tres y también sale la manutención de dos hijos de una relación anterior de él, entre otros gastos que no vienen a cuento pero que suman, o mejor dicho, restan. Tanto, que si no fuera por  su suegro no llegarían.

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EMBARAZADA Y EN PARO / Edith se siente impotente ante la precaria situación laboral en la que se encuentra desde el 2008, cuando se quedó embarazada y en paro. Desde entonces, no hay día que no busque entre las ofertas o envíe currículos, pero no  ve por ninguna parte esos empleos que, según los datos oficiales, están haciendo aumentar el número de contratos. «A no ser que se refieran a esos de 20 horas semanales en los que te obligan a trabajar 40 y te pagan como si trabajaras 10», afirma. Por experiencia: estas eran las condiciones de alguna oferta que ha rechazado.

No está en contra de los minijobs; le parecen bien pensados para jóvenes y estudiantes. «El problema es que hay familias con hijos que subsisten con contratos de dos horas al día y a precio de saldo», replica. Y parece que pide la luna cuando en realidad reclama un derecho: «Solo quiero un trabajo justo».