"Ir con el perro a la playa es una conquista de libertad"

Una partidaria y un oponente de las playas caninas coinciden en que la convivencia en el espacio público se basa en el civismo de los dueños

Emma Infante y Jordi Balarí en la playa de Barcelona

Emma Infante y Jordi Balarí en la playa de Barcelona / periodico

TRISTAN IBÁÑEZ SABRAN / BARCELONA

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En la playa de Sant Sebastià, una joven pareja juega con un perro en la arena. Son las tres de una tarde nublada en Barcelona, y la escena está lejos de ser poco habitual. Jordi Balarí, experto en modelos de negocio del Eixample, la observa plácidamente desde la terraza de uno de esos bares situados debajo del paseo marítimo. Con cuidado, sin perder media sonrisa y solo tras ser cuestionado específicamente sobre ello, discrepa del comportamiento de los jóvenes: “No me parece correcto, porque mañana podría venir yo, poner mi toalla y caminar descalzo. Y quizás estos chicos no recogen lo que ensucie el perro”.

Sentada a su lado, Emma Infante, documentalista de Poble-Sec y propietaria de tres perros, entrelaza las manos delante del rostro. La blusa se le arremanga ligeramente, mostrando el dibujo de un ojo que lleva tatuado en el antebrazo. Ella, replica, confía en el civismo de la pareja y el perro, que identifica como un joven boyero de Berna. “Si han venido a la playa, lo normal es que el animal haya hecho sus necesidades antes, en un sitio donde puedan ser recogidas”, explica.

Son los ecos del pulso que mantienen en Barcelona aquellos que tienen animales de compañía y consideran una conquista cada nuevo espacio donde les permiten ir con sus mascotas, cada “espacio de derecho”, contra aquellos que no tienen, y las sienten como una imposición que puede traerles más inconvenientes que ventajas.

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El debate se ha intensificado en los últimos días, a medida que se acerca el plazo del plan piloto que permitirá a bañistas hacerse acompañar por sus mascotas en un tramo delimitado de la playa de Llevant. Emma lo considera la “conquista de una libertad”, pero lamenta que “al destinar solo un 0.65% de la superficie de playa a los perros, la medida se queda corta”.

Jordi, en cambio, apostaría por un espacio segregado. “Debería haber una separación, que haya un espacio cerrado y vallado, donde hubiera educadores, alguien que se hiciera cargo del perro”. Su instinto de consultor empresarial le hace adivinar varias ideas de negocio que podrían aplicarse, desde patrocinios hasta adiestramientos. Para su interlocutora, esta segregación sería un paso atrás, ya que “como propietaria de una mascota, debería ser responsable de lo que ocurre con el perro, y por tanto debo estar a su lado.”

ORINAR DENTRO DEL AGUA

Según Jordi, la sensibilidad hacia las actitudes incívicas de mascotas tiene un factor psicológico natural. “El perro se mete dentro del agua y puede hacer pipí igual que un niño pequeño, pero existe una percepción distinta, hay mas rechazo hacia un animal”. Estas actitudes incívicas pueden acabar repercutiendo en la imagen del conjunto de dueños de perros. Pero Emma es rotunda: "ser propietario de perro y amar la mierda no es lo mismo". Aún así, entiende los orígenes del estigma: “Hay más propietarios no aptos que propietarios aptos”. Emma confiesa no haber tenido nunca problemas de convivencia graves, y cree que la clave es la concienciación. “Como propietaria responsable, me mostraré especialmente comprometida contra aquellos incívicos que pongan en peligro los derechos que se han conquistado”, afirma.

{"zeta-legacy-phrase":{"name":"Jordi\u00a0Balar\u00eda","position":"EXPERTO EN MODELOS DE NEGOCIO","text":"\"Ma\u00f1ana podr\u00eda ir a la playa, poner mi toalla y caminar descalzo. Y quiz\u00e1\u00a0estos chicos no recogen lo que ensucia su perro\""}}Jordi añade que la educación tiene que verse acompañada por normativa, y propone un curso obligatorio. “De la misma forma que hay carnet de manipulador, también podría existir uno que autorizara a pasear mascotas en determinados espacios de la vía pública”, señala. Pero una normativa demasiado severa podría generar aún más problemas de convivencia. “Hay perros que hacen mucho ruido en casa porque sus propietarios no pueden llevárselos, y esto es por la ansiedad de separación”, explica Emma, que lamenta que en muchas ocasiones, esto es debido a adopciones impulsivas. Emma reivindica que una de las soluciones es ir ganando espacios de libertad para los propietarios responsables y sus mascotas.

Jordi conviene que la ciudad tal vez no es el mejor entorno para un perro. Aún así, se deja tentar por la nueva propuesta. “Los primeros días de playa, puede que no me ponga cerca del “coto canino”, pero si el comportamiento es cívico, seguro que me voy acercando.” Emma espera que algún día la suma de estas conquistas permita a los propietarios responsables no tener que dejar sus mascotas en manos de un familiar para poder asistir a una cita, como le ocurrió precisamente a la hora de atender la llamada de EL PERIÓDICO. Con respeto y civismo, el debate de perros tal vez se disolverá como acabó el de Jordi y Emma, convertido en su recta final en una charla sobre el mundo empresarial y la agricultura ecológica. La arena de la playa de Barcelona será el siguiente escenario donde acercar posturas