Muertes que salpican, o este 'thriller' no es para remilgados

Vicente Garrido y Nieves Abarca publican 'El hombre de la máscara de espejos', la tercera novela de la saga de la inspectora Valentina Negro

Garrido y Abarca

Garrido y Abarca / periodico

IMMA MUÑOZ

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"Un día leí una crítica de un libro nuestro que decía: 'Jo, es que nos lo hacen pasar muy mal". Nieves Abarca agudiza la voz varias octavas e imita la forma de hablar de una niña repipi. No será la última vez que arranque carcajadas a lo largo de la conversación: tiene unos ramalazos cómicos que hacen que el entrevistador lamente que los lectores no puedan oírla además de leerla y que crea a pies juntillas a Vicente Garrido cuando dice que uno de los grandes alicientes de escribir con ella a cuatro manos es que se lo pasan de fábula. Seguro.

"¿Sabe qué pasa? Que soy medio valenciana. Mi padre era valenciano y a mí me educaron en la maldad levantina", bromea cuando se le señala que a ella, nacida en A Coruña en 1968, no se le puede aplicar eso de que con los gallegos no se sabe si suben o bajan. Abarca habla clarito, clarito, tanto cuando se encarama a lo más alto del pentagrama como cuando utiliza su tono de voz habitual. Nada más lejos de su voluntad que contentar a todo el mundo o ser políticamente correcta, así que dispara sus opiniones con la contundencia que emplea Valentina Negro, el personaje que el tándem Abarca-Garrido ha hecho triunfar en una saga que llega a su tercera entrega: 'El hombre de la máscara de espejos' (Ediciones B). Antes fueron 'Crímenes exquisitos' 'Martyrium', ambas en Versátil. Independientes pero interrelacionadas, en las tres hay acción a raudales, violencia descarnada y lectores sin uñas. Unas novelas no aptas para remilgados.

"¡Claro que lo hacemos pasar mal! –continúa Abarca–. Pero es que, si no quieres sufrir, ¿para qué te pones a leer novela negra? A mí es que no me gusta la novela negra nórdica, esos libros tan fríos y tan sosos... Bueno, algún autor sí que me gusta, pero cometí el error de leerme todo Henning Mankell y en la última página del último libro tuve una revelación: '¿Qué he hecho yo leyendo a este señor tanto tiempo? ¡Si no pasa nada, y es todo una crítica social de algo que no existe!'. Porque nos han hecho creer que aquello es un lugar oscuro y diabólico, y en realidad viven de maravilla. Cuando alguien me dice que somos los nuevos Larsson pienso: 'Quita, quita, por favor'. Y eso que el primer libro de su trilogía me encantó, pero los otros dos me parecieron un anuncio de Ikea mezclado con otro de Apple. Por no hablar de Camilla Lackberg, que es '¡ay, los trillizos, que están en la incubadora... Señor asesino, espere por favor!". Y vuelta al tono agudo y la traca valenciana.

En la mente del psicópata

"Una novela negra, como lo son las nuestras, que además contienen elementos de 'thriller', policiacos, góticos, te tiene que afectar. Si no, será una novela más", tercia Garrido. Y más cuando el tema, el secuestro de mujeres para rodar su agonía en snuff movies, está en el top de la perversidad humana. "Debido a nuestra formación –Garrido es psicólogo y criminólogo y Abarca fue alumna suya en esta última disciplina–, lo que nos interesa a Nieves y a mí es que el lector se meta en la mente de un psicópata, pero no con los clichés de películas como 'El coleccionista de huesos' ["qué malo soy, jajaja; le voy a mandar un mensaje al policía, jajaja”, ilustra Nieves con voz de mala-malísima], sino intentando acercarnos lo máximo posible a la verdad". Y esa verdad salpica.

"Yo puedo entender que haya gente que prefiera el libro policiaco más clásico, el 'who did it' (quién lo hizo), al estilo Agatha Christie, más aséptico –continúa Garrido–, pero nosotros considerábamos que había un nivel de retrato de la violencia al que teníamos que llegar. No traspasarlo, no caer en el 'gore', pero sí llegar". "Hacer algo aséptico y políticamente correcto no va con nosotros", concluye Abarca.

