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«En casa me inculcaron el deber de amar al prójimo»

Pionero en la donación de sangre en Catalunya. Josep Maria Callís (La Garriga, 1918) comenzó durante la guerra civil, en el frente del Ebro.

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zentauroepp36860787 barcelona 13 01 2017 gente corriente josep maria callis pion170115215209 / ALBERT BERTRAN

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Olga Merino
Olga Merino

Periodista y escritora

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Falta sangre. El parón navideño ha reducido las donaciones el 25% y, por ello, el Banc de Sang y Teixits ha organizado un maratón: hasta el viernes, los grandes hospitales catalanes abrirán sus puertas a los voluntarios. Josep Maria Callís Portavella (La Garriga, 1918) ya no puede hacerlo a los 98 años, pero le sobran ánimos para abanderar la causa.

–¿Cuándo fue la primera vez? Durante la guerra, en la batalla del Ebro, estaba como soldado en la división de Sanidad y me tocaba recoger a los heridos y trasladarlos a los hospitales de Gandesa y Batea. Fui con las Quintas del Biberón [las levas republicanas de 1938 y 1939]… Di muchas veces, pero esas no las cuento.

–¿Cómo se hacía en el frente? Todo funcionaba de forma muy desordenada; a veces usábamos la jeringuilla de uno para otro, y la sangre la transportaban en unos tarros de vidrio. En Gandesa me chupaban tanta que me dejaban atontado; llegaban a sacarme hasta dos veces en un mes. 

–El Ebro debió de ser una carnicería. Huy, 'filla'… Una vez, mientras estaba recogiendo a un muchacho herido, lanzaron una granada y me hicieron esta marca. Mire [se señala una cicatriz en el pómulo]. El xicot murió; era de Mollet, el pobre. Luego, las fuerzas de Franco atravesaron el río.

–¿Cómo salió de la ratonera? Todos escapamos como pudimos. Tardamos seis noches en regresar a Barcelona caminando. Durante el día, los payeses nos dejaban escondernos en sus pajares. 

–Pero Franco alcanzó Barcelona. A los pocos meses, volvieron a llevarme a la caja de reclutas. ¡Y tres años más de soldadito! A Burgos, a Sanidad también. Allí también di mucha sangre.

–¡Es usted un pionero! Bueno, empecé entonces y no dejé de hacerlo hasta los 65 años, el límite de edad. También ayudé al doctor Àngel Lluch, del Hospital de Sant Pau, a poner en marcha una asociación de donantes voluntarios, y en 1976 conseguimos que Correos emitiese un sello para promover la donación.

–¿Cuánta sangre habrá dado? Registradas, 132 veces, lo que supone 66 litros. Solía dar una vez cada cuatro meses… ¿Quiere que le explique una buena?

–¡Claro! Hace ya bastantes años, todavía con Franco, el teléfono sonó en casa a las dos de la mañana. Me llamaban de Sant Pau: estaban operando a vida o muerte a un individuo que acababa de llevarles la policía. Así que me vestí enseguida y cogí un taxi.

–¿La poli? En la entrada, una mujer lloraba amargamente y me agradeció muchísimo el gesto. Una vez en el quirófano, vi que el chico estaba abierto en canal. Pregunté y me dijeron que ya le habían sacado dos balas, que había sido una reyerta por drogas. Estuve tres cuartos de hora con la transfusión.

–Vaya nochecita. Pues ahora verá: al cabo de cinco años, me llamó el chico. No sé cómo diablos se las ingenió para conseguir mi número, pero la cuestión es que necesitaba contarme que había dejado las drogas y que se había hecho donante de sangre.

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–¿Por qué lo hace usted? Dar sangre es un acto de absoluta generosidad y creo que un hábito de salud. En mi familia todos lo son, hijos, nietos.

–Ya. Antes padecíamos más por los otros. Mire, a mí en casa me inculcaron desde bien pequeño el deber de amar al prójimo y eso es lo que he procurado hacer. Hasta cuando pude, colaboré con las misioneras de la Caridad, las Teresas de Calcuta.