Lecciones

De estos tiempos de crisis se puede aprender, y mucho. Brindan una buena oportunidad para quienes los viven –sobreviven más bien– porque una crisis de este calado solo se da muy de cuando en cuando. Una de las lecciones más interesantes es ver hasta qué punto el puro azar influye en el destino de una empresa, tanto para el fracaso como a la hora del triunfo: siempre hay un punto no previsible, un intangible de esos que llamamos tener vista o ser oportunos.

Otra es que, a pesar de eso, los primeros en caer son los más frágiles y los peor gestionados que no han visto venir a quienes podían arrastrarles: bien sea a través de créditos en mora o de suministros impagados. Ahí tenemos a los grandes bancos de EEUU, Reino Unido, Francia, Holanda que han sido rescatados con dinero público; y ahí están también las pequeñas cajas de ahorros españolas que van a desaparecer, vía integración o por intervención directa del Banco de España, harto de ver cómo comprometen a todo el sistema.

Pero a la vez hay motivos para pensar que el terremoto no tendrá las consecuencias que debería en otros ámbitos. El primero y más profundo es el comportamiento de los ciudadanos como consumidores, como agentes económicos: no parece que vaya a cambiar. Ahora vemos una reacción mecánica que se refleja en el gasto y el ahorro, pero cuando las cosas se normalicen, sea cuando sea, volveremos a estirar más el brazo que la manga. Me temo que va en nuestro ADN. El segundo es ese conglomerado donde viven entidades que determinan qué está bien y qué está mal –las agencias derating– que mientras son investigadas por sus sospechosos errores, siguen condicionando los mercados; y las escuelas de negocios, a salvo de cualquier reproche sobre su influencia, su responsabilidad, en la actuación de los tiburones que nos han empujado hasta aquí.