Y en esa incorrección política entra haber dibujado a Valentina Negro, la protagonista femenina, como un bellezón de ojos verdes y melena azabache con medidas de modelo de lencería. Lo que sería un pibón en tiempos en los que lo 'cool' para una policía que aspire a protagonizar una saga literaria es parecerse a Marge Gunderson, la agente que interpretaba Frances McDormand en 'Fargo'. "Sí. En la televisión, las policías tienen que ser guapas, pero en la literatura eso no ha sido habitual", explica Garrido. "Lo hicimos a propósito –interviene Abarca–. Queríamos que fuera un pibón porque en la policía los hay. ¿Y por qué no puede ser una chica espectacular una excelente policía? Un día un señor me dijo que nuestras novelas no eran creíbles porque las mujeres guapas no saben disparar. Eso me parece terriblemente machista: se ve que en España una mujer guapa tiene que ser tronista en 'Mujeres y Hombres y Viceversa", sentencia.

Un buen tándem

Abarca dice que en el tándem autoral que forma con Garrido ella es la que pone el calor visceral y él el que lo atempera con el raciocinio. Y debe de ser verdad, al menos a la vista de cómo transcurre la entrevista. "Nos interesaba mucho mostrar una persona físicamente fuerte y muy agraciada, pero con demonios interiores, vulnerable. Eso hace atractivo al personaje. Además, que seas una persona deseable no significa que te quieras mucho a ti mismo y tengas una vida fabulosa", señala él poniendo sobre la mesa su faceta de psicólogo. Aunque enseguida sale el hombre que ha pasado muchas horas entre policías: "Valentina tiene que hacerse valer más por el hecho de ser guapa. Paradójicamente, el ser guapa en la policía es un inconveniente", lamenta.

Garrido conoce bien el entorno policial porque ha colaborado con diversos cuerpos como perfilador, es decir, analizando las conductas criminales para dar con un perfil de sus responsables que permita capturarlos antes. "Yo lo he visto todo, porque he estado en las cárceles, he investigado a asesinos en serie, a delincuentes sexuales... Y tengo muchos antiguos alumnos, de Criminología y de Psicología, que hoy son policías", explica.

Abarca también sabe lo que es moverse entre uniformes en comisaría: trabajó 13 años en una, como auxiliar de policía local. En la actualidad está destinada a Seguridad Ciudadana. Pese a las buenas cifras de ventas de sus novelas, no puede dedicarse profesionalmente a la literatura. "Muy poca gente puede hacerlo. Yo vivo sola, hay que pagar facturas...". Así que mantiene su puesto de funcionaria, ese que, a la vez que le llena la nevera, no le permite plantearse escribir novelas en solitario, pese a que Garrido está convencido de que lo haría muy bien. "Ella es una excelente escritora, e igual un día se cansa de mí", dice. "Bueno, tal vez cuando pida la excedencia escriba mi novela por la mañana y por la tarde otra con Vicente", bromea ella. Nunca se puede predecir el futuro, pero por el momento, aunque Abarca ha publicado un par de cuentos en solitario en antologías del género, parece que se necesitan. Son, uno para el otro –y pese a estar ella en A Coruña y él en Valencia, donde nació en 1958–, como ese amigo que te arranca del sofá y te arrastra al gimnasio. De hecho, si Garrido y Abarca no se hubieran encontrado, tal vez la inspectora Valentina Negro, el criminólogo Javier Sanjuán y los agentes de la comisaría coruñesa de Lonzas jamás habrían dejado de vagar en las fantasías literarias de ambos para tomar cuerpo en las 1.800 páginas de su saga.

"El gusanillo estaba, claro, pero a mí me daba pereza meterme en una novela. Entonces tuve a Nieves como alumna en un curso de perfilación criminal y me llamó la atención lo bien que escribía. Estuvimos hablando, y vi que teníamos ideas muy parecidas en cuanto a la cultura que nos interesaba. Así que le dije: '¿Quieres escribir un libro?", explica Garrido. Abarca discrepa: "Te lo dije yo". "Ahí no coincidimos: estoy seguro de que se lo dije yo a ella", insiste el criminólogo. Se declarara quien se declarara, el caso es que de ese idilio literario nació 'Crímenes exquisitos', 800 páginas de macabros asesinatos de ecos prerrafaelitas en las que ambos funden su interés por el arte (Nieves es licenciada en Historia del Arte, y dirigió una revista de divulgación cultural de ámbito local en A Coruña) y el crimen.

