GENTE CORRIENTE

Edita Olaizola: "Del todo, del todo, nunca me voy a jubilar"

La heroica infancia de esta mujer subrayó en ella valores que la han convertido en un referente en responsabilidad social

Edita Olaizola compagina su jubilación con contratos eventuales.

Edita Olaizola compagina su jubilación con contratos eventuales. / JORDI COTRINA

3
Se lee en minutos
Carme Escales
Carme Escales

Periodista

ver +

Una infancia "dura, pero alentadora", como ella misma resume, fue el trampolín de esta campeona en superación de baches económicos que vivía la familia en la que fue a nacer. Edita Olaizola (Irun, 1950) era la única niña de su colegio que estudiaba gratis porque su madre no podía pagar. Y aunque alguna monja se encargaba de dejar el detalle en evidencia ante toda la clase, ella supo hacer que hechos así no hicieran más que fortalecerla y hacerla sentir enormemente responsable. Con 16 años, no tuvo más remedio que empezar a trabajar y hoy, a punto de cumplir 67, disfruta de seguir haciéndolo. 

 

-¿Cuál fue su primer trabajo? Cuidé a cinco hermanos de una acaudalada familia de Madrid. El mayor tenía 12 años, y el menor tenía nueve meses. Un chófer nos llevaba a todas partes. Los días festivos, a una finca en el campo. Como vivía con ellos, todo lo que ganaba lo podía enviar a casa.

 

-¿Cómo llegó la precariedad a su familia? Mi padre era un buen cocinero, trabajaba en transatlánticos. Apenas venía y muchas veces olvidaba enviar dinero. Mi madre, entre lágrimas y lamentos, cuidaba de mi hermana mayor, discapacitada. Yo me convertí en el hombrecito de casa. Hay quien planifica su vida, yo aprendí a abrir bien ojos y orejas para no perder una sola oportunidad.

 

-¿Por qué más trabajos pasó? Vendí medias por las casas. Si vendía los 30 pares que llevaba, podía pagarme pensión y cena. Si no, tenía que elegir. Pero dí con un bar donde me servían pan con salsa de tomate a un precio simbólico. En la pensión tenía solo una sábana, yo elegía si ponérmela arriba o abajo. Cuando podía, iba a las duchas públicas de Urquinaona. Hasta que entré de cajera en un restaurante. 

 

-¿Afianzó un cambio importante? Al menos comía tres veces al día y me podía pagar la pensión. Como entraba a media mañana, podía madrugar para ir a estudiar estenotipia, mecanografía y taquigrafía. Gracias a ello me cogieron de secretaria de dirección en la Ignis (luego Philips). Allí estuve diez años. Hasta que falleció mi madre, cada mes envié dinero a casa. Y hoy mi hermana vive conmigo y con mi marido. 

 

-Usted ha sido una hormiguita valiente y luchadora. Nunca olvidó a las personas. En Philips me pusieron a mediar con clientes enfadados y, como yo siempre quise estudiar, hice la prueba para entrar en la universidad para mayores de 25 años. Quería hacer psicología y elegí la rama de psicología industrial, porque así, según me informé, la empresa me pagó la carrera.

 

-Y ahora usted en las empresas va dejando su 'huella líquida'. ¿En qué consiste? Es el modelo de liderazgo que propongo, basado en el compromiso, la generosidad y el respeto. Líquida porque trato de ayudar a ir pasando de organizaciones sólidas, rocosas, pétreas y anquilosadas, a organizaciones líquidas, vivas, moldeables y llenas de nutrientes para su entorno. Y eso se logra con líderes inspiradores.

 

-Diario Responsable y McClelland Media Ltd. alistan a los 250 mayores influyentes en España en Responsabilidad Social Empresarial (RSE). Usted ocupa desde hace mucho el tercer lugar, tras la ONCE y Leroy Merlín. ¿Cómo ha llegado ahí? Hago crecer a las empresas en desarrollo armónico, respetando a la persona y el medioambiente. La felicidad de empleados, proveedores y becarios debe crecer paralela a los beneficios (www.peopleplusprofit.org). Soy una consultora artesanal.

Noticias relacionadas

  -Y practica la jubilación activa. ¿Cómo? 

Oficialmente estoy jubilada, ya he cumplido con la sociedad. Si facturo sobre los 7.000 euros, el Estado me paga la mitad de la pensión. Siento que hago algo útil, colaboro con la mejora social. Y valoro muchísimo todo lo que me puedo comprar. Del todo del todo, nunca me voy a jubilar.