INICIO DE LA CAMPAÑA DE UN PRODUCTO TÍPICO

La prosperidad del calçot

Las calçotadas generan un impacto económico en el territorio de 15 millones de euros Esta temporada los productores prevén poner en el mercado 10 millones de unidades

Tradición 8Calçotada en Can Sardà.

Tradición 8Calçotada en Can Sardà.

ESTHER CELMA / VALLS

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«La calçotada es el segundo atractivo turístico del Camp de Tarragona, cuando acaba la temporada de sol y playa, empieza la nuestra». Así resume Rafel Castells, secretario de la Cámara de Comercio de Valls y organizador la Festa de la Calçotada que se celebra cada último domingo de enero, la importancia de la temporada del calçot para el territorio. Estos tradicionales ágapes se ofrecen de noviembre a abril y generan un impacto económico de unos 15 millones de euros. «Eso sin contar con la proyección internacional», calcula Castells.

La cercanía de Valls (Alt Camp) con la estación del AVE ha propiciado un flujo de turistas de fin de semana atraídos por este plato popular. «Vienen y aprovechan para hacer turismo rural, sobre todo la Ruta del Cister», afirma Castells.

Renfe impulsó El Tren de los Calçots que ofreció, de febrero a marzo del año pasado, 5.800 plazas promocionales con precios especiales desde Zaragoza, Madrid, Alicante, Valencia y Castellón. Se espera que en el 2015 se repita la experiencia por sus buenos resultados.

La Cambra también lidera acciones promocionales del calçot en Andorra y en el sur de Francia y estima que, de momento, el calçot no ha llegado a su techo. Así, mientras en los inicios de lo que ahora es un fenómeno internacional, solo los restaurantes Cal Bou, Casa Félix y Masia Vallense ofrecían calçotades en la comarca, ahora compiten con más de una cincuentena. Otro de los pioneros, Cal Ganxo, solo abre los fines de semana de la temporada de calçots y sirve más de 15.000 unidades.

La Festa de la Calçotada atrajo a 40.000 personas en su edición del año pasado y también ha captado el interés, a lo largo de los últimos años, de televisiones americanas, francesas, alemanas y japonesas.

El abanico de nacionalidades atraídas por comer calçots se abre cada vez más y «este año vendrá un grupo de Suecia por primera vez», comenta el secretario de la Cambra.

Una cincuentena de pequeños productores que suman 75 hectáreas repartidas entre las comarcas del Alt Camp, Baix Camp, Tarragonès y Baix Penedès forman la Indicación Geográfica Protegida (IGP) del calçot.

Esta temporada prevén poner en el mercado 10 millones de unidades, según Sebastià Banús, productor y vicepresidente de la IGP.  El precio de producir un calçot es de 3 céntimos y el de venta, una media de 12 céntimos. La alta demanda estimula el cultivo del calçot fuera de la IGP. Se estima que en Catalunya se producirán 60 millones de unidades sin etiquetar y en Mercabarna ya es habitual verlos procedentes de Marruecos, a un precio mucho más barato.

El reto de la calidad

El calçot es cultivo de invierno, pero la temporada se avanza cada vez más para satisfacer la demanda con el reto de mantener la calidad.  La preocupación de la IGP por mejorar los cultivos ha dado lugar a la creación de una finca experimental del Institut de Recerca i Tecnologia Agrolimentaria en La Masó (Alt Camp) e incluso ha motivado una tesis doctoral, la del biólogo Joan Simó, y un trabajo de la Fundació Miquel Agustí, Calçot 2020, para incrementar la productividad y la calidad del producto con nuevas variedades.