Suerte que les daba pereza, porque, como quien no quiere la cosa, escribieron, en gráfica definición de Abarca, "un 'kenfollet". "Mil hojas. Con un cuerpo de letra como el de 'El hombre de la máscara de espejos' habrían sido mil páginas, y no las 800 que son. Pero es que, al ser el primero, exigió desarrollar mucho los personajes. En este vamos mucho más directos a la acción, aunque no necesitas haber leído los anteriores para entender todo lo que ocurre y disfrutar de él", responde Garrido al comentario de algunos ciberlectores de que sus obras mejoran con la concisión.

La atracción por el lado oscuro

Ambos están convencidos de que esta tercera novela es la mejor de la saga, "la más madura y completa", y la que hará que muchos lectores los descubran y corran a comprar su producción anterior. El que pretenda hacerse con las obras completas de Garrido ya puede ir preparando el bolsillo: el criminólogo ha publicado 28 libros de divulgación y científicos, en los que ha desgranado la relación del ser humano con la violencia. Por eso tiene tan claro por qué nos atrapan las obras que se adentran en nuestro lado más oscuro: "Ante una situación de peligro, la adrenalina se dispara para que pelees o huyas. Todo el sistema nervioso se pone al servicio de la supervivencia. El placer viene cuando esa enorme activación se lleva a cabo desde la seguridad de estar en casa o sentado en la butaca de un cine. Por eso el mal nos fascina desde siempre, porque en el desarrollo de nuestra especie, en el ADN del 'homo sapiens', está escrito el siguiente código: 'Presta atención a la violencia, porque necesitas aprender para no ser víctima de ella".

¿Y hay ahora más violencia que nunca? "En absoluto. Es su presencia permanente y simultánea en los medios la que nos da una sensación de peligro que antes de la sociedad de la información no existía", argumenta Garrido. "Hasta hace poco, el hombre no estaba conectado con lo que ocurría en todo el mundo, solo con lo que pasaba en su entorno. El cerebro procesa la información sobre violencia en todo el mundo como si fuese violencia real en un sitio determinado, lo que genera la sensación de que vivimos rodeados de ella. Y no es así. Al menos aquí y ahora", añade Abarca.

La violencia del psicópata, llamativa y espectacular, no es la única reflejada en 'El hombre de la máscara de espejos'. También hay otra más difusa, más sorda, que a veces no se identifica como tal: el maltrato que se produce en una pareja cuando la mujer acepta una sumisión que la anula sin ser muy consciente de ello. "Quisimos hacer una crítica a estas novelas eróticas tan de moda en las que las mujeres están a merced de los hombres, con las que hay mucha tonta que cae en la trampa del maltrato. Eso de 'qué bien, mi novio me hace cosas interesantes, como en los libros... aunque no sé si me gusta o no", explica Abarca.

Es la crítica social que no puede faltar en el género negro, aunque ellos la dosifiquen. "A mí, las novelas que meten la crítica con calzador me aburren soberanamente", asegura la autora. Así que ellos tenían que afinar mucho con la suya, tener muy claro qué querían denunciar: "Que en el lujo y en el poder hay mucha muerte, mucha violencia", dice Garrido. Que la perversidad, ahí, se exacerba. Que quien lo tiene todo, pero no empatía, puede traspasar límites impensables.

Como convertirse en verdugo en una 'película snuff'. ¿De verdad existen? "Ha habido asesinos en serie que han filmado sus crímenes. Otra cosa es que haya redes dedicadas a hacerlo. Eso no se ha probado". Abarca asegura que ella ha visto una en una web rusa, a la que un amigo accedió explorando la parte más oscura de internet. "Yo creo que era real, porque lo que vi me pareció tremendo. Además, todas las maldades imaginables se hacen", concluye. Y lo dice muy seria.