Lucha contra la mala fama

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ENCANTS / periodico

MARÍA JESÚS IBÁÑEZ / BARCELONA

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En uno, los alumnos juegan con objetos de madera, fabrican sus propios cuadernos de trabajo con papel que ellos mismos han reciclado y, cuando salen al patio, se entretienen trepando por cuerdas o haciendo excavaciones en el arenal. En el otro, a pocos metros de distancia y aún por inaugurar (se estrenará el próximo septiembre), el proyecto educativo prevé que los estudiantes trabajen con ordenadores y otros dispositivos electrónicos desde el primer momento. Dos ofertas educativas públicas bien distintas, aunque ambas innovadoras. Bien, pues, cuando el pasado 7 de abril se cerró la preinscripción escolar, la primera escuela, la de los materiales de madera o fabricados por los alumnos, registró una demanda de más de un centenar de familias. El otro, el de los ordenadores y las tabletas, no llegó a la decena.

"Es evidente que el proyecto no ha resultado lo suficientemente atractivo para las familias", admite el Consorci d'Educació de Barcelona, que va a tratar de modificar en los próximos meses, y en la medida de lo posible, la propuesta educativa del segundo colegio, el que tan poco éxito ha tenido. Las más de 50 familias que en la prescripción no han obtenido la puntuación necesaria para acceder a la primera de estas dos escuelas van a ser invitadas a matricular a sus hijos en la segunda. "Vamos a hablar con los padres, vamos a ver cómo podemos atender sus demandas y cómo estas encajan con lo que ya hay previsto", indican fuentes del organismo que planifica el mapa escolar de la ciudad de Barcelona.

Todo lo que sea necesario para evitar que la nueva escuela nazca, ya de entrada, estigmatizada, que no se la acabe conociendo en el barrio como "aquel colegio al que nadie quiere ir".

DIFÍCIL SALIDA DEL POZO

"Entonces, cuando una escuela entra en esa espiral, la situación es muy difícil de revertir", avisa Ismael Palacín, director de la fundación Jaume Bofill. "Ha habido veces, en que la única solución ha sido cerrar el colegio estigmatizado y volver a abrirlo, con un nuevo nombre, con un nuevo equipo docente y con un nuevo proyecto pedagógico", señala Palacín, que cita las investigaciones recogidas en el libro 'Municipis contra la segregació escolar'. En Catalunya, esta solución drástica se ha adoptado ya en varias ocasiones. De momento, con éxito.

Otras veces, las administraciones se ven obligadas a intervenir con medidas de apoyo (se asignan más profesores al colegio, se reduce el número de alumnos por aula...) o con acciones más contundentes como la que ha adoptado de cara al año que viene el Consorci d'Educació en un instituto de alta complejidad de la ciudad. El organismo ha suprimido en ese centro una clase de primero de ESO, para tratar de que deje de ser un gueto escolar. Al cerrar ese grupo o línea, el instituto se quedará sin plazas libres disponibles y, por lo tanto, no tendrá que asumir, como ocurría hasta ahora, a los estudiantes que vayan llegando en el transcurso del curso. Es lo que los expertos llaman matrícula viva, que ha acabado provocando graves casos de segregación escolar, ya que, por norma general, quienes llegan a medio curso son inmigrantes.

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