LAS DIFICULTADES DEL ACCESO A LA EDUCACIÓN

Cuidado con los elefantes

De gira 8 Carlitos, el pasado jueves en Barcelona.

De gira 8 Carlitos, el pasado jueves en Barcelona.

TONI SUST / BARCELONA

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Jackson tiene 11 años y vive en Kenia. Para ir al colegio con su hermana pequeña, Salomé, que no se separa de él, camina dos horas: 15 kilómetros. Su problema principal en esa ruta es no llegar tarde y que, además, no los atrapen los elefantes, leones, guepardos y otros animales que deambulan por la zona. Pero el padre es concreto: «Cuidado con los elefantes». Por eso Jackson, como quien elige el camino más conveniente en una ciudad, mira a lo lejos desde un punto alto enseñando a Salomé a observar dónde se encuentran los paquidermos. Si están en una zona, toca ir por la otra. Y viceversa.

Los dos niños caminan con depósitos de agua, que deben llevar a la escuela, pero pese a las precauciones, uno de los animales barrita demasiado cerca y ambos corren. A Salomé se le cae el agua. Falsa alarma, al final siguen sin mayor problema. Jackson, que de mayor quiere ser piloto, tiene prisa: «Hoy no puedo llegar tarde. Hoy me toca izar la bandera». Él protagoniza una de las cuatro historias entremezcladas en el documental Camino a la escuela, dirigida por el francés Pascal Plisson -que ganó un premio César por ella- y proyectada en el CaixaFòrum la semana pasada. Se estrena en los cines el 23 de enero. El director estuvo en Barcelona con otro de los protagonistas, Carlitos, argentino de 11 años, que vive en la Patagonia y recorre a caballo 18 kilómetros para ir a clase. Lo hace con su hermana pequeña, Micaela, que pronto irá sola a caballo, cuando él entre en un internado.

La vida es en términos relativos y no parece que los escolares europeos tengan culpa de que en otras partes del mundo sea más difícil estudiar. Pero cualquiera que vea el documental y tenga hijos acabará comparando situaciones y aplaudiendo la primera frase escrita en pantalla: "A menudo olvidamos la suerte que tenemos de ir a la escuela".

Carlitos conoció Madrid, Barcelona y a Lionel Messi. Pero su intención es acabar volviendo como veterinario a las tierras en las que viven sus padres. La educación es para él una herramienta necesaria para seguir allí y ayudar, como lo es para Jackson para irse a volar en su avión. Como lo será para Zahira, marroquí del Atlas, de 12 años, que se propone ser médico, sobre todo para ocuparse de la gente humilde. Zahira tarda cuatro horas en llegar a la escuela. Sale de su casa con los deberes hechos y se lleva una gallina, que cambiará después por alimentos en un mercado. La niña camina cuatro horas. Son 22 kilómetros.

«Todas las mañanas, a veces arriesgando la vida, niños heroicos emprenden un viaje hacia el conocimiento», dice la voz en off en el documental, aunque en algunos casos, como el de Zahira, el traslado no es diario, duerme en una pensión. El director estaba trabajando hace tiempo en África, en Kenya, cuando se topó con una de las escenas que centran su última producción. Vio a niños caminando en el medio de la nada hacia escuelas lejanas. Y decidió contar la historia de cuatro de ellos, de cuatro entre miles que cada mañana emprenden ese largo camino.

El cuarto protagonista del documental es Samuel, de 12 años, del estado de Tamil Nadu, en la India.

HERMANOS SOLIDARIOS

El caso de Samuel es peculiar. De los cuatro que se narran es el que presenta menos distancia entre el hogar y el colegio: cuatro kilómetros. Pero él es discapacitado, a causa de la poliomelitis, y sus dos hermanos menores, Gabriel y Emmanuel, le acompañan en una silla de ruedas rudimentaria, construida con una silla de plástico y ruedas de bicicleta. Todos acaban llegando al colegio con el sueño de llegar así a una vida mejor.