EL RADAR

Romper el muro de silencios

"Gracias", dice una lectora a las víctimas de abusos que han tenido el coraje de denunciar lo sucedido

Casos como el de Maristes Les Corts-Sants se explican por la suma de varias capas de silencios

Jorge García, víctimade abusos en los Maristas, en la redacción de EL PERIÓDICO.

Jorge García, víctimade abusos en los Maristas, en la redacción de EL PERIÓDICO. / DANNY CAMINAL

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Joan Cañete Bayle
Joan Cañete Bayle

Subdirector de EL PERIÓDICO.

Especialista en Internacional, Transformación Digital, Política, Sociedad, Información Local, Análisis de Audiencias

Escribe desde España, Estados Unidos, Israel, Palestina, Oriente Medio

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Gracias, dice en su carta sobre el escándalo de pederastia en la  escuela Maristes de Lers Corts-Sants Aymé Ríos, de Mataró. Gracias a las víctimas por dar el paso de denunciar lo que les sucedió cuando eran niños. "Gracias porque soy una madre de dos hermosas hijas, una de 16 y otra de 5, a quienes amo con todo mi corazón. Pero muchas veces olvido (entre las prisas de día a día)  decirles que pueden comunicarse conmigo, que si pasa algo que ellas sientan que no está bien tienen la libertad de expresarse sin miedo porque ahí estaré para apoyarles".

Gracias es una palabra recurrente desde que EL PERIÓDICO destapara el escándalo de pederastia. La han dicho ciudadanas como Aymé que entienden que el silencio de ayer ante los abusos sexuales a menores es la semilla para los abusos de hoy, en una cadena sin fin de vergüenza, oprobio y sufrimiento. Gracias por su coraje a las víctimas, las que han dado un paso adelante con nombre y apellidos y han denunciado ante la justicia, las que lo han hecho ante los periodistas de este diario que investigan el escándalo o las que han escrito en el buzón de denuncia que hemos abierto para intentar arrojar luz donde hasta ahora solo había la oscuridad de sótanos, despachos y vestuarios.

Y gracias también por el esfuerzo de los periodistas por dar voz a quienes durante mucho tiempo se esforzaban en gritar sin que nadie los escuchara: "El escándalo de los abusos sexuales en los Maristes ya se intentó destapar en los Maristes de Badalona en el 2011. (...) Todavía recuerdo cómo nos manifestábamos algunos delante de la puerta de los Maristes de Badalona, y los propios padres de alumnos que en esos momentos iban al colegio nos increpaban y nos insultaban, en vez de pedir explicaciones al colegio", escribió Núria Fusté de Barcelona.

El silencio es condición imprescindible para que abusos como estos puedan suceder y prolongarse en el tiempo. "No se lo digas a nadie, la gente no le entendería", le dijo el profesor Joaquim Benítez a una de las víctimas, según declaró ante los Mossos d’Esquadra. "Los Maristas infringieron el protocolo y callaron los abusos ante la Generalitat", denunció este diario esta semana. "Creía que lo había superado pero no es así (...) Lo peor es cuando hace unos años lo dije a algunos familiares. Su silencio y el cambio de tema aún me hace más daño",  se lee en una de las cartas que hemos recibido en el buzón de denuncia. 

DE BOSTON AL RAVAL

Porque muchas capas de silencio forman el muro a cuya sombra se desarrollan y se perpetúan los casos de abusos. Son patrones que se repiten en sociedades, países e instituciones diferentes, desde la Iglesia católica (ya sea en Irlanda, Boston o en Ratisbona)  hasta el caso Raval o los Boy Scouts de Estados Unidos. Está el silencio que exige el abusador, y el silencio en el que la víctima encuentra un bálsamo a tanto dolor y sufrimiento. Luego está el silencio de las instituciones en las que se encuentran los abusadores, la buena reputación por encima de cualquier otra consideración, que unas manzanas podridas no estropeen el cesto, que la entidad hace muchas cosas muy buenas y unos casos aislados no deben mancillar su bien nombre. Y por encima está el silencio social: no molestes con esa inoportuna denuncia, se le dice a la víctima, alguna motivación oculta tendrá o tampoco habrá para tanto.

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El muro de silencio se da en muchas situaciones de abusos. Sin salir del ámbito escolar, lo vemos en el bullyng ("son cosas de niños") y se repite en multitud de otras violencias, desde la violencia de género al racismo cotidiano. "Animo a que las víctimas intenten juntarse con personas que puedan comprender su situación o que hayan sufrido algo parecido. Que no tengan miedo, que no se queden solas", escribe R. B. al denunciar su caso de bullyng en la escuelaPorque ellas, las víctimas, deben romper la primera capa del muro de silencio, pero dinamitar las otras es trabajo de todos. Por eso, como dice Aymé, gracias a quienes han roto el muro de silencio alrededor del Maristes Les Corts-Sants.

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